Mentes abiertas y predisposición a dejar sorprenderse, así se disfruta muchísimo el show de este grupo compuesto en su mayoría por artistas israelíes, pero que también tiene integrantes de España, Costa de Marfil y Gran Bretaña, entre otras nacionalidades. Con esa actitud asistió el numeroso público que participó activamente en las tres funciones de "Racconto", que Mayumana ofreció este último fin de semana en el Astengo.
En off, el presentador catalán Andreu Buenafuente va relatando los inicios de la compañía creada en Tel Aviv por Nylon Nuphar, Boaz Berman y Roy Offer. Su tarea fue la de adaptar el guión, originalmente escrito en hebreo y vincular los distintos cuadros, siempre con humor.
En el show juegan un rol fundamental la percusión, la danza, las nuevas tecnologías y la comunicación con el público que recibe y acepta la propuesta de participar activamente. También la expresión corporal y gestual aportan en cuadros que suman destreza y buen humor.
En los primeros ensayos, así arranca el espectáculo, aparecen los primeros instrumentos de percusión: contenedores de basura y otros objetos de la vida cotidiana. Con recursos originalísimos, la destreza y la perfecta sincronización son los pilares de una puesta en escena que incluye un diseño de luces potente y brillante.
La creación de nuevos sonidos, es otra de las premisas artísticas. Para ello el trabajo de amplificación tiene un cuidado extremo porque estos nacen de instrumentos ejecutados en vivo, pero también producidos de manera electrónica.
El carácter universal de la agrupación se nota en las músicas y las danzas incluidas: rock, pop, flamenco, árabe y contemporáneo.
Para contar el final del proceso de diseño de la compañía, el grupo arma melodías con sonidos onomatopéyicos y la puesta escénica simula un taller industrial creando efectos que acompañan el relato. A esta altura del show, el público queda cautivo y abierto a dejarse seguir sorprendiendo. En el final, el relator refresca y reinvindica las ideas de Mayumana: hacer lo que aman, con el corazón y convertirlo en alegría para el espectador. Durante una hora y media el público no siente que va a ver una obra, sino que forma parte y que sus sentidos se despiertan y se activan con la energía que llega desde el escenario.