"Les di todo, como vos me dijiste Petisa". Con esas palabras escritas en un anotador, Cacho, el remisero de 64 años baleado en el rostro el martes por la noche en Villa Gobernador Gálvez, le explicó a su esposa que no había motivos para que uno de los ladrones que lo asaltó abriera fuego con una tumbera de fabricación casera y le desfigurara el rostro. Ramona, la esposa del remisero, contó ayer que su marido fue operado nuevamente el jueves y que nadie puede decirle cuánto será el tiempo que pasara para que el hombre pueda hablar. "Los perdigones le atravesaron la cara de lado a lado. El Gringo (como ella lo llama) casi no tiene el maxilar inferior, porque los perdigones hicieron un desastre. Pero a mí no me importa, yo lo quiero igual", respondió la mujer que está con Cacho desde que se comprometieron, cuando ella tenía 15 años.
En tanto, el jueves a la tarde la investigación de la comisaría 25ª rindió sus frutos y hubo dos detenciones por el ataque a Cacho. En la vivienda de La Ribera y Maipú, a unos 200 metros del paredón sur del frigorífico Swift, fueron apresados Rocío Joana S., de 25 años y amplio pronturario en su haber; y Daniel Omar L., de 32 años, quien había sido condenado en 1997 a cinco años de cárcel por un robo calificado y privación ilegítima de la libertad.
En la vivienda allanada, por orden del juez de Instrucción en feria Juan José Pazos, se hallaron varios cartuchos de escopeta calibres 12.70 y 16 que habrían sido percutados con una tumbera (ver aparte). También se secuestró una moto marca Kimco de color rojo sin dominio con pedido de secuestro por haber sido robada el 30 de diciembre pasado en jurisdicción de la subcomisaría 20ª, en la zona sur de Rosario. Tanto Daniel Omar L. como Rocío Joana S. fueron acusados de robo calificado, lesiones gravísimas y, además, por encubrimiento de robo en el caso de la moto hallada.
El viaje. Cacho es el apodo por el que todos conocen en Villa Gobernador Gálvez a Antonio Aielo, el hombre de 64 años que el martes a la noche recibió una descarga de perdigones en su rostro mientras dejaba a una pasajera en San Juan al 700, entre Corrientes y Santiago del Estero, en la vecina ciudad. El chofer, que desde hace dos semanas trabajaba como remisero en el horario nocturno, tomó un viaje en la central de la empresa Remicorp, en avenida San Diego 639, a las 23 de ese día y bajo la tormenta que asolaba la zona. Entonces, una pasajera subió en el asiento trasero del Fiat Siena que manejaba Cacho.
A partir de las dos detenciones producidas ayer y el relato de Ramoma, los pesquisas pudieron delinear con mayor precisión lo que le sucedió a Cacho Aielo en ese viaje de 12 pesos por unas 15 cuadras.
Para los investigadores, la mujer que abordó el auto de Aielo es Rocío Joana S., quien tiene un antecedente por robo calificado del verano pasado en jurisdicción de la comisaría 25ª. La mujer le pidió al chofer que la llevara a San Juan al 700. "Preguntó si tenía cambio de 100 pesos porque sino el viaje se lo iba a pagar una amiga", explicó ayer una fuente de la causa. Al llegar a destino Rocío encañonó a Aielo con un revólver y le exigió la recaudación.
El chofer no sólo tenía el dinero de ese día, sino el de la noche anterior. "Cuando él le estaba dando el dinero, aprovechó que ella se quería bajar y sacó el auto en marcha atrás. Ahí fue que el tipo (para los pesquisas, Danielito L.) le disparó desde afuera del vehículo. Como tenía la ventanilla cerrada por el aire acondicionado los perdigones estallaron y le impactaron en la cara", recordó Ramona. El disparo fue realizado a poco más de 50 centímetros, vidrio de por medio, y los perdigones impactaron a la altura del pómulo izquierdo de Cacho provocándole fracturas en el maxilar inferior y superior con pérdidas de piezas dentarias. Los pequeños trozos de plomo arrasaron con todo el tejido a su paso y también parte de la lengua.
Mientras la pareja huía con el botín, Cacho manejó una cuadra y media hasta la casa de uno de los dueños de la remisería. Sólo él sabe cuánto dolor sufrió. El chofer se aferró a la bocina del Siena pero la fortuna le fue esquiva. El patrón estaba de vacaciones. Un vecino de la cuadra se le acercó, "pero el hombre estaba asustado y tal vez pensó que lo querían atacar otra vez. Entonces puso primera y manejó otras tres cuadras hasta que se encontró con el móvil de la 25ª", explicó una fuente. De ahí lo llevaron al hospital Gamen y posteriormente lo derivaron al Heca, en Rosario. Allí lo asistieron médicos del área de cirugía de cabeza y cuello. Se le realizó una operación para limpiar la herida, reparar tejidos y quitar perdigones. Y posteriormente, por etapas, se le deberán realizar cirugías plásticas para recomponer el rostro. En ese sentido, el jueves Cacho entró nuevamente a quirófano donde le extirparon el taco de goma que tenía el cartucho que le dispararon y que le quedó incrustado en la herida.
Escribe todo. "Sólo uno de los perdigones pasó limpio. Los otros hicieron un desastre y tres le quedaron incrustados en la sien izquierda. Lo que lo complica a mi marido es que padece de diabetes y presión. Y como no puede hablar se pone nervioso, porque quiere contar", explicó Ramona. "Cuando el comisario de la 25ª (Walter López) le contó que los habían agarrado, se quedó más tranquilo", indicó la esposa de la víctima. "Como no puede hablar tuvo que escribir todo en una carta. No sabemos cuando va a poder hablar otra vez. O cuando va a poder comer, pero a mí no me importa. Lo quiero igual", relató la mujer normalizando la angustia para no alterar a una de sus nietas.
Cacho y Ramona se casaron hace 46 años. Tiene tres hijos, una de ellas mujer, once nietos y esperan para el mes que viene su primer bisnieto. "Señor, lo dejo porque a las 2 de la tarde tengo que reemplazar a mi hijo para cuidarlo a Cacho. Esperemos que todo salga bien", dijo Ramona, y se despidió en la puerta de su casa en el barrio Parque Alegre de Villa Gobernador Gálvez.
Un arma con alto poder de fuego
La tumbera es un arma artesanal que se construyen con un caño galvanizado, similares a los de instalación de gas, a veces en un tallercito casero. Puede ser de un caño o dos, según la habilidad del ocasional armero. Se carga por adelante, con cartuchos calibre 12 o 16 de escopeta, y se accionan con una púa o un dispositivo de resorte similar al lanzador de un flipper, a manera de percutor. Es tan letal como una escopeta del mismo calibre.
“En la casa allanada se encontraron cartuchos calibres 12.70 y 16 que, por nuestra experiencia, se puede decir que fueron percutados con una tumbera”, explicó un vocero policial consultado. “Los cartuchos están casi perforados en el culote. Cuando el cartucho es detonado por una escopeta, la aguja percutora deja en el culote una marca suave. En cambio, cuando se usa una tumbera, donde para suplir la aguja percutora se usa una bujía o un clavo, el culote queda casi perforado. En la escopeta, al aguja golpea el culote del cartucho. En la tumbera, el cartucho impacta contra la improvisada aguja percutora”, enseñó un oficial policial.