La utopía, los sueños, la búsqueda de la realización del ser humano, son temas que Ismael
Serrano desgrana en sus canciones. A años luz de la frivolidad, el cantautor español se para en la
vereda del compromiso y desde ahí abre el juego con sentido crítico. “Nos olvidamos de lo que
es vivir, actuamos como androides programados o lobotomizados y asumimos el papel que se nos asigna
sin cuestionarnos si realmente es lo que queremos para nosotros”, dijo el artista que toca
junto a su banda en el teatro El Círculo (Laprida y Mendoza), hoy, a las 21.30, y mañana, a las
20.30, y presenta su disco que, no casualmente, se llama “Acuérdate de vivir”.
—Tu nuevo disco apunta a rescatar la esencia del ser humano desde
“Podría ser”, primer tema de “Acuérdate de vivir”, y lo hacés en todo el
trabajo ¿Por qué tomaste ese concepto?
—Ocurre que el concepto final uno lo encuentra cuando ha terminado el
disco. Todo va surgiendo de forma natural, lo que pasa es que, claro, los temas están dentro de un
contexto en la historia de tu vida que están marcados por unas ideas recurrentes. Por eso me gusta
la idea del disco como algo conceptual, porque detrás de un estado anímico, un estado creativo
durante un periodo determinado de tu vida, te das cuenta que hay ideas que te han ido obsesionando
y has depositado en forma inconsciente en las canciones.
—¿Y a qué idea final arribaste?
—Cuando hago un repaso del repertorio encuentro que este disco se
trata de recuperar el sentido de la vida. En los tiempos en que vivimos estamos perdiendo el hábito
de vivir, nos olvidamos de lo que es vivir, actuamos como androides programados o lobotomizados y
asumimos el papel que se nos asigna sin cuestionarnos si realmente es lo que queremos para
nosotros. Y es lo que a mí me parece muy lejano a ser un hombre, lo que es un ser humano en
definitiva, que es asumir retos, riesgos y perseguir los sueños.
—¿El tema dedicado a Manuel, tu primer sobrino, te disparó
reflexiones íntimas a partir de su nacimiento?
—Si, yo creo que una de las obsesiones recurrentes que aparece en
este disco es la fugacidad de las cosas, perder esa sensación de primera vez, que con la edad va
siendo cada vez menos frecuente.
Sin embargo, la llegada de un niño te demuestra que muchas cosas se viven por primera vez, por
el hecho que a partir de su presencia todo se mira con distintos ojos, es el primer sobrino de la
familia y eso revolucionó la casa. Si bien a uno le parece doloroso crecer, cuando llega alguien
renueva tu mirada. También comprobé que queriendo hacer una canción para dar consejos, uno termina
aprendiendo más cosas de los que llegan.
—En “Vuelvo” cantás “cuántos veranos perdí”.
¿Perdiste algo más en tu vida mas allá de esos veranos?
—Supongo que sí, todos perdemos algo, no somos eternos ganadores. La
vida es un compendio de triunfos y de fracasos, y la ruptura y el desencuentro que plantea la
canción dice que uno ha fracasado y en ese fracaso ha perdido un trozo de alma, va dejando restos
en la vida. A veces uno piensa que un desencuentro forma parte de un fracaso personal, y no es tan
así. Eso hace que uno sienta que está perdiendo una parte de sí, en tanto y en cuanto no has sabido
conservar algo que te hizo feliz, y yo creo que por eso se componen canciones, para rescatar algo
de esa belleza que tuviste.
—¿Aún creés en la utopía, como citás en “Balance”?
—Las utopías son ese sueño que hay que perseguir. No digo que también
hayan sido utilizadas en forma tergiversadas para algo muy diferente a lo que uno sueña. Pero las
utopías siguen teniendo vigencia en tanto y en cuanto tiendan a exigir una realidad mejor, más
justa, más solidaria, más equitativa, más racional. Ahora que vivimos en crisis ojalá entendiéramos
la crisis como una oportunidad para reformular un modelo de sociedad, un modelo de convivencia y
dirigirla hacia esa utopía, para que primen otros valores.
—¿La juventud actual no se aleja de las utopías?
—No me siento solo en esta búsqueda. Amo esa gente que es capaz de
mirar la realidad en forma crítica y exigente, que no se conforma. Nosotros generacionalmente
tenemos una diferencia con nuestros padres, que tenían estructuras ideológicas muy claras, con
dogmas ideológicos, que marcaban el camino hacia las utopías, eran manuales precisos de lo que
había que hacer. Creo que mi generación se ha liberado de los dogmas, no tengo tan claras las
respuestas pero sí las preguntas, y somos conscientes que la respuesta no es única.