El caso está rodeado de misterio. Todo ocurrió en un suspiro, el lunes a la noche, en el
macrocentro rosarino. Dos desconocidos que se bajaron de una camioneta secuestraron a un
comerciante de nacionalidad china ante la presencia de su hija de 3 años y hasta anoche nada se
sabía acerca de su paradero. Los captores se contactaron con un familiar que reveló el pedido de un
cuantioso rescate: 500 mil dólares para liberarlo.
Los investigadores manejan diversas hipótesis acerca de la motivación.
Una de las teorías vinculaba el episodio con la llamada mafia china, pero los pesquisas no contaban
con muchas certezas a raíz de la “casi nula colaboración” que brindaron los familiares
del hombre secuestrado. Dos personas que trabajan en el negocio señalaron que ignoraban que el
comerciante hubiese recibido intimidaciones en los últimos meses.
Lin Zhan tiene 25 años y es el hijo del propietario de un supermercado
situado en Riccheri 1050. Abrió el comercio ocho años atrás cuando llegó a Rosario. Delgado, de 1
metro 75, con pelo lacio negro y de buena contextura, ejerce un evidente liderazgo dentro del
supermercado: dotado de gran carisma, supervisa a los demás empleados, atiende a proveedores y
habla muy bien castellano. Tras llegar a la ciudad, los allegados y empleados comenzaron a llamarlo
Víctor. Está casado y tiene dos hijas mellizas de tres años. Su padre vive en China con la otra de
las nenas mientras que la madre pernocta en una habitación en los fondos del local. También está a
cargo de otro autoservicio ubicado en el barrio Acindar y, al parecer, planeaba abrir otro
negocio.
La emboscada. El lunes a la noche, a las 21.30, Lin Zhan cerró el local, donde su hija Mayla
corretea a diario en medio de las góndolas. Tras eso cenó con su esposa, que adoptó el nombre de
Mónica, su hija y la madre a la que todos llaman Susana. Una hora después, emprendió el regreso con
la nena a su vivienda, un departamento del sexto piso del edificio Luz del Este, situado en el
cruce de San Juan y Riccheri, a unos 50 metros del negocio. Apenas alcanzó a recorrer unos metros.
Dos hombres que bajaron de una camioneta Partner —de color gris, con vidrios
polarizados— lo encerraron y lo sujetaron de los brazos. En ese momento, un balazo disparado
al aire por uno de los recién llegados resonó en la cuadra. Uno de los captores, según un testigo,
era un ciudadano oriental. “El más pestiso parecía chino”, le comentó un vecino a la
policía.
El comerciante opuso resistencia a los desconocidos, pero no pudo evitar
que lo atraparan y lo subieran al utilitario. “Lo arrastraron unos veinte metros hasta que lo
metieron en la camioneta”, explicó un oficial de la comisaría 6ª, que controla la zona donde
ocurrió el suceso. La nena observó inmóvil la escena y estalló en un llanto hasta que una mujer la
rescató.
Con Lin como cautivo, el tercer captor que conducía la Partner aceleró a
fondo. Entonces, los secuestradores recorrieron los 50 metros que lo separaban de San Luis,
doblaron por esta calle hasta Ovidio Lagos y finalmente se esfumaron por San Juan en dirección al
oeste. En pocos minutos, los los familiares del comerciante chino tuvieron noticias de él. El
primer llamado, según un vocero policial, lo recibió su hermana Mónica Lin, de 35 años. Quien se
contactó con la mujer fue el propio comerciante. “Prepará la plata, quieren plata”, le
dijo solamente el muchacho a su familiar.
En el segundo contacto teléfonico se comunicaron los captores con la
madre de Lin. “Queremos 500 mil dólares para largarlo”. dijo escuetamente el hombre que
habló con Susana. Y hasta anoche, no se habían producido nuevos contactos.
A partir de este momento, la pesquisa de la sección Seguridad Personal y
de la Tropa de Operaciones Especiales tropezó con dificultades. “Tuvimos poca colaboración de
los familiares para avanzar en la investigación del caso”, se lamentó el jefe de la comisaría
6ª, el comisario Miguel Oliva. Según coincidieron voceros policiales y personas que trabajan en el
supermercado, Lin y la madre hablan con fluidez el castellano, pero cuando la policía los interroga
comienzan a hablar en “su idioma original”. La mujer solamente balbuceó: “Son
argentinos y quieren plata”, pero no brindó otros detalles acerca de la motivación del
secuestro.
Empleados. En el negocio dos empleados están detrás del mostrador de la fiambrería y un tercer
trabajador, un ciudadano chino, trabaja como repositor. A su vez, Juan Manuel está a cargo de la
verdulería y Osvaldo de la carnicería. “Nosotros no somos empleados y alquilamos el espacio
que ocupamos”, explicó Juan Manuel a un cronista de La Capital.
Los dos hombres comentaron que nunca observaron nada extraño en la
conducta de Lin. Tampoco se enteraron de que haya recibido amenazas. Sin embargo, un detalle llamó
la atención de Osvaldo: la cámara de video instalada en el frente del local dejó de funcionar dos
días atrás, aunque el resto de las videocámaras instaladas en el negocio continuaron registrando
los movimientos. Juan Manuel y Osvaldo comentaron que mantienen “una buena relación”
con el comerciante secuestrado.
"Nunca tuvo conflictos con los empleados", coincidieron los dos empleados.
"Cerramos a las 9 y media de la noche y, cuando salí a la calle, no vi nada raro", señaló mientras
la madre del comerciante y su sobrina estaban en el interior del comercio, que ayer al mediodía
lucía con la puerta cerrada.
En tanto, la investigación del caso quedó en manos del juez
federal Nº 4 Marcelo Bailaque a raiz de que el secuestro extorsivo es un delito tipificado en
el Código Penal de la Nación. El magistrado citó para hoy a la madre y a la esposa del comerciante.
Según fuentes de la pesquisa también ordenó la intervención de los dos teléfonos celulares y el
aparato fijo de los familiares de Lin. Hasta anoche los peritos de la Side solamente habían
registrado los dos contactos telefónicos mencionados.
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