"A mi papá lo subimos a la chata de la policía y lo llevamos hasta el hospital. En el trayecto le costaba respirar, estaba mal, yo le daba cachetazos para mantenerlo consciente. En un momento él me apretó la mano fuerte y balbuceando me dijo: «Hijo, fue Miguel, lo mandó el Dani Herrera». Esto me lo dijo dos veces. Yo nunca había escuchado esos nombres". Al sargento Carlos Omar Honores le quedaban pocas horas de vida cuando trabajosamente dejó salir ante su hijo Daniel esas palabras. Tenía cuatro disparos de arma de fuego en el cuerpo que tuvieron origen en un oscuro encuentro ocurrido en una estación de servicio de Circunvalación y 27 de Febrero ocurrido el 5 de enero de 2012.
Los nombres aludidos no sólo le fueron mencionados por Honores a su hijo. Otras dos personas también los escucharon y así lo declararon en Tribunales. Los autores presuntos del asesinato no tardaron en ser identificados. Uno es Jorge Daniel Herrera, un vendedor de autos en el bulevar Seguí, que tiene pedido de captura internacional desde enero de 2013. El otro fue ubicado el 27 de mayo del año pasado en la zona oeste. Se llama Miguel Angel Ferreira, de 34 años, tiene educación secundaria completa y es plomero. Ferreira había sido procesado como coautor de homicidio agravado por el uso de arma de fuego sin autorización. Ahora la fiscal Lucía Aráoz acaba de pedir que vaya a juicio por ese delito por el cual no establece, en su fórmula requisitoria, un móvil del hecho.
Repentino. Las circunstancias del crimen del sargento, que trabajaba en la Sección Automotores de la Unidad Regional II, lucen plenas de sordidez. La noche en que lo balearon Honores salió repentinamente de su casa, donde estaba por cenar con su familia, sin dar explicaciones. Llegó manejando una Toyota Hilux de doble cabina a la estación de servicio referida donde lo esperarían dos hombres. Pero antes de llegar le cerró el paso un Fiat Duna blanco desde donde le empezaron a disparar. Honores se bajó y como enloquecido se metió en una casa de un pasaje peatonal a metros de donde lo emboscaron. Al dueño de esa vivienda no se le borrará la impresión nunca: estaba junto a su familia terminando de comer y se encontró de frente con un hombre cubierto de sangre que le suplicaba ayuda.
Para cuando la policía y los familiares de Honores llegaron a la casa del sorprendido vecino la camioneta que manejaba el sargento había sido robada e incendiada en un basural de Cabín 9. En el interior del vehículo calcinado se hallaron dos armas de fuego. Una era la 9 milímetros reglamentaria del policía y la otra un revólver calibre 32.
Escabroso. La cuestión que desde el inicio fue lo más escabroso en el análisis de este asesinato fueron sus motivos. Dos meses después del crimen el fiscal de Cámaras Guillermo Camporini recibió un anónimo que denunciaba una vinculación de numerosos oficiales con mando en Rosario con los búnkers de drogas. Allí se enlazaba el asesinato de Honores con el de Carlos Fajardo, hallado amordazado y con signos de tortura en el baúl de un auto en Carcarañá en diciembre de 2011. Miguel Angel Ferreira tenía por entonces causas abiertas en los tribunales de Cañada de Gómez, jurisdicción que abarca Carcarañá, donde mataron a Fajardo.
También se mencionó desde el principio que el homicidio de Honores tenía que ver con un desacuerdo por dinero proveniente del campo narco en el que estaban implicados dos oficiales superiores de la policía rosarina.
Pero nada de esto aparece en el requerimiento de elevación a juicio como motivación del crimen del sargento. "No hubo ningún elemento ni indicio que aportaran en ese sentido", dijeron desde la fiscalía.
Lo único que aparece insinuado como móvil del hecho fue señalado por la esposa de la víctima ya bien avanzada la causa. Ella dijo que se enteró por comentarios que su esposo había hecho negocios con Daniel Herrera y Miguel Ferreira. "Esos consistían en que mi esposo me quería dar una sorpresa y había adquirido una casa en Funes. Al enterarme de esto como nosotros teníamos cierta cantidad de dinero ahorrado en nuestro domicilio verifiqué el lugar donde lo guardábamos y la plata no estaba. Tengo entendido que la vivienda era de la novia de Daniel Herrera y que mi marido le estaba reclamando a él los papeles de la casa. (...) Mi esposo se sintió estafado, combinó un encuentro con Miguel Ferreira la noche en que se retiró de mi casa y no volvió".
Elementos. La fiscal Aráoz enumera los elementos que sustentan el pedido de juicio para Ferreira. Afirma que en sus últimos momentos de conciencia, ensangrentado, habiendo recibido múltiples impactos de bala y luchando por cada palabra, es el propio Honores quien ante distintas personas sindica al autor material del hecho. "No es un nombramiento accidental. Lo que Carlos Honores hizo fue utilizar sus últimos momentos de vida para guiarnos hacia la justicia de él y su familia", señala la fiscal.
Aráoz consigna que la pareja de Ferreira declaró que un día antes de la muerte de Honores aquel llegó a su casa y apresuradamente le dejó un dinero a ella para el cuidado de sus hijas y le dijo que debía marcharse a Córdoba. El asesinato, para la funcionaria, no es un evento espontáneo, no fue una discusión y un desenlace fatal inesperado.
"La realidad es que Ferreira tenía planeado irse a Córdoba luego del encuentro con el sargento Honores. Por ello organiza un encuentro nocturno y por razones que aún se tratan de descubrir le realiza múltiples disparos para posteriormente huir en la Toyota Hilux de la víctima". Recuerda además la fiscal que Ferreira admite que lo conocía a Honores y reconoce haber sido empleado de Daniel Herrera.
La acusadora considera que Ferreira fue el matador del sargento y que actuó por orden del aún fugitivo Herrera. Por ese delito pide que enfrente un juicio.
Ultimas palabras para señalar a los autores
En testimonios colmados de detalles, varias personas afirman haber oído a Honores señalar a sus asesinos. Uno es Carlos C. quien tiene su vivienda frente al lugar del homicidio. Este testigo dijo haber visto el ataque. "Vi una chata de color claro retroceder de manera brusca que frenó frente al portón de mi casa. Cuando abrí el ventiluz vi a un tipo petiso, morrudo, corpulento de pelo corto que empezó a disparar contra la casa de mi vecino de enfrente. Cuando entré vi que este hombre tenía una herida de la que emanaba mucha sangre. Traté de calmarlo y explicarle que la ambulancia estaba en camino. El seguía balbuceando: «Miguel... Miguel y el Dani Herrera...» Entiendo que esos nombres eran de quienes le robaron la chata y lo hirieron".
Un amigo de la víctima, el policía Cristian D. F., también fue a la casa donde Honores se había refugiado. "Respiraba con mucha dificultad. Yo me arrodillo, le agarro la mano fuertemente y me pongo cara a cara con él. Carlos, en un esfuerzo, me mira a la cara y me dice: «Fue Miguel, lo mandó el Dani»".
El dueño de la casa donde ingresó herido el sargento se llama Carlos K. En Tribunales declaró que mientras estaba cenando ingresó de repente un muchacho que cayó al suelo y se arrastró al dormitorio de una de sus hijas. "Le pregunté quién era y qué había pasado. Me dijo que era policía y que los que querían matarlo eran «un tal Miguel que anda con Daniel».