Entre la apatía del ciudadano común y la adrenalina de los que figuran en las boletas. Así transcurrió una de las campañas cualitativamente más pobres que se recuerde desde 1983 y que termina hoy a las 8. Como en todo, siempre hay excepciones a la regla, y habrá que ver si los resultados premian a los que sí han tenido cosas subyugantes para vocear.
"Las campañas aportan radiografías del estado de la comunicación política. Como la pintura de Fernand Léger, son el gran desfile, ciertamente un espectáculo circense", escribió en 1995 el politólogo Silvio Waisbord. 20 años después, en estos días de oferta proselitista, se han visto más caras, caritas, globos, banners y folletos que ideas novedosas.
Esa concepción de festival, de sublimación del rostro para hacer conocido a un candidato, adquiere una dimensión desmesurada a la hora de privilegiar las nuevas estrategias del marketing político. Si antes había que recurrir al número de afiliados a un partido político o a la convocatoria a los actos para intentar proyectar resultados y estimaciones sobre ganadores y perdedores de una elección, ahora lo que se privilegió fue saber si los postulantes medían o no medían en las encuestas.
Ese nuevo ideario, sumado al aumento cuantitativo de oferentes electorales —léase postulantes—, convirtió a las campañas (provinciales y municipales) en una multiplicidad de orquestas que se taparon muchas veces unas a otras y que impidieron distinguir los fraseos de los solistas.
Romper las reglas. El desinterés de los ciudadanos a la hora de involucrarse y el corrimiento de los partidos como instrumentos únicos hicieron desaparecer la concepción partisana que tuvieron hasta la década pasada los actos políticos. Anoche, un sector del kirchnerismo fue la excepción al organizar un acto para sus militantes, a la vieja usanza, en Sportivo América. Las caravanas, aquellos cortejos que cruzaban Rosario de punta a punta, han desaparecido como el policía de la esquina.
Hoy los candidatos van a buscar a la gente en parques, peatonales y barrios, actitud inversa a las campañas del pasado, con candidatos bañados por el entusiasmo popular. Los mitines sólo convocan a los propios interesados (léase candidatos) y a los militantes, por lo que debería tenerse una mirada piadosa hacia las nuevas formas de la comunicación política.
Todos los candidatos depositaron demasiada expectativa en los spots publicitarios que paga la provincia. Es tan efímero el tiempo del que disponen en radio y TV que suena hasta exagerada aquella máxima de Andy Warhol: "En el futuro todo el mundo será famoso durante 15 minutos".
Pero, lo que se ve es lo que hay, y ha llegado para quedarse. Para quienes tienen definido su voto de antemano por cuestiones ideológicas, de apoyo a una gestión o por lealtad partidaria, la iconografía policromática que auspician los afiches sólo será un problema de contaminación visual. Todavía ningún especialista en campañas ha dicho cómo influye esa cuestión entre los que definen el voto de acuerdo a otros parámetros.
Las primarias muestran ausencia mayoritaria de espíritu competitivo en los frentes. Sólo hay competencia directa en el Frente Progresista (en todas las categorías), en algunas del Frente Justicialista para la Victoria (diputado, senador y concejal) y en el Frente Renovador (concejal y legisladores). Salvo para los que se enfrentan directamente, se tratará de una gran encuesta que posicionará a los más o menos favoritos.
Entre tanto cartel y pasacalle (y como una forma de calmar a quienes demandan mayor calidad en los protagonistas de carne y hueso) no está de más citar a Charly García: lo que ven es lo que hay.
Sobre el final de la campaña desembarcaron en la provincia los aspirantes a la Presidencia de la Nación, buscando un rédito que les permita sacar alguna tajada diferenciadora en los diarios nacionales del lunes.
Daniel Scioli no se privó en mostrarse con quienes pujarán en las internas del peronismo y de darle un aval explícito a Omar Perotti. Los peronistas santafesinos tomaron para sí ese lugar emblemático que ha sido siempre el bar El Cairo para los candidatos del Frente Progresista tratando de que ese sitio emblemático opere como imán para los medios y proyecte una imagen diferente a las de los climas endogámicos de las unidades básicas.
Se registró el miércoles un mix entre el color naranja sciolista y los símbolos clásicos del Frente para la Victoria. Antes, había sido la llegada del tren Rosario-Buenos Aires la perfecta excusa para que Florencio Randazzo se muestre casi con los mismos protagonistas locales.
El PRO santafesino ha recibido una y otra vez a su líder, Mauricio Macri, quien pidió por todas las formas posibles (llamados telefónicos, redes sociales y spots audiovisuales) el voto para Miguel Del Sel y Anita Martínez, las espadas macristas.
En esa misma línea tampoco se guardó casi ninguna carta Sergio Massa, quien no vino ayer a Rosario al cierre de campaña de Alejandro Grandinetti pero sí estuvo con anterioridad. Antes había enviado a la ciudad a su esposa, Malena Galmarini, y a sus especialistas en seguridad y economía.
En el Frente Progresista decidieron concentrar los esfuerzos en la aldea, en el territorio. En los últimos días sólo Victoria Donda paseó su mensaje de campaña en favor de Miguel Lifschitz y Mónica Fein.
De acuerdo a los resultados de pasado mañana se sabrá quiénes de esos referentes nacionales pisarán suelo rosarino o de la capital provincial para compartir escenario y foto con los ganadores y quiénes se quedarán en sus domicilios disfrutando oportunamente el domingo en familia.
Hasta la campaña que viene.