Alfredo Casero regresa a Rosario con su show "Estese confuso", en el cual promete repetir la alquimia que le generó una legión de fans en base a su música y el humor. El actor dijo que prefiere no adelantar demasiado acerca del espectáculo que presenta mañana, a las 21.30 en el teatro Fundación Astengo (Mitre 754) y por eso aclaró: "Prefiero dejar que las cosas salgan de mi corazón, eso nunca ha fallado".
—¿Qué diferencia este show de los anteriores?
—Es todo lo que va cambiando y que se va armando. Lo voy perfeccionando porque me voy poniendo cada vez más cuidadoso en lo que hago. Además me agarró una época más de cantar. En realidad la gente quiere ver qué estoy haciendo en el momento. "Estese confuso" es "Estese confuso" y va cambiando como voy cambiando yo. No se si tengo la obligación para mí mismo de hacer algo con un nombre diferente cada vez.
—Yo no hago cosas que van cambiando de acuerdo a qué le puedo dar al público. La última vez que estuve con banda había tanta gente y yo ni siquiera qué iba a hacer. No se en realidad qué voy a hacer, sino que voy armando en el momento las cosas que creo que se van acomodando. A veces me preguntan qué porcentaje de improvisación tiene... Y yo qué sé... porque cuando vos inhalás, estás improvisando cuando exhalás porque no sabés si te va a caer una bomba, si te vas a morir. Yo actúo con absoluta libertad. No defraudé a nadie todavía y si alguno salió defraudado tiene dos caminos: tiene la plata de vuelta o se jode. No se si tiene algo de diferente. Diferente estoy yo. Estoy más canchero en lo que hago, más vívido y seguro en lo que le doy a la gente que quiero. Prefiero dejar que las cosas salgan de mi corazón, es algo que nunca ha fallado.
—¿Cómo se cuela la realidad en el espectáculo?
—Nosotros somos campeones internacionales del caos y poder convivir con eso, nos guste o no nos guste, automáticamente pasa a ser parte nuestra. El caos es el mejor momento para la creatividad, que es la explotación del don particular, el software con el que venís. La vida no tiene la culpa si vos venís muy bien preparado y no prendés la computadora. Esa es la idea de "Estese confuso", como un manifiesto humilde. De esta manera triunfo: no estoy en la televisión, la gente me quiere muchísimo y tengo la suerte importante, y quiero que lo pongas en negritas, tengo la gran suerte que la persona que me paga no es ni Clarín ni el gobierno, sino la gente. Eso es parte de mi felicidad porque elijo a quién hago reír. Yo estoy muy preparado y cada vez me preparo más poder vivir de lo que hago que no es más que llevar adelante una vieja idea de Perón que me quedó una vez que estaba de mochilero a los 17 años en Neuquén. En una pared decía "Cada argentino debe producir al menos lo que consume". Yo hago eso.
—¿Eso tiene que ver con la vida extra artística, como la quinta que compraste en San Luis?
—Esencialmente yo soy un mecánico. Eso antes lo pensaba como el no arte, pero me di cuenta que todo es artístico porque tiene que ver con lo mecánico y eso tiene que ver con lo renacentista. Y yo soy renacentista. Las máquinas mueven el mundo, entonces las máquinas tienen que tener algo de Dios. Es como un médico, una disciplina que también tuvo gran auge en el Renacimiento. Fue la parte más práctica del Humanismo y que hizo que llegásemos a donde llegamos. Y la risa asusta al gobernante porque con la risa podés defenestrar.
—Cómo compaginás esta parte artística con...
—No pará, yo no quiero quedar como uno que se fue a vivir al campo. Ese es Francis Malman. Yo estoy tratando de sacarle plata a la tierra. Yo hago negocios. Y lo que más hago en el campo es mi escuela que se llama Experimendo, que además tiene un blog. En ese espacio nos juntamos con personas donde se arman arreglos entre la gente que hace que las cosas funcionen. Entre esa gente puede haber un banquero suizo, un gran arquitecto o un rectificador de tapas de cilindros. La base de la difusión de mi arte es mi propia vida. No es que soy un artista extra-televisivo o lo que sea. Yo hago teatro, pero al otro día puedo estar arreglando una enfardadora que es algo que tiene que funcionar perfecto para que pueda vender los fardos. La verdad que ser un gracioso al pedo y tener un Audi no me interesa.
—¿Como te afectó lo de Japón, donde tenés tantos amigos?
—Fue fuerte y con mucho dolor. La mujer que amo, que adoro con el alma, que fue como mi madre y una gran amiga, me escribió y me dijo una cosa que me mató: "Acá la cosa está muy mal. Todo el mundo sabe cómo se tapan las noticias, nadie tiene confianza en este primer ministro, nadie sabe cuándo se va a ir. Ahora entiendo lo que pasaba en tu país porque pasa en mi país". En este momento lo japoneses quieren ver cómo mierda se sacan de encima a un tipo que no quieren. Y sin romper el rígido y férreo sistema constitucional japonés, con una izquierda que es liberal pro occidentalista y no querida y una derecha cerrada y pro militar. Esta mujer me escribió diciendo que es muy triste y que no vaya este año con mi hija, que en un área de treinta kilómetros están evacuando en Fukushima a los niños y los ancianos. Están como en guerra y al final me dijo que algo que me dolió en el alma: "Alfredo ojalá nos volvamos a ver de nuevo". Esto me pone muy triste. Por eso me dolió cuando Santo Biasatti habló del Apocalipsis de Japón. Es la última palabra que tiene que usar un periodista porque después del apocalipsis no hay nada.
Cine
El cine es una de las actividades con las que Alfredo Casero matiza su trabajo en escena. Su última participación fue en la película “Juan y Eva” donde interpreta al embajador Spruille Braden. “Muchas veces pienso cómo pensaría Perón porque en su pensamiento podés encontrar respuestas a cosas de hoy”, dijo el actor.