El mismo día en que Elsa de G. arrojó por el balcón 160 mil pesos por el inexistente secuestro de su hija, otros cuatro vecinos del radio céntrico recibieron llamadas telefónicas donde se les advertía que un familiar había sido retenido con fines extorsivos. Aunque estos cuatro casos quedaron en intento —entre ellos porque el supuesto secuestrado estaba en la casa junto a quien atendía el teléfono— este tipo de delitos reaparecen en rachas. Y sus consecuencias son ruinosas porque, sorprendentemente, a pesar de la intensa publicidad que alcanzan cuando se concretan, mucha gente ignora esta modalidad delictiva. Desconocen que tras el aviso de que un ser querido sufrió un accidente, que da paso al anuncio de que esa persona en realidad está secuestrada, se incuba un engaño con el propósito de obtener plata. El resultado son los llamados secuestros virtuales: se pagan rescates por personas que nunca estuvieron en peligro.
“Estamos en una etapa muy preliminar. Lo que se puede conocer es que además del caso de Oroño al 800 (el de Elsa de G.) el miércoles se produjeron otros cuatro más, con modus operandi similares, que no llegaron a concretarse. Todos en el radio céntrico”, indicó ayer Marcela Canavesio, la fiscal a cargo de la Oficina Judicial de Causas NN de Tribunales.
Los restantes casos también ocurrieron en edificios. Uno en el mismo de Córdoba y Oroño de donde se tiraron los 160 mil pesos a la calle. Otro en uno de avenida Belgrano 90 bis. Y los restantes en Salta al 1200. En este último edificio los timadores fueron intentando pescar incautos departamento por departamento.
Tanto los casos fallidos como aquel donde los delincuentes tuvieron un éxito resonante fueron al voleo, es decir, sin datos previos sobre las víctimas.
En un juego de ensayo y error, en el hecho de Oroño al 800 los delincuentes jugaron con la desesperación de la víctima, Elsa, de 60 años, a quien en un hábil interrogatorio indujeron a pasarles información personal, sin darse cuenta, sobre su hija Silvana, ausente de la casa, lo que dio forma a la treta. “Con el correr de las horas se determinó que los ladrones accedieron a la información sobre la cantidad de dinero que la víctima disponía en base a la repregunta. Le pidieron una cantidad en dólares y ella dijo que no tenía esa cantidad, sino otra diferente en pesos, lo que motivó el pedido”, indicó la fiscal Canavesio. Los autores no fueron ubicados.
La trampa. El miércoles al mediodía, Elsa recibió un llamado al teléfono fijo de su departamento en un tercer piso sobre Oroño al 800. Una voz masculina le advirtió que su hija estaba en una ambulancia tras sufrir un fuerte traumatismo. Como la mujer tiene una hija, Silvana, que en ese momento no estaba con ella, se conmovió. Tras una serie de preguntas, la víctima le dejó saber a su interlocutor que no estaba sola sino con su hijo de 34 años. El delincuente le pidió entonces que desde su número fijo llamara a un número de celular mientras le solicitaban el número de móvil del hijo. Desde otro teléfono llamaron al celular del hijo. Así lograron tener a madre e hijo con las líneas ocupadas. Con esa jugada Silvana y sus familiares quedaron incomunicados.
Cuando Elsa llamó al celular que le indicaron, el tono de la charla viró radicalmente: “Tenemos secuestrada a tu hija, la vamos a matar y le vamos a cortar los dedos, la vamos a violar”, amenazaron.
Así comenzó el secuestro virtual. De acuerdo a lo que se pudo reconstruir los maleantes requirieron 50 mil dólares. Algo que Elsa dijo no tener. Pero dominada por la angustia les dijo: “Tengo pesos”. A los que los ladrones preguntaron “cuántos” y se llegó a la cifra que se terminó arrojando desde el balcón. Las cámaras de un negocio de ropa informal de la esquina filmaron los movimientos. Un hombre rengo, con muletas, estaba sentado en el cantero del bulevar. Recogió la bolsa para luego escapar en moto.
Durante todo el tiempo que duró la angustiante charla, Silvana, el objetivo del secuestro virtual, trabajaba tranquilamente, en un negocio cercano a su casa.
Desde la Fiscalía NN se precisó que se le requirieron medidas a la jueza de Instrucción Raquel Cosgaya, quien instruye el caso. Una de ellas sería el análisis de la filmación de la pesca milagrosa realizada por el hombre que recogió el dinero.
Algunos pesquisas consultados recordaron la secuencia de estafas telefónicas realizadas por falsos abogados durante 2009, en la que a las víctimas se les advertía que sus casas iban a ser allanadas y para que la policía no les robara, debían entregar sus objetos de valor a un empleado judicial trucho que completaba el ardid. Esa banda dio al menos cinco golpes en pleno centro en un lapso de cuatro meses. Otros investigadores observaron cómo los secuestros virtuales, que por lo general se realizan con llamados desde cárceles, han tenido derivaciones. “Entre La redonda (la cárcel de Riccheri y Zeballos), Piñero y Coronda se deben realizar un centenar de llamados extorsivos desde los teléfonos públicos de las prisiones. Alrededor de un diez por ciento tendrán éxito. Pero en esos casos el rescate se cobra con los seriales de las tarjetas de teléfono prepagas”, indicó el vocero.
Cómo desbaratar las trampas
Un llamado alertando acerca de un accidente de un familiar puede ser la compuerta a un secuestro virtual. Por lo tanto se recomienda en esos casos pedir señas particulares del familiar supuestamente accidentado. Si el que llama dice no tenerlas porque simplemente está pasando un mensaje se debe preguntar desde qué localidad o de qué hospital llama, de modo de obtener uno mismo datos para verificar si tal cosa es cierta.
La principal recomendación es no dar a desconocidos datos personales. A la pregunta “¿quién habla?” se debe repreguntar “¿con quién quiere hablar usted?”. No se deben dar nombres de familiares, ni de ocupación, ni tampoco de las entidades que frecuenta.
El supervisor de las comisarías del área céntrica de Rosario, comisario inspector Sergio Vergara, contó que en la ciudad los llamados secuestros virtuales se producen en rachas. “La misma publicidad de los casos hacen que los autores se cuiden: cuando explota la noticia paran porque pueden ser advertidos. Esta semana reaparecieron los casos. Seguramente ahora van a menguar”, sostuvo.
Desde su experiencia, Vergara señala que los autores de estos hechos actúan al azar, y que progresan a partir de las respuestas ingenuas que obtienen de sus interlocutores. “La misma gente va dando claves sobre sus familiares. Los delincuentes tienen gran destreza y van tomando información de las respuestas a las preguntas que van haciendo. Hacen muchas llamadas que se les frustran hasta que alguien pica. Por eso es clave no hablar cosas personales con desconocidos que llaman y saber que un llamado que advierte sobre una desgracia puede ser un engaño”.
El oficial consideró que es difícil hacer pesquisas telefónicas sobre los timadores. “Utilizan teléfonos robados o bien cambian el chip de los aparatos contínuamente. De esa manera se dificultan los seguimientos”, sostuvo.