De manera intempestiva, con fuerza y gran presteza, suele disparar el arco del
enojo y el resentimiento las saetas. Son palabras afiladas que se incrustan en el corazón del
hombre, lo traspasan, provocan un espasmo mortal en alguna parte de su humanidad y siguen su vuelo,
ya débiles, inocuas, como las glándulas vacías de algunas criaturas venenosas que acaban de usar
sus recursos para inmovilizar y matar a la presa. Las palabras que hieren y matan se pierden luego
quien sabe en qué lugar del universo. ¿Tal vez en el rincón de los recuerdos? A veces ni eso, por
la mala memoria de los pueblos.
El problema que supone la presencia de estos arqueros de la dialéctica política
en esta Patria humillada y sometida, es que sus saetas verbales no hieren al eventual adversario (a
veces incluso lo tornan más fuerte), sino que laceran a terceros, esto es a esos patriotas que lo
son sólo por sobrevivir ante tamaña presencia de inescrupulososs e insensatos dirigentes.
La política argentina siempre tuvo mucho de esto, para desgracia de los seres
humanos argentinos; mucho de resentimiento y odio y nada de encuentros en el marco de aportes de
ideas y trabajo para dar al pueblo lo que le corresponde. Churchill decía que con fecuencia debió
comerse las palabras y descubrió, por ello, que eran una dieta equilibrada. En la política
pampeana, pocos se comen las palabras que son reflejo del resquemor y por eso desequilibran todo y
engordan los desencuentros y las penas de los patriotas, es decir de los seres humanos
argentinos.
El caso Reutemann. Pasado el prólogo de la reflexión, dígase que las recientes
declaraciones de Carlos Alberto Reutemann fueron desafortunadas. El senador tuvo la desgraciada
idea de expresar que el socialismo tiene una máquina mediática hitleriana. Una expresión que lejos
de hacer blanco en el adversario político ha herido a otros sectores. Uno, desde luego, el
periodismo y otro la colectividad judía de toda la provincia que ha reaccionado con dolor y
preocupación.
Si hay una palabra que sacude y, con mucha razón, el corazón judío esa palabra
es hitler (con minúscula voluntariamente) o hitleriano. El hecho de que alguien diga que hay
personas y acciones hitlerianas espanta, causa temor y duele al mismo tiempo. Y espanta y duele más
cuando tal fuerza, que en el pasado asesinó a seis millones de personas, podría enquistarse hoy en
cierto sector del poder político y del periodismo. Y espanta y duele mucho más, incluso, porque
aquellos a los que el senador ha denostado, son los mismos que se han comprometido y comprometen
siempre con el pueblo judío y han permanecido a su lado en determinados momentos.
Claro, Reutemann no debe saber, por ejemplo, que con frecuencia a las sinagogas
santafesinas suelen concurrir funcionarios y políticos socialistas para compartir festividades o
circunstancias especiales que vive el pueblo judío. También, debe decirse, lo ha hecho algún
peronista, como el ex ministro Roberto Rosúa. Lo que Reutemann tal vez desconozca es que en muchas
ceremonias religiosas, como el Yom Kippur o Día del Perdón, se han saludado en el mismo templo, en
un marco de respeto, Binner, dirigentes socialistas, periodistas (no necesariamente ceñidos al
pensamiento socialista) y otros a los que genéricamente se ha metido en la máquina hitleriana. Por
todo eso las palabras de Reutemann han provocado preocupación en gran parte de la comunidad judía
santafesina, con ecos en la colectividad nacional.
Durante la semana, allegados a Reutemann llamaron a dirigentes judíos de Rosario
para aclarar las cosas. El mismo Reutemann, incluso, habló telefónicamente con el presidente de la
Daia de Rosario y procuró una aclaración y una disculpa. "La comunidad está incómoda", le dijo sin
vueltas Rubén Bercovich y Reutemann le respondió que no había querido herir de ningún modo al
pueblo judío. El dirigente de la Daia le pidió que enviara una nota a toda la comunidad en la que
expresara lo mismo que le decía telefónicamente.
El senador, según parece, se comprometió a enviar la nota que no se sabe si
llegó. Pero quien sí le envió una carta al senador fue la Daia, con la firma de su presidente,
Rubén Bercovich, de su vicepresidente, Germán Winter y del secretario, Jack Benoliel, en la que se
expresa, entre otros términos, lo siguiente: "Usted comprenderá que toda mención que recuerde el
horrendo crimen hitleriano afecta la sensibilidad judía. Formulamos votos para que las contiendas
electorales honren a la democracia, defendiendo ideas y principios en el seno de la sociedad que
sepa disentir en un marco de libertad serena y constructiva".
Reutemann cometió un error.
La otra escena. La verdad sea dicha, el patriota argentino humillado, conculcado
por una buena parte de la dirigencia oficialista y opositora nacional, es testigo de una campaña
electoral lamentable, patética, horrenda por donde se la mire. En todas partes hay agresiones,
exteriorización de enojo y resentimiento, disputas, cruces filosos. Ideas y propuestas serias para
llevar alivio al ciudadano tan atacado por diversos males, ninguna o muy pocas.
Los candidatos, salvo excepciones, utilizan los espacios de los medios para
denostar al adversario (que más que adversario parece enemigo no argentino), pero encontrar a uno
que aporte ideas es un verdadero milagro. Y en el mejor de los casos hay una mediocridad tan
proverbial como inquietante. Basta recorrer las calles de cualquier ciudad para observar, por
ejemplo, afiches de propaganda que se parecen más a ruedas de reconocimiento fotográfico que otra
cosa. Tal parece que algunos suponen que serán elegidos por la cara. Bueno..., tal vez sí; debe
convenirse que esta es una sociedad, también, muy especial. Muy mal debe estar la estructura humana
argentina cuando modelo de comunicación es un programa de TV donde se ridiculiza a toda la
dirigencia, un programa que sirve para que un hábil negociante se llene los bolsillos a costa de la
estupidez e incapacidad de los funcionarios y políticos y la pena del pueblo.
Tan mal se está que no sólo la dirigencia política incurre en fatales acciones.
Es el caso lamentable de Biolcatti, el titular de la Sociedad Rural, que también tuvo su expresión
infeliz, desafortunada, desgraciada. "Cuando quieran hacer asumir a Eva, se van a dar cuenta que
está muerta y que es Nacha disfrazada", dijo el ruralista. Palabras llenas de toxina que nada
aportan a la elevación de la Nación. Es lo que hay: palabras hirientes; de propuestas, nada.