Los años 60 dejaron en el mundo cambios sociales y estéticos entre otras transformaciones inolvidables. Rosario también pudo dar cuenta de aquellos impulsos con proyectos de la por entonces gestión municipal: muchos fueron realidad (Planetario), otros efímeros (carnavales internacionales) y algunos casi utópicos. La última lista incluye un barco destinado al turismo social para tres mil pasajeros que nunca logró cambiar la bandera con la que llegó desde Baltimore (Estados Unidos). Pero no fue lo único que le dio mala estrella, hasta fue acusado de contrabando. Nueve años después de su arribo y de haber realizado sólo unos pocos viajes, en una fría mañana de agosto, la nave dejó atrás para siempre el muelle local, mientras el intendente Luis Carballo despedía con "cierta nostalgia" aquella iniciativa suya que no pudo mantener a flote.
Corría septiembre de 1961 cuando Carballo posó sonriente para la foto en la cubierta del ex Boston Bellm, un barco que compró por 50 millones de pesos en Estados Unidos y al que llamó Ciudad de Rosario (tal como se llama el actual navío de turismo fluvial local). El intendente y su comitiva lo habían abordado en Villa Constitución para el viaje inaugural, que al llegar a la ciudad incluyó escoltas de alumnos, pañuelos en alto, sirenas de barcos en el puerto y bocinazos de los autos estacionados al final de avenida Pellegrini.
Todo era emoción y expectativas y hasta hubo asueto comunal para la ocasión. "Como todo el mundo sabe este barco estará dedicado a excursiones estudiantiles y compensará sus gastos con turismo de tipo oficial", cuenta en su edición del 22 de septiembre la crónica de LaCapital, sobre un Carballo emocionado que además ya hablaba de recuperar el Paraná. "Pensamos que en el futuro la gente ha de conocer por fin el río, cosa que le fue imposible hasta ahora", decía el intendente, que en medio de los festejos no pudo evitar una aclaración sobre los rumores que precedieron a esa fiesta popular.
"Están trabajando en forma negativa, pero saben que el pueblo apoya esta clase de obras. Las cosas se están poniendo en claro y quienes visiten la nave podrán ver que la mercadería se trajo para instalarla definitivamente en el buque", defendió Carballo. Y se ilusionaba al pensar que esa constatación borraría "definitivamente la impresión que quiso marcarse de que había un contrabando, esta es una operación clara y tendremos oportunidad de demostrarla con documentos", enfatizó el hombre del Movimiento de Integración y Desarrollo (MID).
Amarras. Carballo estaba en lo cierto. Tenía necesidad de hacer aclaraciones aunque fuera en el propio acto de bienvenida en el día de la primavera, porque el Ciudad de Rosario llegaba cargado de rumores: la "ingente suma pagada por un barco recreo cuando la Municipalidad agobia con astronómicos aumentos", "las mercancías que trajo a bordo, dos automóviles, pianos de lujo, ropa interior y calzado para mujer", "la falta de nacionalidad de la nave", y por si fuera poco la "ausencia de títulos de propiedad".
¿Qué había pasado? Tres semanas antes la aduana del puerto de La Plata había retenido al ex Boston Bellm en su viaje inaugural a Rosario para investigar el destino de la ecléctica carga que traía y que incluía televisores, camisas de nylon y corderoy entre otras mercancías. El rumor de contrabando ya echaba sombras sobre el proyecto de turismo gratuito con el que fue concebida la compra del barco de Baltimore. La suerte ya estaba echada, como acuñó César cuando cruzó el prohibido río Rubicón.
Críticas. El Ciudad de Rosario apenas pudo cumplir su destino. Las críticas opositoras que coincidieron con la campaña electoral de Carballo por la gobernación, lo inmovilizaron durante los próximos años al lado de la Estación Fluvial.
Aún así, amarrado, siguió siendo escenario de acontecimientos sociales, como los organizados por Cáritas. Las acusaciones nunca se probaron, pero las gestiones para deshacerse de la nave no tuvieron tregua.
En 1964, el Concejo aprobó su venta. El por entonces concejal radical Horacio Usandizaga fue categórico en su exposición: “El barco no es útil, ni necesario, ni conveniente”. Para el demoprogresista Angel Moral, “la falta de bandera (nacionalidad) y de títulos de propiedad hacen dudosa la venta”.
Pero la operación se realizó. La empresa Transatlantic pagó 65 millones por la motonave para el servicio de transporte de vehículos entre Colonia (Uruguay) y Buenos Aires.
El 14 de agosto de 1970, el Ciudad de Rosario zarpaba hacia la Dársena Sur del puerto bonaerense.
“Es una lástima, este barco debió venderse en 200 millones, esta gente recorrió toda Europa y no consiguió nada similar”, se quejó Carballo frente al periodista de La Capital, que no pasó por alto en la crónica el golpe de la última amarra que se soltaba, antes de que la proa volviera al mudo diálogo con el Paraná. Habían pasado nueve años de la fiesta popular de su llegada. La sirena de la partida sonó a tristeza, igual que el banco de niebla que demoró en una hora su partida.
Pianos y televisores a bordo
¿Por qué el barco trajo dos pianos? Preguntaron al intendente Luis Carballo en una rueda de prensa donde debió dar explicaciones sobre las mercancías con las que llegó el Ciudad de Rosario. "Compramos de medio concierto y de gran concierto, el primero es permanente para la nave, el otro es para el teatro El Círculo, que tiene que alquilar uno cada vez que hay función", fundamentó. Y dijo que los cuestionados televisores "eran para el barco, ya que no están adaptados para el servicio que tenemos en la ciudad".