Cuando llegó su primer libro, lo pensó como agradecimiento y surgió Mercí!. Cuando imaginó el segundo, recordó una frase célebre que dijo alguna vez Carlos Monzón y apareció Pipí Cucú. Ahora Decur ofrece Semillas, por lo que contiene y promete. “Me gustan esos libros en los cuales no sabés con lo que te vas a encontrar en la próxima página —dice—. Puede gustarte o no, puede alegrarte o entristecerte, pero la sorpresa es lo que me gusta e intento hacer eso. En realidad me nace así”.
Decur es Guillermo Decurgez, nació en 1981. Vive y trabaja en Arroyo Seco. Y aunque no hace mucho abandonó el hogar familiar, y allí quedó su ingenioso escritorio circular, continúa en su territorio preferido. El geográfico, claro, porque sin dudas el de los dibujos es el que lo atrapa desde siempre.
Su primer libro, Mercí!, dice que no fue pensado como tal. Fue una recopilación de los dibujos que subía regularmente a internet. Algo oscuro ilumina+ ese libro. Decur jugó desde pequeño con las líneas, las sombras y los colores, pero la necesidad de conseguir un trabajo opacó la posibilidad de disfrutar del dibujo: fue albañil, obrero automotriz y trabajó en un cíber. Esos días y sobre todo esas noches cobijaron los dibujos que componen Mercí!.
Y el agradecimiento, entonces y ahora, es a Liniers, a quien eligió como su maestro y que lo ayudó a ingresar al mundo de los dibujantes. Agradecimiento que extendió a Max Cachimba y al editor Daniel Divinski.
Mercí! le abrió un nuevo mundo, el del dibujo como trabajo. Sus obras comenzaron a circular: publicó en revistas, como Orsai, por ejemplo, mostró sus trabajos en el país y en el exterior. Y llegó Pipí Cucú, un libro mucho más amplio, con más colores, donde se animó a publicar algo de humor, y buscó complicidad en los más pequeños. Una muestra, con sus trabajos desde que era pequeño, se montó en Rosario y en otras ciudades del país.
Ahora, y de la mano de ediciones De la Flor, llega Semillas, donde hay historias y también humor. “Muestra el terreno de varias siembras”, detalla Decur en diálogo con Más. “Una de sus semillas es Leti, un personaje al cual estoy dando cuerda y que día a día crece más dentro de mí. Leti tiene dos amigos, Mongo y Totó, que la acompañan al jardín para investigar todo lo que se les cruce”, explica.
Hay un objeto fetiche que Decur mantiene desde hace años en sus producciones. Un escritorio, muy similar a un secreter, lleno de cajoncitos. “Semillas es también un lugar en el que los escritorios caminan, sienten y se emocionan”, adelanta el dibujante.
Esta vez la explicación de su nombre parece estar guardada en alguna de esas pequeñas gavetas. “En este libro la explicación es más profunda y simbólica, porque me permite nombrar tanto un color como una idea, un personaje o lo que sea.
“El proceso de dibujarlo fue hermoso y muy gratificante para mí —expresa Decur—. Eso sí... una vez que terminaste el dibujo la realidad te dice; bueno, todo muy lindo pero hay que pagar la luz, el gas y todo eso... Desde Merci! hasta ahora todo lo que me ha pasado, tanto las cosas buenas como las malas, fueron excelentes. Muchas puertas se abrieron y las que se cerraron abrieron más”, señala.
Desde aquellas silenciosas noches, cargadas de personajes que por momentos parecían salidos de películas de Tim Burton, Decur ha creado portadas, postales, tiras y múltiples miradas que se han publicado en Argentina y el exterior. Pero le encanta publicar libros. “Publico para no pasarme la vida corrigiendo bocetos”, comenta y bromea: “Se lo robé a un dicho de Borges”. Lo cierto es que para él esa posibilidad es “una forma hermosa de estar en la casa de las personas”.
La literatura infantil parece cautivarlo, sin que aparezca como una marca de identidad pero sí como un marcado interés. En el bosque (cuentos de hadas) reúne relatos de los hermanos Grimm, adaptados a la historieta por diferentes dibujantes, y Decur integra el staff: “Hansel y Gretel”, por Federico Pazos; “Hans de Hierro”, por Pablo Cabrera; “Blancanieves y Rosarroja”, por Power Paola; “La señora Holle”, por Decur; “Jorinda y Joringel”, por María Elina Méndez, y “La princesa y el sapo”, por Liniers.
“Me interesan los cuentos infantiles y cada vez más”, admite Decur. Dice que no recuerda uno particular de su niñez: “De pibe me gustaba más treparme a los árboles. Y no lo digo de poeta aventurero, era un mono salvaje de verdad”. Arroyo Seco sigue siendo su lugar en el mundo, pero cambió su rutina de producción. “Antes comenzaba a las 20 y terminaba a las 8. Ahora hay una casa que mantener, cuentas que pagar, y escuchar a las malditas motos con sus malditos caños de escape que entran por la ventana de mi nuevo estudio. Por suerte existen la música y los parlantes de alto voltaje”, se enoja, aunque su cara se ilumina cuando habla de proyectos. Entre ellos, dos libros de viaje, “uno por el mundo y otro por las provincias argentinas. A fin del año pasado estuve más de un mes en Nueva York para comenzar así el cuaderno de viajes por el mundo. Le siguen París y algunas provincias de nuestro sur. También estoy haciendo una novela gráfica con Liniers y preparando el terreno para sembrar Semillas 2”.