Pocos imaginan cuando entran al Museo Histórico Provincial Julio Marc que sólo
el 25 por ciento del volumen total de su colección se encuentra a la vista, y que el resto de sus
piezas permanece en depósitos —o mejor llamadas por los especialistas, reservas—, en
proceso de restauración o investigación, o simplemente en descanso. Para su 71º aniversario, el
jueves pasado, las autoridades del museo abrieron la puerta justamente a esos espacios del segundo
piso del edificio, habitualmente inaccesibles, donde miles de piezas esperan el momento de volver a
las salas.
"Las piezas no pueden estar todo el tiempo en exposición", explicó el director
del museo, Rolando Maggi, y detalló que "esa sobreexposición arruina el bien. Todas las piezas
tienen que estar expuestas durante un período y luego pasar a descanso, permanecer guardadas para
ser investigadas y restauradas".
El director no soslayó la "falta de espacios", y en ese sentido recordó que
cuando "el museo abrió, en 1939, no se pensaron espacios técnicos; sólo estaba la dirección, la
mayordomía y los sanitarios".
La colección. Las piezas de arte hispanoamericano colonial constituyen una de
las colecciones más significativas del país, con más de 700 objetos, imaginería, platería de uso
civil y religioso, altares y retablos, pinturas y muebles, libros y documentos; además de pintura
sobre textil, madera y metal.
Entre esa colección se encuentra el altar de madera, una de las piezas más
relevantes del museo por su "complejidad", explica María Amalia Evangelista, del área de
conservación del museo. Datada en el XVIII, se trata de un retablo de Potosí realizado en cedro
paraguayo que tuvo que ser retirado de las salas de exposición en 2003 por problemas de humedad y
que desde entonces se encuentra en proceso de restauración.
Así, en la planta alta del museo se despliegan las diferentes piezas que están
siendo recuperadas por cinco especialistas contratadas a través de un subsidio de 15 mil pesos del
Fondo Nacional de las Artes. Bajo enormes lupas, limpian metódicamente cada una de las columnas del
retablo.
"Primero se hizo un diagnóstico y un registro fotográfico, luego se hicieron los
test de solubilidad para determinar con qué retirar la suciedad", explicó Evangelista, y como
detalle agregó que "como una forma antigua de cuidado, estas piezas fueron enceradas, lo que hizo
más difícil el trabajo, porque esa cera sólo se puede retirar manualmente con un bisturí".
Laboratorio. En otro de los espacios se trabaja en la limpieza y clasificación
de las piezas que llegan desde la investigación arqueológica de Puerto Gaboto, en el Fuerte Sancti
Spíritu, nada menos que el primer asentamiento español en la Cuenca del Plata levantado en el
1500.
Según detalló el director del museo, se trata de "miles de piezas", que incluyen
desde cuentas venecianas que eran utilizadas como monedas, cascabeles que tenían el mismo uso, y
dados; además de fragmentos de cerámica. Todo eso puede verse embolsado en la planta alta del
museo, donde se lo limpia, se lo clasifica y se lo tiene en custodia hasta tanto se determine su
destino final.
Sin embargo, para diciembre esperan tener armado en ese mismo espacio el
laboratorio arqueológico, una inversión de la provincia de 250 mil pesos, que permitirá "tener al
personal trabajando sistemáticamente en la limpieza final de las piezas, secado y guardado",
detalló Maggi.
Depósitos. Vitrinas con sables, estanterías con colecciones de mates y otras
piezas pueden verse también en la planta alta. Pero quizá las piezas más delicadas sean los
textiles. Por eso, esperan poder tener para esas piezas un espacio especial que se hará junto al
laboratorio arqueológico. "Debe ser un depósito con características muy especiales, como control de
temperatura, humedad y deshumidificación", detalló la integrante del área de conservación.
El depósito que ya cuenta con las condiciones adecuadas es el que resguarda a
centenares de muebles de la colección. Allí están resguardadas mesas, sillas, luminarias y
mobiliario, sobre todo del siglo XIX y principios del siglo XX; y piezas con características
particulares como el respaldar de una cama peruana del siglo XVII.
Muchas de estas piezas fueron retiradas de las salas en 2003, meses antes del
Congreso de la Lengua, para permitir el montaje de la muestra dedicada al escritor Ramón Gómez de
la Serna. Ahora, algunas esperan ser investigadas y restauradas, otras simplemente el momento para
volver a ser exhibidas.