Tras dos años malos por la realidad pandémica, en un escenario sanitario ya estabilizado se reactivó con fuerza la movida nocturna rosarina. Los jóvenes volvieron al boliche masivamente, pero algunas costumbres cambiaron. Muchos van más temprano a comer a los establecimientos, que se adaptaron a este nuevo escenario desdoblándose entre restós y discotecas.
En este nuevo formato, los clientes van temprano y cenan en el lugar, y a cambio no pagan entrada. Incluso, algunos comercios quieren arrancar a las 18 como after office y tener tres turnos, en especial para reforzar los viernes que son más flojos que los sábados. A nivel sanitario, se sigue ofreciendo el alcohol en gel en ingreso, baños y barras, pero ya no se pide y lo usa poca gente.
"La noche se reactivó, y estamos mejor que en la pre pandemia. Se esperaba en el rubro, después de 18 meses sin abrir. Quedaron algunas costumbres, como por ejemplo los eventos más descontracturados para el verano, pero la gente volvió a elegir las discotecas", cuenta uno de los socios de Wallas, que funciona en el predio del Alto Rosario Shopping.
El horario volvió a lo que determina la ordenanza 7.218 de nocturnidad: se cierra a las 5, con 30 minutos para desalojar el lugar. Si bien en principio, cuando la noche era más corta, se había instalado el hábito de salir más temprano, ahora muchos volvieron a ir tarde.
Sin embargo, por una cuestión económica hay clientes que eligen ir a cenar temprano, cerca de las 21, y ya tienen la entrada incluida. "Es conveniente cuando organizás un festejo, porque ya están todos los invitados ahí y se quedan", aporta el empresario. La gran mayoría de las disco se adaptaron y ahora tienen carta. Hoy, cenar un menú sencillo de hamburguesa o pizza ronda los 1.400 pesos. Algo más elaborado, con alguna bebida, está cerca de 3.000.
En general, comprar una entrada para ir a bailar un sábado cuesta, de forma anticipada, entre 800 y 1.000 pesos, y en la puerta entre 1.200 y 1.400. Los jueves o viernes, que sale menos gente, son más baratas. La mesa en el VIP puede costar 40 mil pesos para 8 personas, con la mitad en crédito de consumo para lo que quieran tomar adentro.
Aggiornarse
La situación convulsionada de la ciudad y un nuevo público con necesidad de ser "cool" determinó estas nuevas prácticas. Por ejemplo, la compra de entrada en puerta ya empieza a ser cosa del pasado en ciertos ámbitos. Por seguridad, y por la necesidad de mostrar exclusividad, en algunos lugares solo se ingresa si se reservó un lugar con antelación, que se paga por transferencia bancaria y otorga un QR para mostrar en la entrada.
En cuanto a las bebidas, en los boliches hace bastante se toma mucho vodka, y alguno se juegan por los tragos, como gin tonic o aperol spritz. La novedad es que levantó el consumo de espumante y champagne. En cuanto a los precios, una botella de fernet con coca en uno de los boliches top del momento sale 4.500 pesos. Otros combos: campari con naranja a 4.000; ron con coca, 4.800; vodka con jugo, 4.500; jagermeister con energizante, 9.300 pesos; y gin nacional con tónica, 6 mil pesos.
"Por suerte se reactivó la movida nocturna. La gente estaba ansiosa y con muchas ganas. Hay cosas que la pandemia trajo, y nos dejó, pero de a poco todo vuelve a su curso. Por más que nos adaptamos a hacer cosas más temprano, de día, la noche tiene un olor y esencia única, ya la vuelta del horario de cierre de siempre hizo que todo retorne a la normalidad", contó Hugo Acevedo Miño, relaciones públicas de varios boliches con años de experiencia en la ciudad.
Los bares tomaron un protagonismo muy fuerte durante la pandemia, cuando no hubo boliches, y varios se pusieron a funcionar durante todo el día, por lo que el elemento gastronómico debió ser tomado también por las disco. "En saber aggiornarse a los cambios está el poder subsistir. Fue muy duro para nuestro rubro, y los que quedamos somos los que logramos adaptarnos", comentó.
El RRPP detalló que durante los últimos años, Rosario fue muy elegida por uruguayos, porteños y cordobeses que llegan por una cuestión geográfica, buscando la buena fama de la noche local. "Eso se fue cayendo con los años, porque es vista como una ciudad peligrosa. La pandemia ayudó a que se degrade un poco todo, y los gobiernos no acompañaron", lamentó.
Triple turno
El complejo Forest, donde estaba Madame, es otro que se está reactivando. "La gente más grande empezó a salir más temprano, pero la de 22 a 30 años se queda hasta el final, y a veces sigue en los after", aportó Lucas Ruiz, uno de los encargados. Los viernes abren un bloque de cena, hasta 300 personas, en la parte de disco. Después de las 23 se suma el flujo de gente a bailar. "Ahora tenemos la idea de armar un after office el mismo día. Para que en la parte del rooftop terraza, pueda venir a las 18, comer finger food y tomar algo", adelantó.
En torno a la seguridad, especificó que suelen poner más personal de lo normal, más policías que hacen adicionales. "Hay interacción mutua para prever circunstancias conflictivas, por suerte en la zona de Pichincha no hemos tenido hechos de gravedad. También vamos hablando con la Municipalidad para armar protocolos ante cualquier posible contingencia", marcó.
Gonzalo Prisant, dueño de un bar y productor de eventos, dice que un montón de gente volvió a salir a fiestas electrónicas, recitales y boliches, y destacó que los locales en Pichincha también están "explotados. Las costumbres cambiaron un poco, a la gente que le gusta salir mucho, se juntan en quintas y campos, donde hay fiestas más largas sin ningún control, pero la mayoría volvió al boliche", contó.
También señaló que todo está más caro porque subieron los insumos, los productos, los DJs, las producciones, y porque se viene de una cuarentena donde eso estuvo todo parado. "Pero la gente necesita juntarse con sus amigos, comer, bailar, tomar algo. Esa parte social estaba faltando para descargar el día a día del laburo y el estudio", dijo.