Una semana después de las elecciones en España, el bloqueo político se mantiene. Mariano Rajoy sigue sin opción de formar gobierno, después de que el Partido Socialista (PSOE) fijara ayer oficialmente el rechazo a su investidura en la ruta de los posibles pactos postelectorales de Pedro Sánchez. "El PSOE votará en contra de la investidura de Rajoy y de un nuevo gobierno del PP", decidió el comité federal del segundo partido del país. Podemos, que es el tercero, también votará contra él, según reiteró a Rajoy su líder, Pablo Iglesias, en la reunión que tuvieron ayer en La Moncloa en el marco de los contactos que el jefe del gobierno en funciones está celebrando en busca de un posible pacto. "No vamos a permitir ni por activa ni por pasiva que gobierne el Partido Popular", dijo Iglesias tras el encuentro de dos horas.
En este escenario, el líder conservador no tiene nada que hacer, no solo en una primera votación de investidura, en la que necesitaría mayoría absoluta, sino tampoco en una segunda en la que le bastaría una mayoría simple porque los noes serán siempre más que los síes. Los comicios del 20 los ganó el PP de Rajoy con 122 escaños de los 350 que tiene el Congreso de los Diputados, lejos de la mayoría absoluta (176). En segunda posición quedó el PSOE, con 90, seguido de Podemos (69) y Ciudadanos (40).
De nada le sirve pues a Rajoy la disposición de esa última formación a una abstención si con ella se facilita la gobernabilidad en un país al borde de la inestabilidad política. "No vamos a apoyar un gobierno de Rajoy, pero si hubiera posibilidad de poner en marcha la legislatura, nos abstendríamos", dijo ayer su líder, Albert Rivera, a quien Rajoy recibió también en La Moncloa.
Si Rajoy fracasa en su intento de formar gobierno como líder del partido más votado en las elecciones, el socialista Pedro Sánchez intentará alcanzar un pacto de izquierdas que lo lleve al Ejecutivo. El comité federal, máximo órgano de decisión de los socialistas entre congresos, le dio ayer permiso para negociar con Podemos y otras formaciones, siempre y cuando no cruce una línea roja: el referéndum de autodeterminación en Cataluña que Pablo Iglesias propone como salida a la crisis secesionista. "Defendemos y defenderemos la integridad territorial de España. Un referéndum sería el comienzo de nuevas rupturas", dijo ya Sánchez al inicio de un tenso comité federal.
Su liderazgo, que no ha conseguido asentar en los 17 meses que lleva al frente del partido, está más cuestionado tras los peores resultados electorales en la historia del PSOE y se prevé que los críticos intenten evitar su reelección en el congreso que la formación debería celebrar por calendario en febrero y que Sánchez quiere retrasar hasta que España tenga ya gobierno.
Cataluña, que desde las elecciones regionales de hace tres meses se encuentra también sin gobierno en pleno desafío independentista, ha adquirido un lugar central en las conversaciones postelectorales de los partidos españoles.