¿Qué hacemos con Richard Wagner?

"¿Qué hacemos con Richard Wagner?" Parece ser la cuestión que toda Alemania tiene que resolver en este año del bicentenario del nacimiento del gran músico, que revolucionó para siempre el género operístico. Leipzig, la ciudad donde nació, le dedicó una estatua de tamaño real pero con una sombra de cuatro metros de alto que siniestramente se yergue detrás de él, una buena alegoría del "Caso Wagner". La Ópera de Düsseldorf presento como parte de los festejos wagnerianos "Tannhäuser", la dirección escénica de Burkhard Kosminski ubica la acción en la época hitlerista, los campos de exterminio, la industrialización de la muerte en las cámaras de gas y la violencia inherente al régimen. El escándalo generado obligó a la Ópera a retirar la puesta escénica y ofrecer la ópera como versión de concierto.

En los últimos años distintos estudios han enfatizado la relación Wagner -Hitler y cómo las ideas antisemitas de Wagner pudieron ser una inspiración para Hitler, con lo cual tenemos la visión de un Wagner filonazi avant la lettre. ¿Qué relación puede tener con el "Götterdämmerung" nazi Richard Wagner quien murió seis años y dos meses antes que naciera Hitler? ¿Es responsable Wagner del uso de que de su obra hizo el nacionalsocialismo? ¿Debemos escuchar la música de Wagner como el horrendo soundtrack de la Shoá? Son todas preguntas que rodean este bicentenario y que resultan muy difíciles de responder, pero que tampoco se pueden esconder debajo de la alfombra. Wagner escribió el ensayo "Das Judenthum in der Musik" (El judaísmo en la música) en 1850, que firmo con el seudónimo K. Freigendank (libre pensamiento); tuvo muy poca repercusión, sin embargo en la edición ampliada de 1869 produjo uno que otro alboroto, en vista de la fama de la que ya gozaba el compositor en toda Alemania. Lo escrito, escrito está. Sin embargo en su autobiografía laudatoria, "Mein Leben", Wagner miente, respecto a la primera edición: "El escándalo y el espanto que causó este artículo fueron indescriptibles. La increíble hostilidad con que hasta hoy día me han tratado todos los periódicos de Europa, sólo puede ser comprendida por quien haya sido testigo del alboroto provocado por mi escrito y por quien sepa que la prensa europea está casi exclusivamente en manos de los judíos". Nunca fue un éxito de ventas. Desde la edición de 1869 no tiene reedición sino hasta 1914. Durante el período nazi se hacen dos ediciones del libelo. El escrito se gestó en una época de crisis personal, envidiando el lugar que ocupaban en la palestra de la música europea Felix Mendelssohn y Yaakob Liebman Beer, más conocido como Giacomo Meyerbeer, el rey de la gran ópera que tenía su trono indiscutido en París. Pero también estaba la novela familiar, Wagner presintió que su padre adoptivo Ludwig Geyer era judío. Posteriormente confirmó que era su padre biológico, aunque Geyer no era judío, ese temor siempre lo angustió. Incluso su esposa Cósima Liszt, más antisemita que su esposo, era hija de Franz Liszt y la condesa d'Agoult, cuyo abuelo materno fue el famoso banquero judío de Frankfurt Moritz von Bethmann. El resto es trabajo para los psicólogos.

Wagner siempre se creyó un gran filósofo y un eximio poeta, sin embargo hoy le reconocemos como un revolucionario en el ámbito musical. Resume el romanticismo y proyecta su música hacia la modernidad, no hay contemporaneidad sin Wagner.

La aspiración estética por parte de Wagner de la Gesamtkunstwerk (la obra de arte total) que entendía como la integración de la danza, la música y la poesía con las tres artes plásticas; arquitectura, escultura y pintura, en un ámbito sagrado intentando de recrear al drama griego, se da sobre todo en el titánico ciclo del Anillo del Nibelungo la obra a la que dedico 25 años de su vida y fundo el Teatro de los Festivales en la ciudad bávara de Bayreuth, lugar consagrado para representar la tetralogía y sus otras operas desde 1876. Las óperas de Richard Wagner tienen nostalgia de lo infinito, sus mujeres están encargadas de redimir el mundo, sus héroes son superhombres que contravienen los pactos y las leyes y señalan el camino para una humanidad nueva, sus dioses están cansados y sueñan con el ocaso, el amor es el camino del hombre, con dolor y esperanza, con nostalgia y con muerte. Este caminante del ocaso como se lo ha llamado resume el romanticismo idealista alemán y lo proyecta hacia la modernidad a través de su música. Las grandes escenas corales de Los Maestros Cantores o incluso los coros rituales de Parsifal proyectan la disolución del individualismo romántico y de toda racionalidad positivista en función del grito místico y pagano del líder mesiánico. En ese universo ideológico de fines del siglo XIX, entre las ruinas decadentes del romanticismo, también abrevó el nazismo su filosofía de mortal redención totalitaria, allí en ese punto especifico de la historia esta el puente entre Wagner y Hitler.

Durante su vida Wagner cultivó amistades profundas con muchos judíos. El pensador judío Samuel Lehrs, que durante la estancia del músico en París lo introduce en los secretos de la filosofía, fue según las propias palabras de Wagner una de las más bellas amistades de toda su vida. Otro judío, Karl Tausig, pianista discípulo de Lizst, es quien sale a recoger fondos cuando peligra el Festival de Bayreuth. Su muerte a los 29 años deja desconsolado a Wagner.

"Soy judío y con esto lo digo todo" decía la carta de presentación que recibió Wagner del pianista ruso Josef Rubinstein. quien trabajó como su asistente hasta la muerte de Wagner. El pianista no pudo asimilar la muerte del maestro y terminó suicidándose un año y medio después. Heinrich Porges, un judío de Praga, se apega efectivamente al maestro y difunde a través de conciertos su música, lo cual significa una gran ayuda económica a Richard en momentos duros de su carrera, favor que nunca olvidó. Angelo Neumann fue un gran director y productor judío que creó una compañía de óperas y conciertos que llevó la música de Wagner a los grandes teatros europeos en la década de 1880, ayudando a su pronta popularización. Hermann Levi es el gran director de Wagner. Amigo del maestro desde 1871, en 1882 estrena en Bayreuth el "Festival Escénico Sacro: Parsifal". Luego de la muerte de Wagner y hasta 1894 Levi es la mano derecha de Cósima en la tarea de producción de los festivales de Bayreuth. Levi ha dejado una sentida carta donde explica a su padre, quien era rabino, las razones por la cuales es seguidor de Wagner. Este listado no es absolutorio de la actitud antisemita de Wagner (el famoso "tengo un amigo judío") pero sí es una pintura de una personalidad compleja y contradictoria.