Oslo. — Es posible que, de haber escuchado las palabras de su héroe, Barack Obama, durante el agradecimiento por el premio, algunos activistas se sintieran decepcionados. Y es que el mandatario se enfrentó ayer a un dilema, en su doble —y en principio contradictorio— papel de flamante Nobel de la paz y de "presidente de la guerra", como lo llaman algunos por el conflicto en Afganistán. Obama es consciente de ese conflicto y del pesado lastre que éste significó ayer en Oslo. Y a nadie pasó por alto que, apenas una semana antes, anunció el envío de 30.000 soldados más a Afganistán. Con "profunda gratitud y gran humildad", Obama agradeció el premio. Sin embargo, el invitado de honor no pareció del todo cómodo y tampoco desplegó el atractivo de otras ocasiones. Tampoco evitó entrar rápido y de lleno en el tema: "Soy el comandante en jefe de un país en dos guerras", dijo. Y se reconoció como responsable del envío de miles de jóvenes a un país lejano, donde "algunos matarán, otros serán matados".