En la subcomisaría 26ª de Villa Gobernador Gálvez todo funcionaba contra las reglas. Era normal que los presos pasearan por la cocina y el patio, hablaran por celular, recibieran visitas y no fueran sometidos a requisas. Había armas sin identificar en el despacho del comisario, raciones de comida acopiadas en la casa de su secretario y se robaba a comerciantes que se negaban a "colaborar". También había instrucciones para falsear actas y amenazas a los empleados que osaran cuestionar ese estado de cosas. Tal cuadro de corrupción fue descripto ayer por la fiscal de Violencia Institucional Karina Bartocci al atribuirles al jefe de dependencia y a su secretario una serie de delitos funcionales con base en la seccional donde germinó la organización mixta para robar.
Además de la atribución de comandar una asociación ilícita que recayó sobre el comisario Maximiliano Maldonado, en la audiencia imputativa celebrada ayer se ventilaron numerosas irregularidades constatadas en la seccional a su cargo. El jefe y el policía Juan Carlos Morgan, jefe de tercio que actuaba como su "secretario", fueron acusados de "dejar sin cuidado a los detenidos, en permanente contacto con el exterior a cambio de 3 mil pesos". Así lo planteó Bartocci, quien precisó que cinco internos contaban celulares para comunicarse con los vigilantes acusados.
Sin llave. De esa situación dieron cuenta escuchas y también otros policías que declararon bajo reserva de sus identidades. Uno contó que los jefes le habían ordenado que dejara a los presos sin llave, con celulares y acceso a la cocina. Relató que en una ocasión intentó encerrarlos porque él estaba solo en la dependencia y un detenido por homicidio le espetó: "¿Qué me venís a joder la existencia si nuestros familiares pagan 3 mil pesos?".
"Maldonado y Morgan casi siempre estaban juntos. Les abrían el penal y los dejaban entrar a la cocina. Cuando ellos se iban yo los encerraba nuevamente. Las requisas no eran frecuentes. Mucho no podía hacer porque estaba solo", reza un testimonio. "Siempre estaban juntos. Salían en el móvil o en su auto particular", aportó otro policía. Un empleado añadió: "Cuando llegaban abrían la puerta (de las celdas) que da al patio y la cocina. Comían con los presos. No nos dejaban revisar los bolsos ni a las visitas".
Un uniformado logró filmar con su teléfono uno de esos recreos de los detenidos hablando por celular y mirando televisión en la cocina pero uno de los internos se dio cuenta y se lo reprochó. A este efectivo "enseguida lo llamó Maldonado y le ordenó que salga a patrullar". Fue sancionado con un pase a la subcomisaría de General Lagos. El video que obtuvo fue incorporado como prueba en la causa.
La situación irregular de los presos también fue constatada en el allanamiento del jueves pasado, cuando se encontró a seis internos durmiendo en dos celdas sin llave, contiguas a una tercera donde dormía una nena de 13 años (ver aparte). "La única puerta con llave es la que comunica la guardia con los penales", dijo la fiscal, y precisó que en poder de los internos se hallaron cinco celulares, el DNI de uno de ellos y cien pesos.
Armas y amenazas. En el despacho del comisario se secuestraron un revólver calibre 32 largo sin inscripción envuelto en un paño, una réplica de una tumbera de dos caños, una réplica de una pistola con la inscripción "Adrián Almirón", una réplica de escopeta calibre 12, un revólver calibre 22 sin martillo y una pistola 22 EM_DASHtodo "sin indicación de su procedencia y estado"EM_DASH además de dos celulares, tres pendrives y una notebook.
En el allanamiento a la casa de Morgan en Pueblo Esther, en tanto, se hallaron diez paquetes de yerba, diez de fideos, diez de azúcar y diez de arroz correspondientes a raciones de alimentos asignados a la seccional de Nahuel Huapi y Pellegrini.
Un empleado denunció que en una ocasión recibió de parte de Morgan esta amenaza: "Me llego a enterar de que estás parando gente que no tenés que parar y me meto en tu casa y hago colador a tu familia".
De manera similar, otra uniformado contó que alguien cercano le advirtió que tuviera cuidado porque sus superiores podían mandarle a hacer una entradera. "Comencé a mirar con más claridad los movimientos. Llegaban personas en moto, hablaban con los presos. Yo estaba solo y tenía miedo de que fueran a rescatar a los presos. Temí que a la entradera me la hicieran en la comisaría", dijo, y recordó que en esa época le llamó la atención un mensaje inusual de Morgan diciendo "¿todo tranquilo en la guardia?" que no contestó.
Lesiones truchas. Otro incidente grave detectado fue la colaboración para falsear un acta a fin de favorecer a una colega, Leticia A., que hirió de dos balazos a un vecino con su arma reglamentaria. La mujer le disparó en medio de un forcejeo, tras discutir porque a su hermano le habían robado las zapatillas. Por teléfono, le dieron instrucciones de decir que efectuó un primer disparo al aire cuando su hermano estaba siendo agredido por vecinos, que a ella le pegaron y que "se vio obligada a disparar al piso". La forzaron a autolesionarse con un cuchillo para simular un acción defensiva y le sugirieron denunciar el hecho en la comisaría 26ª para que "la cubran lo más que puedan".
En una escucha se capta a un policía diciendo: "Reelaboramos el acta. La acomodamos un poquito y la tuvimos que lesionar más. Tenía una herida en un brazo y le hicimos una cortopunzante en la zona abdominal porque apareció un caco con dos tiros"; en referencia al herido en ese incidente, Diego Q., hecho que se investiga en una causa judicial separada.
Por todo esto, Maldonado y Morgan fueron acusados de cohecho, falsedad ideológica de instrumento público e incumplimiento de deberes, mientras que el secretario también fue acusado de malversación de efectos, amenaza y la tenencia ilegal de arma de uso civil por una escopeta calibre 16 hallada en su casa.