El ladrón de motos tiene en la sorpresa y en el arma que empuña dos factores que lo transforman en implacable. Pero los vecinos que el miércoles a la noche estaban en Santa Fe y bulevar Avellaneda tuvieron ante sus ojos la excepción a esa ley. Excepción que terminó con la vida de Darío Antonio Villegas, de 23 años y prontuario abierto. A las 21 de anteayer, según los testigos, llegó como acompañante en una moto al cruce mencionado y el rodado paró ante el semáforo en rojo. El joven se bajó empuñando una pistola calibre 22 y apuntó con el arma a otro motociclista que circulaba con casco en una Honda Tornado negra sin patente. Cuando el ladrón ya se había apoderado de la moto y estaba a punto de subirse para huir, el hombre del casco sacó un revólver y comenzó a dispararle hasta agotar las seis balas del tambor. Luego tomó su moto y se fue a toda velocidad por calle Santa Fe hacia el oeste .
Villegas quedó tirado sobre el pavimento de calle Santa Fe, con la boca hacia arriba y la mirada clavada en el cielo, a la vista de unas 30 personas que esperaban las numerosas líneas de ómnibus que pasan por allí. Tenía al menos seis balazos en el cuerpo, uno de ellos en la cabeza. "Estaba en el auto de atrás y lo mataron delante de mis ojos. Es lamentable que hasta nos alegremos de la muerte de una persona, pero esto ya es un desastre, no se puede caminar tranquilo. No nos dieron a nosotros y a toda la gente que estaba ahí de casualidad. El choro murió, el que lo baleó huyó y nosotros nos quedamos helados sin saber que hacer. Acá hay un tema mucho más profundo que pensar que ahora hay uno menos", escribió ayer en la edición online de La Capital una mujer que presenció el asesinato.
"La verdad es que no sabemos quien lo mató, pero es un excelente tirador", explicó una fuente de la pesquisa que investiga por un lado la tentativa de robo calificado de la moto del hombre que nunca se sacó el casco y por el otro el homicidio de Villegas, quien si bien vivía en una pensión ubicada a 300 metros del lugar del crimen, tenía domicilio en Tupac Amaru y las vías, en barrio Ludueña. Ambas causas son investigadas por la Unidad Fiscal Especializada en Homicidios.
Sobre el tirador hasta anoche no había datos. Pero a los pocos minutos del crimen un pibe de 16 años que estaba en las cercanías del lugar a bordo de una moto Motomel Skua verde con cachas negras, fue detenido porque algunos testigos lo sindicaron como el cómplice de Villegas. Fue identificado como Jonathan Ezequiel P., domiciliado en barrio Ludueña y con ocho anotaciones en su foja judicial.
Muerte en la calle. Cada vez que un ladrón es asesinado el hartazgo de una sociedad que se siente desprotegida en las calles se traduce en cientos de mensajes violentos a favor del homicida desconociendo que detrás de un justiciero hay una persona capaz de matar. Y en este caso un hombre que sabe empuñar un arma, que esperó que el delincuente bajara la guardia para subirse a la moto que quería robar y que pudo impactar todos los tiros del tambor en el cuerpo de un ladrón.
La última decisión que tomó Darío Villegas fue la peor de su vida. A las 21 del miércoles el tránsito por calle Santa Fe hacia el oeste, a la altura de bulevar Avellaneda, era lento y tedioso por la cantidad de autos y ómnibus urbanos e interurbanos que pasaban por allí. El semáforo sobre Santa Fe se puso en rojo y la Honda Tornado negra sin patente, moto codiciada en el mercado ilegal, se estacionó ante la senda peatonal. En ella viajaba un muchacho con el casco puesto.
Mientras el semáforo se mantuvo en rojo, junto a la Tornado se estacionó otra moto tipo enduro de color oscuro. Algunos testigos indicaron que era la Skua secuestrada poco después al ser detenido Jonathan P. Ante la vista de todos, Villegas bajó y con una pistola encañonó al motociclista del casco. La secuencia duró pocos segundos. El motociclista asaltado bajó de su rodado y lo entregó. "El ladrón lo apuntó con el arma y el hombre que llevaba casco se bajó. Cuando el ladrón se estaba por subir a la moto, el del casco sacó un arma y le empezó a disparar. Y le siguió tirando en el suelo. Luego agarró la moto, la quiso poner en marcha pero no pudo. Esperó unos segundos, la encendió y se fue. El ladrón quedó tirado sobre el pavimento y el cómplice, que estaba en otra moto, se fue", explicó una vecina.
Ninguno de los testigos pudo aportar una descripción del justiciero. Sólo la marca, el modelo, el color de la Tornado y que no llevaba patente. Alguno se animó a decir que era un policía de civil y otro vecino indicó que al ladrón asesinado lo habían visto trabajando como trapito y limpiavidrios en la zona.
Mientras el hombre del casco se iba hacia el oeste por calle Santa Fe, los familiares de Villegas llegaron a la escena del crimen y confrontaron con los policías que vallaban el lugar.