El robo que sufrió ayer la Escuela 1.372, en el sudoeste rosarino, no fue el primero ni el segundo: fue el décimo. Esta vez los ladrones no apuntaron a los tanques de agua, como ocurrió en ocasiones anteriores, sino al aula digital, de donde sustrajeron un proyector, una pizarra interactiva, una lámpara, el router, un monitor, libros, material didáctico, las cortinas, documentación de los alumnos y pertenencias de los docentes. Coincidencia o no, lo cierto es que anteayer el teléfono del establecimiento no funcionaba, por lo que aunque la alarma sonó, no respondió el monitoreo. De donde sí se llevaron el tanque de agua fue del Centro de Convivencia Barrial Nº 30, que queda a menos de una cuadra del colegio.
A la escuela, ubicada en Cumparsita y Avellaneda (al 7000), en el barrio Buena Nueva (parte de Tío Rolo), le robaron entre la noche del martes y ayer a la madrugada.
Los ladrones entraron desde Avellaneda, por la parte de atrás de la escuela, explicó la directora, Patricia Díaz. "Desde el recinto de las cisternas, por los techos, llegaron al patio, y de ahí ya directamente pasaron adentro", detalló.
Para lograrlo, obviamente, violentaron cerraduras y barretearon puertas. Y luego llegaron al salón de usos múltiples, donde funcionaba una flamante aula digital, de la que se alzaron con los objetos que integraron la mayor parte de su botín.
"Este robo ya es el número diez que sufre la escuela, pero la verdad es que este año veníamos bastante tranquilos, sobre todo después de que el ministerio (de Educación) nos solventara la elevación de los portones y el reemplazo de los tanques de agua (que les sustrajeron en tres oportunidades), pero este nuevo robo demuestra que siempre encuentran un lugar por donde entrar", dijo la directora.
De hecho, en los últimos meses lo que más padeció la comunidad educativa de la 1.372 fueron asaltos al personal docente y no docente (unos 40 empleados en total) y a proveedores. Por ejemplo, el viernes pasado le tocó a quien les transporta el alimento destinado a los 330 chicos que almuerzan en el comedor de la escuela y toman la copa de leche.
Justamente por eso, argumentó la directora, desde la comisaría del barrio "siempre se dan unas vueltas en horarios puntuales para prevenir robos", y hasta los propios padres de los alumnos integran una suerte de "red alerta solidaria": en caso de percibir algún movimiento extraño, llaman a la directora y ella reporta la situación a la policía.
"Pero la noche es tierra de nadie", se lamentó la docente. Máxime esta vez, cuando el teléfono estaba muerto y por eso, pese a haberse disparado la alarma, no funcionó el sistema de monitoreo y la escuela quedó desguarnecida y a merced de los ladrones.
Así fue como el aula virtual, algunos de cuyos insumos no habían sido ni siquiera estrenados por los alumnos, terminó saqueada y con destrozos. También se llevaron documentos escolares —como las libretas de los chicos— y pertenencias de los maestros.
Para Díaz, la inseguridad en la zona se debe en gran medida a que la seccional 18ª tiene una jurisdicción demasiado amplia.
"Cubre un sector muy vasto y de situaciones complejas", opinó la directiva, convencida de que esa realidad ameritaría ya no la instalación de un destacamento, sino la creación de una nueva comisaría "a mitad camino entre el Puente Gallego y el barrio Tío Rolo". Es que, en los tiempos que corren, conducir una escuela obliga a pensar en estrategias de protección.