Los héroes siempre están solos. Sea en el capitán Kirk, de “Star
Trek” o Ulises. En la Enterprise todo se va al demonio. Kirk ordena evacuar la nave. Salva
800 vidas, entre ellas la de su hijo por nacer, el futuro, y definitivo, Capitán Kirk. Y muere. Con
humor y con guiños para los fans de toda la vida de “Viaje a las estrellas”, la
renovada “Star Trek”, vuelve a las fuentes, no sólo de la serie, sino también de las
sagas heroicas de la mejor estirpe con un personaje principal que reúne defectos y valores
clásicos. Salto atrás, a mediados del siglo pasado. La 1 de la mañana para uno de los protagonistas
de “Los desnudos y los muertos”. Un barco rumbo a una isla del Pacífico. Un hombre,
solo, sube a la cubierta. La luz de la luna ilumina el mar y a él mismo. Se escucha el rumor del
motor y del agua. Sabe que dentro de tres horas puede morir en un bombardeo. “Qué
importa”, piensa. “Sólo te pueden matar una vez”. Otro salto, a principios del
mismo siglo. Charlie Marlow en otro barco, rumbo al corazón de las tinieblas, a su encuentro con
Kurtz. Los héroes que se acercan a la categoría de clásicos son en su gran mayoría falibles, y
apuntan a una identificación con el humano de a pie. Pasa con Rick Deckard, de “Blade
Runner” hasta los Karamazov; “Conejo” Ansgtrom, Oliveira y La Maga, o Gauna de
“El sueño de los héroes”. El western clásico es un buen referente. La imagen por
excelencia del género, desde John Ford hasta Clint Eastwood, es el tipo solitario, con una pistola
lista, espíritu de conquistador y una bien camuflada sensibilidad. Como lo son los soldados a los
que rinde tributo Norman Mailer en “Los desnudos y los muertos”, o Kurtz, de Conrad;
Deckard o el capitán Kirk. No por casualidad el segundo nombre de James Kirk es Tiberio y el del
villano Nerón.