“La puerta del conductor estaba abierta. El estaba inclinado hacia adelante, contra el volante, con unos treinta tiros en la espalda. Había una mujer tirada en el pasto”. Dos años y tres meses después del doble crimen del empresario Luis Medina y su novia Justina Pérez Castelli, un testigo del procedimiento policial en el lugar brindó esa descripción al declarar esta semana en Tribunales en medio de una serie de medidas que pidió la Fiscalía para no dejar hilos sueltos en una investigación casi terminada, en la que no asomaron pistas ni móviles de los asesinos.
Esas declaraciones fueron aportadas ante la jueza Alejandra Rodenas y a pedido del fiscal de la oficina NN, Marcelo Vienna, tras una revisión del expediente de 3.730 fojas. Concretamente, pidió citar a un civil y a tres policías que fueron los primeros en llegar al lugar. Llamativamente, sus testimonios aún no habían sido requeridos y se precisaba saber sobre un celular que habría desaparecido de la escena.
La reactivación coincidió con el crimen de Gustavo Pérez Castelli, el padre de Justina, a quien asesinaron en una venganza el jueves pasado de cuatro balazos por la espalda y le cortaron una oreja frente al carribar que administraba en Circunvalación y Mendoza.
Acribillados. La hija de Pérez Castelli, de 23 años, fue acribillada al amanecer del 29 de diciembre de 2013 junto a Medina en el acceso Sur y Ayolas. El empresario ( que tuvo la franquicia de Esperanto en Rosario y estaba ligado a la venta de autos) recibió al menos diez tiros en una emboscada cuando circulaba hacia el sur en un Citroën DC3 rojo con Castelli como acompañante. Eran las 6 de la mañana y volvían de una fiesta rumbo al hotel del casino.
No hubo testigo ni filmaciones del hecho, que suscitó dos investigaciones paralelas con implicancias políticas. Una, ya archivada, por la manipulación de la computadora de Medina secuestrada en el hotel y abierta por dos funcionarios del Poder Ejecutivo. Otra contra la ex jueza de Instrucción María Luisa Pérez Vara, procesada por no acudir a la escena ni contestar llamadas.
En el crimen de Medina y su novia se usaron dos armas calibre 9 milímetros. El auto fue encerrado por otro vehículo desde el que sus atacantes abrieron fuego y luego bajaron y los remataron. Un llamado al 911 alertó sobre lo ocurrido y una camioneta policial que estaba cerca arribó a los pocos minutos. Sobre las impresiones de los primeros en llegar giró el pedido del fiscal Vienna, designado en la causa en noviembre pasado por la Procuración para asistir al fiscal Carlos Covani.
En ese marco, el lunes declaró un médico legista policial. “Al llegar vi un auto rojo, importado. Una persona baleada adentro y otra afuera, una chica, boca abajo en posición de huída y con la cartera en su poder”, dijo. También relató que hasta ese momento los efectivos presentes no habían confirmado quiénes eran las víctimas y fue él quien extrajo una identificación de Medina. “El personal policial se sorprendió porque sabían de quién se trataba”, reveló. Y recordó que “estaban todos exaltados por el personaje asesinado en el auto”.
Testigo. Otro que declaró fue el testigo del acta de procedimiento, un empleado de la patrulla vial que recorría la Circunvalación. Dijo que se encontró con el auto en marcha y la puerta del conductor abierta. “Estaba frito —graficó—. La chica se ve que quiso escapar porque estaba en el suelo”. Dijo que presenció el secuestro de un celular, la requisa de la cartera de Justina y el secuestro de 3 mil pesos en poder de Medina. “Los contaron delante mío”, aportó. Y recordó: “Me parece que vi un bolso que llevaban al patrullero sin revisarlo”.
El martes, en tanto, declaró uno de los dos policías que estaban aquella madrugada apostados en la avenida de Circunvalación para impedir el boquilleo de camiones. “El auto estaba al costado del asfalto, a unos seis metros, con la trompa hacia el sur, paralelo a Circunvalación. Una rueda delantera giraba en el aire. Estaba incrustado en una alcantarilla, en marcha y acelerado. Se ve que el conductor quedó con el pie sobre el acelerador. La otra rueda delantera tiraba tierra”, evocó. Y detalló que el vehículo tenía “las luces prendidas y la música fuerte”.
También recordó que en un momento el jefe de la comisaría 16ª le entregó las llaves del auto. Sobre el secuestro de teléfonos dijo haber visto que le sacaron a Medina un celular del bolsillo trasero izquierdo.
Estas medidas sólo apuntan a no dejar cabos sueltos en una investigación prácticamente cerrada, que no arrojó pistas sobre autores materiales ni intelectuales. “Ni siquiera se esbozó una hipótesis”, planteó un pesquisa.
Según se indicó, los interrogatorios se ordenaron porque no se habían hecho antes y para intentar seguir el rastro de un celular que habría usado Justina en los días previos y que no fue hallado. “Nunca se usó después del hecho, ni con esa línea ni con otra. Lo que falta es el aparato”, planteó un vocero.
Para quienes siguen el caso, las posibilidades de aclararlo se diluyen con el paso del tiempo. Y aún si surgiera un testimonio clave debería ser acompañado de otras evidencias. Por lo que estas últimas medidas sólo apuntan a “agotar pruebas” que quedaron en el camino.