Después de doce años de críticas y reclamos por el abandono de las garitas policiales en el centro rosarino, finalmente ayer retiraron las que quedaban en Córdoba y Laprida y en San Martín y San Luis. Un final lejano del pomposo proyecto anunciado por el entonces gobierno de Carlos Reutemann de implementarlas en todos los barrios de la ciudad. Iniciativa planteada como una especie de política de modernización de la gestión en el territorio.
En realidad, de lo que se trataba era de reeditar la idea del vigilante en la esquina.
La puesta en marcha de esos puestos policiales, a pocos meses del diciembre negro de 2001, respondió al reclamo, fundamentalmente, de los vecinos y comerciantes, que plantearon que "poner un uniforme en una esquina es mucho más seguro y económico que correr a un delincuente por la calle a los tiros".
Pasó poco tiempo hasta que el 4 de octubre de 2002, con motivo de la inauguración de las garitas céntricas, el entonces funcionario provincial Esteban Borgonovo aseguró que esa política de cercanía llegaría a todos los barrios. En tanto, Carlos Carranza, otrora ministro de Gobierno santafesino, prometió "un stock suficiente de garitas y la cantidad de efectivos suficiente para diagramarlo en conjunto con los comerciantes".
Pasada más de una década, los comerciantes manifestaron cierto alivio por el retiro de las garitas hexagonales ya que en los últimos tiempos se habían transformados en una especie de baño público y como tachos de basura de ciudadanos desaprensivos.
Pero, al mismo tiempo, algunos de esos mismos comerciantes no ocultaron su malestar.
"Hubiésemos preferido que allí se cumpliera con la idea original de pesencia policial las 24 horas", apuntó uno de ellos, que recordó con ironía que estaba previsto que en esas garitas se pudieran realizar hasta denuncias como la pérdida de documentación.
Recordaron luego que "las garitas se presentaron como la descentralización de las fuerzas de seguridad provincial en las calles". También que se les dio trabajo a los presos de Coronda, precisamente los constructores de esas cabinas.
Sin embargo, las garitas fueron poco a poco abandonadas, destrozados sus vidrios, rotas sus puertas y cargadas de capas de pinturas y de hedor humano.
Algunos vecinos, cansados de la desidia, pegaron poco tiempo atrás un cartel en el puesto de Laprida y Córdoba. "Garita se alquila", era el título del texto en que se describía a esa cabina "con una preciosa vista al río Paraná y una inmejorable ubicación, ya que se encuentra a tan sólo 100 metros de la catedral y de la mismísima Municipalidad".
Cerraba la nota con un pedido concreto: "Vecinos y comerciantes nos oponemos rotundamente al retiro de la garita". La última vez que vieron a un policía en el lugar fue a finales del año pasado.
Pero contrario a ese planteo de vecinos y comerciantes, una cuadrilla de trabajadores llegó a Laprida y Córdoba y se llevó lo que quedaba de la garita.
En el caso de la cabina ubicada en la plaza Montenegro, sólo quedó una base, a la que ya algunos transeúntes la empezaron a utilizar como un banco más para pode sentarse.