Más allá de los problemas puntuales de cada uno de sus sectores, las empresas de alimentos y bebidas se encuentran tensamente atentas a datos macro de la economía, como la fuerte suba del dólar paralelo y cierto amesetamiento en el consumo interno y en el empleo. Al menos, estos eran los comentarios más recurrentes en los pasillos del hotel porteño Four Seasons, donde el miércoles se realizó la Primera Jornada Nacional de Alimentos y Bebidas, organizada por la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal).
Respecto de los signos de freno de la economía, los empresarios presentes decían no ver indicios de que la situación vaya a cambiar para mejor, al menos, durante el segundo semestre. La devaluación de Brasil vendría a empeorar las cosas, aseguraban. La sensación, en parte proveniente de comentarios de sus pares brasileños, es que el nuevo valor del real vino para quedarse, lo que vuelve esperable que tienda a revertirse la primarización de la economía del país vecino. Esto es, que los brasileños empiecen a competir más y mejor que los argentinos.
Cuidándose al extremo de no pasar ni cerca de la palabra devaluación, los directivos de Copal pusieron el acento en la creciente pérdida de competitividad de la Argentina. Daniel Funes de Rioja, presidente de la entidad de entidades alimentarias, recordó que el salario de un obrero del sector les cuesta a las empresas argentinas el doble que a las brasileñas y el triple que a las mexicanas. "Las reivindicaciones laborales no acompañan los niveles de productividad, la creciente presión fiscal y la superposición tributaria", señaló el jueves, tras reunirse con sus pares del Mercosur.
Agenda privada.Entre otras preocupaciones generales que comparten las empresas de Copal, el directivo mencionó las superposiciones tributarias a nivel nacional, provincial y municipal; el costo de los fletes; los costos laborales, y el acceso a financiamiento para capital de trabajo. Además, el tipo de cambio. "No creemos en el tipo de cambio como tabla de salvación, todavía hay distintas herramientas para mejorar la competitividad de las empresas", indicó.
En las antípodas de las automotrices —otrora ejemplo de industria y empleo para los mismos gobernantes que ahora prefieren calificarlas de "montadoras", al estilo mexicano, como las llamó la secretaria de Comercio Exterior, Beatriz Paglieri—, el sector de alimentos y bebidas tiene un enorme superávit comercial, capaz de aportarle al gobierno parte de los dólares que le urge obtener. Incluyendo el gran empuje de harinas y aceites, este sector sumó en 2011 despachos al exterior por unos u$s 30.000 millones, contra importaciones por u$s 1.500 millones.
Tal situación, sumada a varias coincidencias con el discurso oficial —agregado de valor, economías regionales—, le otorga al sector cierto poder para reclamar que lo tomen como política de Estado y apurar algunos beneficios, como excepciones a la resolución 142 —que recortó los plazos para liquidar los dólares de las exportaciones—, que en algunos casos les impide la operatoria a las empresas.
Vinos y frutas, que superan los u$s 2.000 millones en exportaciones y dependen fuertemente del mercado brasileño, estarían entre los primeros exceptuados. Las bodegas exportaron el año pasado, entre vinos, espumantes y mostos, u$s 860 millones, según mostraron en su presentación. En cuanto a las frutas, las del Valle de Río Negro —zona que convierte a la Argentina en el mayor exportador de peras del mundo— generaron divisas por u$s 580 millones el año pasado. "Los problemas con Brasil son aprovechados por Chile", avisó Marcelo Loyarte, director ejecutivo de la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados.
Más al norte, las citrícolas sumaron despachos al exterior por u$s 700 millones en 2011. Daniel Lucci, director de la citrícola Citruvil, se mostró ilusionado con una próxima reapertura del mercado estadounidense para el limón —del que la Argentina es el principal exportador mundial—, aunque destacó como negativo los crecientes costos de producción en mano de obra y energía, y consideró amenazante el "empeoramiento del retraso cambiario", así como las restricciones a las importaciones, que limitan la compra de tecnología e insumos. "Da un poco de miedo seguir adelante si no se aclaran ciertas cosas", dijo.
Infraestructura y energía. Más allá de ser exceptuados de recientes normas diseñadas para dar soporte económico al gobierno, las empresas de Copal —que incluyen también a los productores de carne de pollo, cerdo y vacuna, de lácteos, panificados, cervezas y bebidas sin alcohol, entre otros sectores— ven como una debilidad competitiva la deficiencia energética y de infraestructura vial, y reclaman incentivos fiscales como aumentos de reintegros a las exportaciones, agilización de la devolución de reintegros y eliminación de retenciones, entre otras medidas. 1396862068