Otra vez una zona del barrio La Tablada fue escenario de hechos de sangre. El rectángulo de siete cuadras por seis delimitado por bulevar Seguí, avenida Grandoli, Centeno y Ayacucho tuvo su media hora de furia, plomo y muerte. Fue entre la 0.30 y la 1 de ayer. Dos pibes muertos a balazos y otro herido de bala. Además, dos mujeres fueron alcanzadas por proyectiles disparados por armas de fuego en un hecho aún oscuro. Las primeras investigaciones policiales indicaban ayer que ninguno de los ataques estaría conectado con los otros, pero sólo el paso de las horas y los días podrá esclarecer esa sospecha.
El primer asesinato se produjo en la esquina de Ayacucho y Centeno. La víctima fue identificada como Nicolás Horacio López, quien tenía 18 años y no contaba con antecedentes penales. Algunos vecinos del lugar dijeron que el pibe era jugador de las divisiones inferiores de Rosario Central. Recibió tres balazos que le dispararon desde una moto. El segundo crimen fue en Grandoli al 3500, en el cruce con el pasaje Page. Allí Nicolás Iván Basualdo, de 17 años y con varios antecedentes penales sobre la espalda, recibió un certero balazo en la cabeza que lo dejó muerto sobre el pavimento (ver aparte).
Heridos. En tanto, a pocos cuadras de la escena del crimen de Basualdo, en Esmeralda y 24 de Septiembre, un pibe de 18 años identificado como Alan L. resultó herido con un balazo en una de sus piernas y fue asistido por una ambulancia del Sies que lo trasladó al Hospital de Emergencias.
En cuanto a ese ataque, varios vecinos de la zona del pasaje Page y Grandoli indicaron a este cronista que "anoche (a la madrugada) hubo un tiroteo infernal entre los pibes de calle Esmeralda con este muchacho (Basualdo). Era como que se respondían y no eran sólo dos armas. Fue duro", explicó una doña del barrio.
Los restantes heridos registrados durante la madrugada fueron dos hermanas, de 25 y 26 años, quienes ingresaron cerca de las 8 de la mañana al hospital Provincial desde las inmediaciones de Esmeralda al 3400 y con balazos en sus brazos. En principio los investigadores no vinculan el hecho en el que resultaron heridas con los otros episodios aunque, en territorios como los mencionados, todo puede tener que ver con todo.
Dos asesinatos y un herido en media hora. Todo en un espacio de siete cuadras por seis que se erige en la zona más áspera de La Tablada. Crímenes con diferentes ribetes que ponen a los investigadores, al mando de la jueza de Instrucción Patricia Bilotta, a meter manos en los árboles genealógicos de las balaceras que antecedieron a los muertos de ayer. En barrios como La Tablada, el lugar donde se produce un asesinato o la relación familiar con víctimas del pasado pueden transformarse en un campo de mortajas donde los pibes disparan a lo loco y son asesinados como perros.
Tres tiros. A la 0.30 de ayer Nicolás Horacio López, de 18 años y jugador de las divisiones inferiores de Rosario Central, estaba con un grupo de amigos en inmediaciones de Centeno y Ayacucho cuando una moto roja de baja cilindrada pasó a lo loco por el lugar y quien iba como acompañante del rodado disparó hacia donde él estaba.
López fue alcanzado por tres plomos: uno en el hombro, otro en la pelvis y el restante en el antebrazo, todos del lado izquierdo. El pibe trató de guarecerse en el pasillo que se abre en el 4096 de Ayacucho, un lugar donde resaltan las pintadas que recuerdan a Claudio Tomás Caio Colli, el pibe de 19 años asesinado cuando subía a un colectivo con sus amigos para festejar la primavera de 2011. "Caio presente", rezan las pintadas. Pero López no pudo llegar hasta una casa color verde que buscaba como refugio. Quedó sentado, atornillado por el ardor que le causaba el proyectil dentro del cuerpo. Los vecinos lo cargaron en un auto y lo llevaron al Hospital de Niños Víctor J. Vilela. Lo bajaron en la guardia pero ya estaba muerto.
"Era un pibe mil puntos. Era trabajador y jugaba al fútbol de las inferiores de Central. Practicaba en la ciudad deportiva de Granadero Baigorria", explicó una vecina que se acercó a la casa de Alem al 3900 donde residía Nicolás junto a su familia. La mujer quería saber dónde lo velaban. "No sé. Yo me enteré por internet. Sé que tenía problemas con alguien porque andaba jodiendo a la hermana. Pero esto es muy raro", expresó uno de los amigos de Nicolás en la puerta de la vivienda.
Una vieja pistola. López no tenía antecedentes penales. Vivía con su padre y una hermana en la casa de calle Alem donde ayer todo era silencio. Lo que llamó la atención de los investigadores fue que entre sus ropas el pibe llevaba una pistola calibre 6.35 desvencijada, sin proyectiles y con su cargador defectuoso, sin el resorte. "Si esperaba enfrentarse con alguien no había elegido la mejor arma", explicó un pesquisa.
"Mirá. No se que pasó y tampoco te lo voy a contar porque acá es muy fácil meterse en líos. Te pido que no me comprometas", le dijo ayer a este cronista, claro y conciso, un vecino vestido con camiseta de árbitro y marcando un territorio donde reina el temor.