La reciente donación de 690.000 euros de los tres grandes accionistas de la automotriz alemana BMW a la Unión Cristianodemócrata (CDU) de la canciller alemana, Angela Merkel, despertó ayer sospechas de corrupción en el gobierno y reabrió el debate sobre la necesidad de emprender una reforma de la financiación de los partidos políticos. Desde la oposición surgen voces que acusan a la canciller de venderse. Mientras, desde el entorno de Merkel insisten en que no están a la venta y rechazan las acusaciones que asocian estas donaciones con la presión de Alemania para revisar el límite en la emisión de dióxido de carbono de los automóviles fijado por la Unión Europea. El presidente federal de Alemania, Joachim Gauck, se mostró ayer partidario de hacer una posible reforma después de un llamamiento de la Organización Anticorrupción y de la oposición que solicitan que se cree una comisión para analizar el asunto. Entre las exigencias solicitan un límite máximo en las donaciones de particulares a los partidos y prohibir las donaciones de empresas.