"Sí. Me quieren convencer pero no creo que pueda volver a arrancar. En este momento me estoy retirando. No llego al Nacional de Clubes". El dueño de esta frase es uno de los protagonistas más buscados tras la consagración de Duendes en el Torneo del Interior. Tras la vuelta olímpica, el forward Simón Boffelli se encargó de confirmar que sus tiempos de jugador ya forman parte del pasado. Así, uno de los máximos referentes de los últimos tiempos del verdinegro, echó por tierra las versiones que indicaban que podría postergar su decisión de colgar los botines. Y a la hora de justificar la determinación sostuvo: "Pasa por una cuestión física. Estoy reventado. La verdad es que llega un momento en el que hay que decir basta".
El discurso de Boffelli estaba cargado de convicción. Pero también exhibía una importante cuota de nostalgia y melancolía. Porque aseguró que "la realidad es que ya se cumplió una etapa. Fueron 17 años en primera y tuve la suerte de ganar un montón de campeonatos". También confesó: "En los días previos a este partido pensé todo el tiempo en volver a tener 25 años para seguir jugando al rugby. Me retiro por la acumulación de entrenamientos, los golpes y demás. Me encantaría no tener este desgaste y estar mejor".
El retiro de Simón no es uno más de un jugador rosarino. Porque el que cierra la puerta en esta oportunidad lo hace tras 17 años de jugar en primera, y es uno de los más ganadores a nivel títulos. Lo avalan los 15 con su club, ocho del Regional del Litoral, cuatro torneos del Interior y tres del Nacional de Clubes. "El título más importante es la sumatoria de todos los que conseguí con el club. A cada uno lo valoro como el último. Para mí es un orgullo el hecho de haber ganado esos trofeos", manifestó el forward, quien fue campeón del mundo con Los Pumitas M18 en 1997, jugó en el seleccionado M21, en Provincias Argentinas, y también se puso la camiseta de Los Pumas.
—Teniendo en cuenta los buenos resultados que viene obteniendo tu equipo, ¿costó tomar la decisión de retirarse?
—El tema pasa por una cuestión física. Estoy reventado. No tengo sobrepeso o esas cosas, pero las articulaciones y las operaciones que tuve (corazón, hombro y ligamentos cruzados) ya me pusieron una parate. Juego un partido el sábado y tengo que estar hasta el martes con hielo hasta el cuello. No puedo ni entrenar. Recién me sumo a los entrenamientos los jueves. Tengo unos compañeros que son una máquina, me bancan y me piden que sigan. Siento que los estoy cagando, pero la realidad es que ya se cumplió una etapa.
—¿Hay algo que te dice que tendrías que seguir jugando?
—El equipo que hay. Si bien tenemos gente experimentada, hay un 60 por ciento de jugadores que son chicos de 22 o 23 años. Más allá de que ganaron seis o siete campeonatos, tienen para jugar 10 años más. O sea que Duendes, por más que tenga altibajos, tiene equipo por los próximos diez años.
—¿Qué le decís a los que aseguran que te van a convencer para que juegues el Nacional de Clubes?
—Que me van a tener que ir a buscar a casa. Sinceramente estoy reventado.
—¿Te queda alguna cuenta pendiente?
—Con el club ninguna. Pero por ahí de chico me hubiera gustado entrenar más o tener un sistema de entrenamiento como el que hay ahora para ver si podía llegar más lejos a nivel nacional. Y con el seleccionado de Rosario haber ganado el Argentino. Jugué cuatro finales, pero no se me dio.
—¿Qué vas a extrañar?
—El vestuario. Si bien me cansaron algunas cosas de protocolo y la estructura los días de entrenamiento y de partidos, después las voy a extrañar. Creo en los primeros meses voy a disfrutar de ese tiempo, pero después voy a extrañar.
—Con 17 años en la primera y 15 títulos sos el indicado para explicar el éxito de Duendes
—Es por sacrificio, mucha entrega y por trabajar mucho con los chicos. Acá son todos potenciales jugadores de primera. Laburamos para eso. Aunque un chico de 15 ó 16 años no sea un gran jugador nosotros seguimos trabajando para seguir formándolo y que sea apto. Nosotros no dejamos a nadie afuera. Además, porque seguimos pensando en rugby más allá del entrenamiento. Cuando un jugador deja Duendes se va a la casa, sigue pensando en rugby y continúa capacitándose. A eso hay que sumarle la suerte de tener chicos de 21 años que la rompen y que van subiendo al plantel superior de a tres o cuatro.