“¿Diferentes? ¡Todos!” Con esa movilizadora inscripción en sus remeras, los docentes y alumnos del Centro de Rehabilitación para personas con discapacidad visual Nº 2.014 Luis Braille conmemoraron ayer el Día Internacional del Bastón Blanco con una caminata por el parque de las Colectividades. En cada paso junto al río, esas frases estampadas despertaban interrogantes, certezas, inquietudes y rutilantes exclamaciones. Forjaban vínculos, estímulos y conductas, destacando con claridad la necesidad de alimentar un profundo compromiso para acompañar esta causa de inclusión.
La actividad de ayer persiguió el objetivo de concientizar. “En 1964 el bastón blanco fue instituido como símbolo internacional en una convención de personas ciegas. Y a partir de allí fue adoptado mundialmente. Con esta caminata por las calles de la ciudad buscamos concientizar a la sociedad, que entienda que cuando vean una persona con bastón blanco o verde, se acerquen y ofrezcan ayuda”, destacó la docente Verónica Pintón.
Mientras paseaban durante la mañana por la ribera central de la ciudad, los alumnos repartieron folletos explicativos, siempre con sonrisas bien dispuestas y planteos absolutamente enriquecedores. “Para las personas ciegas, el bastón blanco es sinónimo de independencia y autonomía. Para las personas con baja visión, el bastón verde permite resolver algunas situaciones que por su disminución visual no pueden realizar solos”. Con esas indicaciones difundían su problemática y el extraordinario valor del aporte de los bastones, como elementos distintivos, informadores y de protección.
“La gente tiene que entender que las personas con discapacidad visual pueden tener una vida como la de cualquier otra persona. Y también deben tratar de que no existan tantos obstáculos y barreras arquitectónicas en la vía pública. Eso lo deben comprender sobre todo los comerciantes y las obras en construcción. Se necesita una mejor señalización. Porque estas personas andan por las calles con su bastón, y hay muchas cosas que no pueden detectar”, remarcó la profesora.
Según Verónica, los que no pueden ver definen a Rosario como una ciudad “atenta y sumamente solidaria”. Y argumentó: “Es una ciudad organizada, con servicios, que está acostumbrada a ver personas con discapacidad visual por las calles, en los barrios, en el centro, estudiando o trabajando. Hay políticas orientadas a la inclusión, que es lo más importante. Y los rosarinos son muy solidarios”.
“Creo que muchas veces la gente no se acerca más, o no hace más cosas, por desconocimiento. La ignorancia es la barrera más fuerte con la que nos encontramos. Por eso, con estas actividades en espacios públicos buscamos darle visibilidad a lo que hacen, lo que piensan y lo que necesitan esas personas”, agregó Pintón.
“La gente debe saber que un discapacitado visual, lo único que no puede hacer, es ver. Pero hay un montón de otras cosas que puede hacer. Se basan en percepciones, sensaciones, desarrollando sus restantes sentidos, para comprender el mundo y tener una vida absolutamente normal”, profundizó la docente.
En tanto, desde su rol profesional resaltó que los disminuidos visuales tienen estructuras de apoyo y formación en la ciudad. “Hay servicios en el nivel público y también en el privado. Existe la Escuela Nº 2081, que es primaria para niños ciegos. Hay centros de rehablitación como nosotros. También está la secundaria especial Nº 2139, que sirve para darles apoyo en ese nivel. Y hay asociaciones como Mucar (Movimiento de Unidad de Ciegos y Ambliopes de Rosario) que trabajan muy bien”, subrayó.
De esa manera, exponiendo con naturalidad sus rutinas, sus preferencias y sus enseñanzas, durante una emotiva caminata junto al sol del Paraná, este grupo de disminuidos visuales dejó en claro que “diferentes somos todos”, y que la “solidaridad” es el mejor vehículo de inclusión y desarrollo de una sociedad.