"Le tenía mucho miedo a las Nenas", confió Fernando Samartín cuando comenzó a presentar sus shows con los grandes éxitos de Sandro. Hoy, después de los premios ACE y Hugo al Teatro Musical Argentino, ambos como Revelación Masculina 2012, y junto a los integrantes de la última banda que acompañó al Gitano, se ganó un lugar en el corazón de las incondicionales admiradoras, pero también ganó un nuevo público. Su homenaje a Sandro, "La Magia Continúa", podrá verse hoy, a las 21.30, en Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza). El espectáculo, adelantó el artista, es el mismo que Sandro estrenaba en El Círculo, y repasa también los grandes éxitos que transformaron al cantante en un ícono indiscutible para varias generaciones.
—Con 29 años, ¿cómo te llega la admiración por Sandro?
—Me llega de casualidad, aunque a esta altura es causalidad, ya no creo en las casualidades. Mirando la televisión, a los 14 ó 15 años, me aparece la imagen de él que me impacta. Al principio dije "esto es anacrónico, no tiene nada que ver conmigo". Eso fue en el 98 ó 99. En ese momento no estaba de moda lo retro como hoy. Empecé a investigar de a poquito, mirando de reojo a ver qué pasaba. Yo en en ese momento escuchaba mucha música en inglés, me gustaba el rock de los años 70, nada que ver con Sandro. Pero sí encontré una similitud en la cosa teatral, interpretativa. Yo soy un gran admirador de Freddy Mercury y de Queen. Encontré algunas cosas paralelas entre Sandro y Freddy Mercury, esa cosa de frontman, de showman, de comerse al público, de la actuación, lo teatral. De a poquito empecé a investigarlo. Empecé a comprar algún CD, después busqué VHS para ver algún recital en vivo porque no lo pasaban mucho. Después se volvió más cotidiano y ni hablar hoy con YouTube que uno tiene la videografía completa. Así empecé a jugar, a hacerlo con amigos músicos.
—Yo soy artista plástico y me decían "bueno, Fer, callate, sabés que lo tuyo es el dibujo, no es el canto; lo tuyo no es cantar, sabés que cantás muy mal". Pero seguí insistiendo, fui a aprender, me esforcé muchísimo. En medio de eso llega un show. Me ven en un canto bar y el dueño del lugar me contrata, me dice "bueno pibe, tenés la semana que viene un show". Salí corriendo a comprar ropa, algo más o menos parecido a lo que usaba Sandro, una camisa roja, un smoking. Y ahí empecé, y hace diez años que no paro. Es un placer, y ni hablar del presente que tengo de estar con los músicos de Sandro, Sebastián Giunta dirigiendo y la colaboración de Matías Santoiani. A partir del año 85, son los músicos que él conformó su quinteto estable, y son los que hoy me acompañan.
—Te dedicaste a uno de los íconos más populares. ¿Tuviste temor por las comparaciones?
—Sí, de hecho siempre pesa eso. Pero le tenía mucho miedo a las Nenas, a las fans, a la apreciación. Pero como siempre laburé desde el respeto, tratando de poner lo mejor de mí y lo mejor que tenía a mi alcance. Además la idea es terminar el espectáculo y ser Fernando; esa es la bandera que llevo. Tengo un cierto parecido a Roberto que se acentúa con maquillaje, peluca y vestuario, pero yo no quiero ser Sandro todo el día. Y eso lo vieron tanto las fans como inclusive Sebastián Giunta. Cuando lo conocí, antes de empezar a trabajar con él, uno de los factores por los cuales empieza a trabajar conmigo es por eso. Me conoce y sabe que soy un actor que hace de Sandro. Soy un pibe normal, común y corriente, que tiene su vida, sus inquietudes. No pretendo ser Sandro. Yo simplemente juego a serlo. Es un acto artístico, una interpretación. Acá no se trata de ocupar ningún lugar ni mucho menos porque es imposible. Pero volviendo al tema de la comparación, Sandro es inigualable.
—¿Cómo definís el show?
—Esto es un acto de amor que se transformó en una ilusión donde viene la gente a sentir. Es lo que me dice la gente, e inclusive la prensa especializada. La colonia artística, digamos, me abrió las puertas de una manera que nunca sospeché. Siempre se tomó con cierto recelo a los imitadores de Sandro. Lo mío es una actuación. Tiene parte de imitación y parte de actuación. Me llevó a hacer cosas que nunca imaginé. También con Palito Ortega que me invitó a cantar en el Luna Park, o abrir el programa de Susana, que lo hicimos la semana pasada; compartir un video clip con Adrián Suar y Natalia Oreiro. Ni hablar de la calle Corrientes. Son cosas que fueron un premio a un laburo bien hecho, tomado con mucha conciencia y seriedad, y con un profundo respeto.
—¿La fuerte imagen de Sandro fue un atractivo para tu actividad como artista plástico?
—Hay algo que se conecta. Esto un hecho artístico, un hecho teatral. Te puedo poner una analogía desde la plástica, como alguien que pinta un retrato y busca todos los detalles fisonómicos de la persona para plasmar la personalidad en un retrato, algo que yo lo hago en una hora y media en un teatro. De hecho también Roberto pintaba y dibujaba, si bien nunca mostró nada, aunque ahora hay algunas cosas en la muestra (en el Centro Cultural Borges, en Buenos Aires). Roberto era un tipo que manejaba mucho las imágenes y creo que también por ese lado viene mi admiración y esa cosa de haberlo descubierto de adolescente y que me haya impactado tanto en una época que no estaba de moda lo retro, pero sí se ve que me picó algo de esa cosa de tanto valor a la imagen. De hecho para hacerlo a Sandro yo trabajo mucho con imágenes internas. Va todo por lo visual. Ariel del Mastro, el hijo de Nacha (Guevara), que fue el director de "Por amor a Sandro", resaltó algo en mí que no me había dado cuenta hasta ese momento, pero cuando me empieza a dirigir y a ver los resultados, me dijo "tenés algo muy mágico en las manos, llegás mucho a él con las manos, y se ve que eso también te lo da tu oficio de ilustrador, de artista plástico".
—¿Encontraste detractores?
—Sí, eso ni hablar. Pero no a mí solo, a todos los que hacemos esto. Pero bueno, el arte es para gustar o para no gustar, para disfrutar, acercarte o no acercarte, no es para explicar. Pero un setenta por ciento de quienes me han criticado y me han dicho barbaridades los vi en la puerta del teatro pidiéndome autógrafos.