Finalmente, luego de siete días maratónicos, el 8º Circuito Nacional de Teatro dejó un tendal de experiencias artísticas en los escenarios de Rosario, con un balance más que positivo en la recepción de los espectadores locales.
Finalmente, luego de siete días maratónicos, el 8º Circuito Nacional de Teatro dejó un tendal de experiencias artísticas en los escenarios de Rosario, con un balance más que positivo en la recepción de los espectadores locales.
Otra vez, el Festival Internacional de Teatro logró convocar a propios y extraños: un público variopinto, integrado en gran medida por estudiantes, compartió las 20 propuestas que se desparramaron en seis salas de teatro y dos espacios abiertos de la geografía rosarina. Sin embargo, este año las propuestas interesaron a una gran masa de espectadores considerados como "público general", que tal vez no suelen acercarse con frecuencia al teatro festivalero, esto es, a propuestas que pueden resultar más vanguardistas, de gran aceptación por los especialistas y un tanto alejadas de los circuitos comerciales más desarrollados por la maquinaria mediática. El lunes, que fue feriado nacional, fue el día del cierre con tres espectáculos internacionales y uno de pura cepa rosarina.
En el medio del Parque España, al pie de las escalinatas, con una multitud de familias enteras y grupos de adolescentes que transitaban en una tarde soleada, los payasos habituales que se presentan allí tuvieron que cerrar antes de lo previsto su número para ceder el espacio a "Batucada teatral", proveniente de Pereira, Colombia.
La Tropa Teatro Pereira fue invadiendo el espacio con cinco clowns que formaban una banda, cada uno con un instrumento musical diferente, de percusión y vientos. El grupo se alimenta de frentes escénicos como la imagen teatral, el ritmo, la sonoridad, el juego corporal y el color, para intervenir espacios públicos exteriores.
A las 19 fue el turno de "Arbol sin sombra", dirigida por el argentino César Brié, radicado en Bolivia, donde fundó el reconocido Teatro de los Andes, con el que se expandió también hacia Europa. Alrededor de 400 espectadores se ubicaron en las gradas del CEC para ver una obra profunda, basada en los hechos conocidos como la Masacre de Porvenir, ocurrida en septiembre de 2008 en Pando, Bolivia.
En el medio de la puja por la tierra y el odio racial, once campesinos bolivianos fueron asesinados a orillas del río Tahuamanu. Con centenares de heridos y una decena de desaparecidos, el caso nunca encontró justicia. El relato de Brié se transforma en una precisa narración de los hechos, entrando y saliendo de los diferentes protagonistas de la situación, y desde su propio lugar, ya que él mismo registró algunos de esos momentos con su cámara de video.
Con gran capacidad para metaforizar con objetos grandes conceptos de la humanidad y una precisa denuncia social que involucra a miembros del gobierno popular de Evo Morales, el espectáculo recibió el aplauso más sentido de todo el festival, porque "los procesos de liberación tienen zonas grises que los políticos pueden justificar pero que el arte debe denunciar", según palabras de Brié.
Casi en simultáneo, pasadas las 20, comenzaba "Moreira delivery" en Plataforma Lavardén. Un espectáculo del grupo rosarino La Comedia de Hacer Arte estrenado a fines del año pasado; un reflejo de la violencia de los sectores populares en algún lugar del Conurbano bonaerense.
El cierre estuvo a cargo de "Distancia siete minutos" (Catalunya) dirigida, escrita e interpretada por Diego Lorca y Pako Merino, en el Centro Cultural Parque España. Una obra que abre las puertas a la reflexión sobre la justicia, la felicidad y el destino.
La puesta final fue precedida por un acto en el que hablaron Miguel Palma y Guillermo Parodi, representante provincial y director ejecutivo del Instituto Nacional del Teatro, respectivamente. Los funcionarios destacaron la gran infraestructura de trabajo que sostuvo el festival, que integra un corredor nacional que involucra más de 20 festivales en todo el país.
Por Gonzalo Santamaría