El economista Orlando Ferreres vaticinó tiempos duros para las provincias
argentinas, territorio donde, en opinión del consultor, repercutirán con más fuerza los coletazos
locales de la gran crisis mundial. “Se viene el incendio en varias provincias, ya que la
recaudación por ingresos brutos cayó casi un 20% y los gastos aumentaron en igual medida”,
aseguró el especialista, quien rechazó la idea de un auxilio por parte de la Nación ya que
“la caja central no les alcanza ni para cubrir sus propios gastos”.
Ferreres, cuya consultora anunció hace pocos días que la economía nacional ya
estaba técnicamente en recesión, estuvo en Rosario invitado por la Asociación Cristiana de
Dirigentes de Empresas (Acde) y dejó un oscuro pronóstico de aumento del desempleo, caída de la
producción y creciente aislamiento internacional.
La cara local de la crisis
Retracción del agro, caída de la industria y aumento del desempleo. Ese es, en
opinión de Ferreres, el triángulo de las Bermudas donde desaparecerán las esperanzas de mejora de
los argentinos en el corto y el mediano plazo. Originada en parte por el cambio de contexto
internacional —donde el país pasó del “viento de cola a un tsunami de
frente”—, la nueva crisis que sacude al país se compone también de varios elementos de
orden interno donde prevalece el problema político. “Es difícil hablar de proporciones, pero
diría que la recesión —que calcula en un 3% de caída del PBI para este año— se explica
en un 60% por factores externos y en un 40% por lo que hacemos o dejamos de hacer desde acá”,
dijo.
Para enfrentar esa situación, le recomendó al gobierno nacional adoptar una
postura más conciliatoria hacia la oposición y los sectores productivos para “poder tener una
reacción rápida” y aprovechar los precios internacionales de los commodities, que siguen por
encima de su promedio histórico.
En su enumeración sobre lo que considera errores a enmendar, mencionó la crisis
del campo y la reestatización de las AFJP como medidas que “generaron desconfianza” y
que invirtieron el flujo de recursos. “En Argentina le sacamos dinero a la producción para
dárselo al Estado, a contramano de lo que está haciendo el resto del mundo”, aseguró.
Con respecto a la supervivencia del modelo pergeñado en los escritorios K,
Ferreres optó por decir que si bien “no es de la oposición” le parece desfasado y con
pocas chances de pasar el momento internacional. “Para que tenga éxito el modelo debe ser
adaptado, y para eso necesitamos un grado mucho mayor de conciliación. Acá existe un gran problema
político que es casi más grande que el económico”, explicó.
Números en rojo
De la mano de la crisis política ya desatada, y en pleno clima de campaña
electoral, los números empiezan a no cerrar para una buena parte de los sectores productivos. Para
el consultor, la peor parte de la crisis se siente ahora, cuando las cifras que aparecen sobre todo
desde los ámbitos privados empiezan a mostrar caídas importantes en los niveles de actividad de los
sectores clave. “La producción de autos cayó un 35% en un año, la de trigo un 50%, las
proyecciones sobre la cosecha de soja bajan un poco cada día y se vendieron la mitad de aires
acondicionado que el verano pasado”.
“Hay muchos indicadores que hablan de un descenso de la producción y de
las ventas que explotan ahora, durante el segundo trimestre del año”, aseguró. Esta merma del
ritmo económico repercute directamente sobre los niveles de creación y destrucción del empleo, un
tema que vuelve a ocupar una porción importante de la agenda social local.
En ese sentido, Ferreres pronosticó los tristemente célebres “dos
dígitos” para octubre, cuando según su diagnóstico la tasa de desempleo llegará al 11%.
Esa cifra, si bien significa un aumento de tres puntos con respecto a lo que dan
los números oficiales en la actualidad, sigue siendo muy lejana a los valores que aterrorizaron al
mercado laboral en el año 2002. “La gente está sensible porque el desempleo es acumulativo y
todos los días escuchamos noticias sobre despidos. Las empresas empiezan suspendiendo personal,
después le dan vacaciones y tras un tiempo sacan gente. Y eso se agrava porque los jóvenes que
buscan empleo no lo encuentran”, dijo.
De todas formas, desestimó de plano que el parate equipare el desastre de hace
siete años. “A pesar de todo esto, de ninguna manera volveremos a sufrir una crisis como la
desatada a finales de 2001”, aseguró.
Peleados con el mundo
Como varios de sus colegas, Ferreres estimó que la relativa inmunidad argentina
frente a la peste financiera es más resultado de sus carencias que de sus virtudes. “No
tenemos crisis bancaria porque no existe el crédito, ni tampoco hay fuga de capitales porque no
había niveles importantes de inversión. Acá, contra lo que pasa en casi todos los países centrales,
los bancos siguen siendo líquidos”, explicó. Pero este falso muro de defensa tiene también su
lado oscuro, ya que para el especialista la desconexión local de lo que ocurre en el circuito
internacional dejará al país mal parado a la hora de subirse a la nueva ola de créditos que los
organismos multilaterales lanzarán para proteger a los emergentes de la recesión mundial.
“Estamos peleados con todo el mundo y hace rato que dejamos de pagar nuestras deudas. No sé a
quién le vamos a ir a pedir plata ahora”, analizó.
De todas maneras, para el economista existiría la oportunidad de aprovechar el
contexto, ya que a pesar del marasmo el negocio de los agroalimentos sigue dando buenos réditos.
“El escenario internacional sigue siendo favorable en ese sentido. Los precios de la soja
están todavía por encima de su promedio histórico, aunque no sabemos cuanto tiempo puede durar
esto. La sensación es que seguimos desaprovechando el momento”, concluyó.
Jorgelina Hiba