El Papa Francisco y el Papa emérito Benedicto XVI elevan hoy a los altares a sus predecesores Juan Pablo II (el polaco Karol Wojtyla) y Juan XXIII (el italiano Angelo Roncalli) con una ceremonia que comenzará a las 10 (hora de Roma, 5 de la Argentina).
Una ocasión única para ver en el altar instalado en la plaza de San Pedro a dos Papas concelebrando la misa de canonización de otros dos pontífices.
Ayer a la tarde se confirmó que el alemán Joseph Ratzinger, de 87 años, oficiará la misa junto con el argentino Mario Bergoglio (de 77 años).
El casco histórico de Roma ha sido asaltado literalmente por una marea de peregrinos y turistas llegados para asistir a un oficio único que será concelebrado por 150 cardenales y mil obispos, a quienes asistirán seis mil sacerdotes distribuidos entre los fieles.
La ceremonia será simplificada y contará con las reliquias de los dos nuevos santos, una ampolla de sangre de Juan Pablo II y un pedazo de piel de Juan XXIII extraída durante su exhumación en el año 2000.
Asistirán también representantes de todas las religiones, entre ellos una importante delegación judía, para rendir homenaje a dos Papas muy diferentes pero que lucharon contra los prejuicios hacia los hebreos.
A las 12 de la mañana, la plaza de San Pedro ya era un hervidero de gente, con miles de personas que se acercaban a curiosear, como la hermana mexicana y sus siete compañeras de la orden Evangelizadora Eucarística de los Pobres, que viajaron expresamente a Italia para asistir a este acontecimiento. “No vamos a dormir en toda la noche”, dijo a DPA esta religiosa sexagenaria.
Se confiesa además una gran admiradora de Wojtyla (1920-2005). “Fue el Papa que conocimos”, agrega en referencia a los casi 27 años que duró su pontificado. “Ha hecho mucho por México porque nos visitó muchas veces. El dijo que México era un pedacito de Roma y amaba mucho a la Virgen de Guadalupe”.
El fervor de las religiosas lo comparten también el matrimonio sevillano Ramón Lavave y Rocío Lena, que se paseaban por la plaza de San Pedro con dos banderitas españolas a la espalda. “A mí todos los Papas me gustan —dijo Ramón—, pero sentimos una gran devoción por Juan Pablo II por muchas cosas que coincidieron con nuestro hijo. Hemos venido a agradecérselo”.
Sus compatriotas Cristina, Sonsoles, Macarena y Mariana, cuatro madrileñas de entre 15 y 16 años, eran unas niñas cuando murió Wojtyla y a Juan XXIII (que estuvo cinco años al frente de la Iglesia) lo conocen por las clases de religión, pero han viajado 29 horas en micro para acudir con los feligreses de su parroquia a la canonización.
El cansancio no ha borrado la ilusión de su rostro ni tampoco las ganas de llevarse un recuerdo de tan histórica jornada y antes de hacer la fila (de hasta tres horas de espera) para entrar en la basílica de San Pedro, se lanzan a la compra de sourvenirs.
Son días muy importantes para los comercios de la zona. La propietaria del único quiosco de prensa frente a la plaza de San Pedro, Tiziana Trabalzini, ha enterrado a tres Papas y ha visto el nombramiento de otros tres, pero también asegura que la de hoy es una jornada “emocionante y única”.
“Con Juan Pablo II se sentía cómo atraía a los jóvenes. Luego con Benedicto XVI se frenó un poco y ahora de nuevo vuelve a haber mucha gente los domingos con el Papa Francisco”, aseguró esta mujer, que desde madrugada ya tiene abierto su quiosco.
“Yo prefiero un Papa así”, agrega Tiziana, que estos días ha mantenido los precios a pesar de que en la zona muchos comerciantes los han subido. En tiempos de crisis no se puede desperdiciar la posibilidad de hacer caja y hasta el Vaticano ha cobrado diez euros (13,83 dólares) como “aportación voluntaria” por una acreditación a los integrantes de la prensa. Por el momento no se han dado las cifras de periodistas acreditados, pero una de las trabajadoras en la oficina de acreditaciones habló de miles.
En la Vía de la Conciliazione, la avenida que conduce hasta la plaza de San Pedro, los vendedores ambulantes de bolsos de marca falsificados, pulseras u otros cachivaches han hecho su agosto estos días. Pero ayer la presencia reforzada de la policía los ha desplazado hasta otros lugares próximos.
Lo quiere todo el mundo. En muchos lugares se vendían sobre todo recuerdos de Francisco y Juan Pablo II, pero menos de Juan XXIII. Y es que son menos visibles los gestos de cariño hacia el que muchos —sobre todo italianos— conocen como “el Papa bueno”. Se creía que Angelo Giuseppe Roncalli (1881-1963) iba a ser un Papa de transición, pero revolucionó la Iglesia Católica con el Concilio Vaticano II.
La canonización de ambos Papas, que según el alcalde de Roma, Ignazio Marino, costará siete millones de euros (casi diez millones de dólares) ha supuesto un despliegue de medios inaudito para acoger a los cientos de miles de fieles.
Los que tienen un lugar reservado de excepción son la veintena de jefes de Estado, entre ellos los reyes de España, que asisten a la ceremonia. Ellos, al igual que los peregrinos y los turistas, estarán pendientes del cielo. Ya ayer la lluvia se hizo presente en la capital italiana y el pronóstico meteorológico anuncia para hoy más precipitaciones.