El ex canciller Rafael Bielsa dio su testimonio ayer ante el Tribunal Oral Federal 1 de Rosario en el marco del juicio denominado Guerrieri II. El rosarino dio cuenta de su secuestro y posterior cautiverio en el centro clandestino de detención La Calamita, en Granadero Baigorria. Pero además habló de la complicidad de altos funcionarios del Poder Judicial de la época —Bielsa era empleado de Tribunales— que además de haber tenido conocimiento de su situación lo obligaron a renunciar.
Bielsa dijo conocer a cinco de los 12 imputados en el juicio: Pascual Guerrieri, Juan Daniel Amelong, Eduardo Costanzo, Walter Pagano y Jorge Fariña. Reseñó que fue secuestrado a fines de juicio de 1977 en la esquina de Rioja y Oroño cuando se dirigía a su trabajo en los Tribunales Federales. "Fui interceptado por un Renault 12 color rojo. Se bajaron dos personas armadas, me conminaron a entrar al auto, me arrojaron en el piso de la parte trasera, me pusieron una venda y luego una capucha y me ataron las manos con alambre a espalda".
"Yo creo que estuve en La Calamita y no en la Quinta de Funes, donde toda mi vida creí haber estado, porque no tiene sótano. Cuando me tocó hacer el reconocimiento en La Calamita, sentí que estuve ahí", señaló. Bielsa dijo que "la acusación principal era que yo había intervenido en el ajusticiamiento de un policía Ojeda, en el que yo no tenía nada que ver. Luego, me preguntaban por nombres de guerra, organización, datos de compañeros".
También afirmó que la fuerza que "una noche vino una persona de mucha importancia, creo que era Galtieri. El interrogatorio que me hizo no fue violento, sólo me preguntó porqué habíamos donado la biblioteca de mi abuelo a la biblioteca del Colegio de Abogados para defender abogados marxistas. Y yo le contesté que los libros eran de derecho administrativo y que para defender abogados marxistas se necesitaban libros de derecho penal".
"Una noche vino el apodado Capitán y me dijo «te vas». Me sacaron, me llevaron a un lugar cerca de Parque Field, me hicieron arrodillar, me dijeron que no me saque la capucha hasta que se aleje el auto. Y que luego vaya a la comisaría más cercana y cuente lo que me pasó, eso se llamaba blanquear al chupado. Yo no fui a la comisaría. Me fui a la casa de mis viejos. La llamé a la doctora (entonces defensora oficial y hoy jueza Laura Inés) Cosidoy y le dije lo que me había pasado. Ella me dijo que vaya al hotel donde estaba viviendo. Y allí llamó al II Cuerpo del Ejército".
Dijo que "el viernes fui a trabajar, aunque no estaba muy bien y ahí la doctora Cosidoy me dijo que me presente en el II Cuerpo el lunes. Ahí hubo una especie de simulacro de juicio. Luego el doctor Víctor Saccone, fiscal de la Cámara Federal, me dijo que renunciara a mi trabajo, si no me iban meter preso y que me iba a llevar varios años demostrar mi inocencia".
"En febrero del año siguiente, pude salir del país. Durante un tiempo me seguían y se dejaban advertir, eran personas de civil, pero después de dos o tres meses eso cesó".
Bielsa en ese tiempo era empleado de la Fiscalía federal. La jueza Lilia Carnero le preguntó si desde esa dependencia se había iniciado alguna acción para encontrarlo. "No creo que se haya organizado alguna búsqueda —respondió—, había camaristas que sabían perfectamente dónde estaba yo. Jorge Miranda Pacheco, miembro de la Cámara Federal, se lo dijo a Mabel Bruera: «No lo busquen más que está bien»".
Carnero también le preguntó si en Tribunales conocían su actividad política. "Sí, perfectamente. Antes del paso a la clandestinidad, Montoneros no era ilegal", señaló Bielsa.
Enfatizó que "acá se sabía lo que pasaba, sólo no salía en los diarios o salía de forma manipulada. Una amiga muy cercana a mi familia, Mabel Bruera, era a su vez cercana a integrantes de la Cámara Federal e intentó colaborar con mi búsqueda. Celestino Araya le dijo «no lo busquen más»" . Añadió que "la complicidad del Poder Judicial era tal que a Mabel Bruera uno de los camaristas, Miranda Pacheco, antes de mi secuestro le había dicho que era el primero en la lista de aquellos que saldrían a detener. Ella me dijo que me fuera pero en ese momento sólo le dije «calmate Mabel, no va a pasarme nada»".