Después de cruzar Ayacucho, el Fisgón y el cronista caminan por la vereda norte de Lamadrid rumbo a San Martín.
Después de cruzar Ayacucho, el Fisgón y el cronista caminan por la vereda norte de Lamadrid rumbo a San Martín.
—¡Ah, cuánto me dice esta calle! —exclama el cronista—. Te conté de esa vez en que estaba de guardia justo aquí y …
—¡Ufa, terminala viejo! Otra vez tus nostalgias de colimba.
—Tenía veinte años, flaco.
—¿Y eso qué habilita? Yo tenía un año cuando me cambiaban los pañales, y no estoy con sabés lo lindo y sano que era.
—Tenés razón. Seguí con la presentación en lo de Laborde.
—Ya te dije casi todo. La cosa estuvo bien, interesante. Me parece que los entendidos van a apreciar ese libro. Che, al Poli habría que recomendarle que se olvide un poco del cocodrilo e invierta algunos maravedíes en un aire acondicionado para el salón. Resultó casi inhumano. ¡Pobres los actores!
—La muestra en la Bolsa, muy buena, ¿no?
—Sí, pero hubiera sido más didáctica con las tradicionales tarjetas blancas con los datos junto a cada obra. De todas maneras, no hay que perdérsela.
En el amanecer, por la vereda opuesta avanzan unos jóvenes de vuelta de la milonga. Uno de ellos lee: —"La jarra de peltre encontró/ su forma esta noche/ como la casa/ como el cuerpo amado/ tan sólo palpables/ en el vacío/ (toda realidad es una descripción fútil)".
—¿Eso es de Neruda, no? —arriesga casi a los gritos el Fisgón.
—No —responde el chico, dueño de una pinta quizás más para andar depredando contenedores de basura que leyendo poesía.
—No, gil; de Eluard, ¿no es cierto? —interviene el cronista.
—No. Escuchen esto otro a ver si la pegan, aunque más no sea con el género. "Las estatuas crecen/ crecen/ cuando son deseadas/ de carmesí morado/ bermellón carmín/ tíñese el pubis.// (No ya, no lo repitas otra vez)/ Crecen, crecen/ cuando son deseadas/ carmesí bermellón/ morado carmín". ¿Y?
Ante la mudez del dúo, el joven informa:
—Pertenecen a "Jardines cerrados al público", de Ana V. Novell.
—¡De Vicky Lovell, claro! Es lo que me pareció después —aclara sin ruborizarse el cronista.
—Che, ¿cómo era lo de la colimba? —gambetea el Fisgón.