Camina por entre la hilera de sillas con las manos en los bolsillo del pantalón vaquero. Avanza
sonriendo mientras escucha los aplausos de todos los que se acercaron para rendirle tributo por su
trayectoria. Cuántas veces habrá ingresado al court central de algún torneo del circuito oyendo la
misma ovación. Guillermo Coria, hoy un ex tenista de apenas 27 años, vivió un agasajo especial del
tenis de la Provincia de Santa Fe, esa misma que comenzó a recorrer con la raqueta siendo un pibe.
Relajado, y después del homenaje, el Mago habló del pasado reciente que concluyó en el mes de abril
cuando anunció su adiós. Dejó una frase que entusiasma a sus más fervorosos seguidores.
“Nunca dije que no vaya a jugar nunca más”, comenta aunque inmediatamente aclara:
“Pero tienen que ser muchísimas las ganas para volver”, como para bajarle los decibeles
a cualquier especulación sobre una posible vuelta.
Con nueve títulos, entre ellos los Masters Series de Hamburgo (2003) y
Montecarlo (2004), y un tercer puesto que alcanzó en la temporada 2004, el Mago asegura que
mantiene con firmeza la elección de alejarse de las canchas. Pero sostiene que no es una cuestión
definitiva.
“No dudé para nada de mi decisión. Sentía que tenía que dejar y lo
sigo sintiendo ahora. Pero no sé lo que puede pasar de acá a tres meses, seis o un año. Si me
agarran muchísimas ganas de jugar, lo voy a pensar y volveré. No voy a quedarme con las ganas por
haber dicho que no jugaba. Además, nunca dije que no vaya a jugar nunca más”, sostiene.
“Tampoco era fácil para mí salir a la calle y que me preguntaran cuándo volvía al
circuito. Hice público que no seguía jugando y ahora estoy tranquilo, viviendo el día a día,
aprendiendo de otras cosas. Si vuelven las ganas, regreso. Pero tienen que ser muchísimas las ganas
para volver”, asegura.
La temporada 2005 fue la última que lo tuvo como gran protagonista,
conquistando su último título, en Umag, y accediendo a tres finales. Después ya no fue el mismo,
aunque asegura que no lo sintió como un calvario, con excepción de los últimos meses donde se dio
cuenta que se había apagado el fuego sagrado de los grandes.
“Los dos últimos años los viví tranquilo. Muchos piensan que
fueron difíciles. Pero por más que los resultados no se daban, estaba tranquilo porque fuera del
tenis me sentía espectacular. En la adversidad, aprendés rápido y yo maduré más. Pero últimamente
me di cuenta que no tenía la misma pasión y el hambre de gloria que cuando era chico y así sabía
que era imposible obtener buenos resultados”, dice.
“Los últimos meses no venía disfrutando del tenis y cuando sucede
eso y no se hace con pasión, los resultados no son los mejores y no vale la pena seguir. No la
estaba pasando bien y por esa razón tomé esa decisión”, continúa.
“Aprendí a ser más feliz cuando las cosas no me salían bien que
cuando los resultados se daban y vivía a mil. No disfrutaba de las cosas simples como sucede
ahora”, reflexiona. l