"Se tendrá que empezar todo de cero". Fue una frase poco alentadora, pero que
arrojaba un optimismo enorme. Ese fue el balance que hizo el flamante presidente de Newell’s,
Guillermo Lorente, con una carga emocional evidente luego de que el inspector general de Personas
Jurídicas le entregó el club y recorrió la secretaría, que está ubicada en el Coloso. Así, y tras
varias horas muy movilizadoras para la gran cantidad de hinchas que se acercó al lugar, comenzó un
nuevo ciclo en la entidad rojinegra tras 14 años. La era Lorente se puso en marcha ayer en una
jornada que estuvo plagada de incertidumbres y donde la pregunta que reinaba entre los presentes
era con qué se encontraran cuando abran la puerta.
No fue una mañana más. Desde temprano se respiraba un aire distinto. Y sus
ingredientes principales eran la ansiedad y la desconfianza. "Hay una amenaza de bomba en la
cancha", tiró un taxista cuando se enteró cuál era el destino del viaje, aunque luego se encargó de
quitarle veracidad a un comentario que, según él, había escuchado por radio.
Una vez en las inmediaciones del estadio, la señales no eran muy claras. Una
dotación de bomberos apostada en el ingreso a las plateas del sector del museo y patrulleros
policiales en todos los accesos al estadio transmitían seguridad, pero también precaución. Faltaba
más de media hora para las 11, horario en el cual Lorente tenía previsto acceder a la llave del
estadio. Y minutos más tarde, dos camionetas con efectivos de la Guardia de Infantería comenzaron a
custodiar la zona por donde ingresaría el presidente electo.
Era un momento distinto. La expectativa era el denominador común entre los
presentes. "Estoy laburando", aseguraron varios de los presentes que estaban de saco.
La explosión se dio pasadas las 11. La llegada de Lorente derivó en los primeros
aplausos y cánticos. "Ya se terminó la dictadura", fue el himno de la jornada, que sonó al ritmo de
bombos, platillos y redoblantes. Ese primer momento de euforia, que varios expresaron con lágrimas,
estuvo acompañado del ingreso al club. La primera parada fue el acceso a la platea alta. Ahí
continuaron los festejos, que luego se trasladaron a la antesala de la secretaría.
"Vamos a verificar con qué nos encontramos", confió Lorente mientras esperaba
entrar a las oficinas. Y respecto de la desorganización del momento, aseguró: "Esto pasa porque los
otros se fueron cuando todavía se estaba votando y no pactaron la entrega del club".
Minutos más tarde se abrió la puerta y las incógnitas comenzaron a despejarse.
La recorrida empezó por la mesa de entrada para terminar en la contaduría. Ahí Lorente recibió la
llave del club y siguió recorriendo ese sector. "Mirá cómo está esto", esbozaron los testigos al
observar varios bustos en el piso, trofeos tirados y en cajas y un desorden un poco particular.
Pero el panorama no resultó desalentador. No pudo quitarle el protagonismo al momento de
asunción.
Cumplidos los actos protocolares, el hincha tuvo su momento. Por orden del
flamante mandamás se abrió la puerta a la platea baja y los festejos se trasladaron a ese sector.
Pero aún faltaba. Apareció una pelota en escena y el acceso al césped fue inmediato. La gente
entraba y se tiraba al piso. Después, cada uno de ellos conquistó su gol y terminaron con un
picadito.
El hincha hacía traslucir que vivía un día que había soñado. No obstante todavía había algo más.
Tras recorrer el vestuario y el gimnasio, desembocaron en los parrilleros. Y ahí cerraron la
jornada. "Cuanto hacía que no pisaba esta parte", coincidieron varios, que se ilusionaron con
utilizar las instalaciones. Así comenzó la era Lorente.