“A veces todavía alucina que el chico le está pegando”, dijo Heros Kontides al recibir en su casa a La Capital. Se refiere a su hermana Viviana, la mujer que en septiembre de 2009 fue víctima de un dramático ataque a manos de un joven vecino. La madrugada de aquel día, Estanislao Repetto, un chico que sufría un trastorno psicótico y había escapado de una clínica psiquiátrica horas antes, le asestó un golpe en la cabeza con un trozo de una mesa de jardín. Fue en la casa del barrio Alberdi donde residía la mujer. Pero el brote del muchacho no terminó allí. Lalo, como lo conocen en el barrio, descargó su locura matando a su propio hermano, hiriendo a su mamá y asesinando al padre de su vecina.
Por entonces Viviana planeaba abrir una pescadería en la ribera del Paraná. Pero sus sueños se partieron en mil pedazos aquella madrugada y su pesadilla parece no tener fin. Aquel 10 de septiembre Lalo Repetto tenía 20 años y se destacaba como jugador de fútbol en Rosario Rowing. En un momento determinado su mente le jugó una mala pasada y lo llevó a desatar una espiral de violencia mientras vociferaba que él era Dios. Desde aquel día Viviana, de 44 años, no puede caminar. Tiene inmovilizados el brazo y la pierna izquierda y sus días transcurren en un sillón de ruedas. Apenas balbucea algunas palabras y a la noche, mientras duerme en una cama ortopédica, lanza alaridos cuando cree que la silueta de su vecino vuelve a aparecer para atacarla.
Viviana encontró cobijo en la casa de su hermano Heros y Selene, su hija de 8 años, vive con el padre. Tras el hecho que cambió su vida, la mujer tuvo una larga convalescencia en hospitales y fue sometida a un tratamiento de rehabilitación en el ILAR, pero fue insuficiente. “Los médicos me dijeron que el tratamiento estaba estancado y que era más conveniente un tratamiento ambulatorio, pero la situación se agravó desde que vino a vivir conmigo. Tiene ataques de pánico y mucho miedo”, se lamenta Heros.
Un poco de ayuda. Contides tiene 46 años y acepta que Lalo no comprendió la criminalidad del acto cuando desató la tragedia, pero reclama una reparación. “La familia no asume el daño que provocó, pero alguien debe hacerse cargo de los gastos que ocasiona mantener una persona discapacitada”, sostuvo en el diálogo con este diario.
Un perito oficial dictaminó que Viviana tiene una incapacidad de un 90 por ciento en su cuerpo. Su mano y su pierna derecha temblequean y una psiquiatra debe atenderla con regularidad. A su hija también la asiste un psicólogo. “Que lo hayan declarado iniumputable no significa que no tenga responsabilidad por los dos crímenes que cometió”, afirma Heros.
El hombre cuenta que en los últimos meses al muchacho lo han visto en su casa de Marull al 200, el escenario de aquella trágica noche. Y al respecto una fuente judicial señaló que “la medida de seguridad dictaminada por la jueza a cargo del caso contempla ese tipo de salidas bajo la compañía estricta de un terapeuta” (ver aparte).
La tragedia quebrantó la vida de Heros, quien tiene un pequeño taller de tapicería y que para sobrellevar el dolor buscó refugio en una iglesia bautista. Allí, los “hermanos evangélicos” le brindaron aliento y hasta alimentos cuando no tenía trabajo. En diciembre de 2009, tres meses después de que su hermana fuera atacada y su padre asesinado, dejó la casa de Marull al 200, vecina a la de los Repetto. “Me mudé porque teníamos una deuda con la Municipalidad desde hacía muchos años. No la podíamos pagar porque mi padre era jubilado y yo no tenía trabajo”, explica.
Heros comentó que, tras el hecho, solamente tuvo un contacto personal con la madre de Lalo. “Al mes del hecho, la mujer vino a mi casa a pedirme perdón. También me pidió que no saliera más en los medios porque no toleraba la situación. Yo accedí porque comprendí el dolor de una madre, pero despues se lavó las manos”, recordó.
La tragedia. Todo ocurrió el 10 de septiembre de 2009. A la 1 de ese día Lalo Repetto escapó del instituto Philippe Pinel, de Oroño y Zeballos, donde estaba internado bajo tratamiento psiquiátrico por depresión. Caminó descalzo hasta su casa de Marull 272, se duchó y al salir del baño mató a cuchilladas a su hermano Nicolás, de 22 años.
Luego se subió a su Ford Ka, transitó unos 20 metros e irrumpió violentamente con el auto en la casa de su vecino, Sabas Kontides, de 87 años. El anciano padecía insomnio y se había asomado a la calle al escuchar los gritos que llegaban desde la casa de sus vecinos. Entonces el chico se cruzó con él y lo asesinó a golpes. Luego atacó a Viviana, que sufrió un severo traumatismo de cráneo cuyas consecuencias aún perduran. “Cuando salió del Hospital de Emergencias, el neurocirujano me dijo que había sufrido una lesión axonal difusa”, indicó Hero al hablar con La Capital. Esa es una lesión que se produce inmediatamente después de un traumatismo y los médicos no tienen control sobre ella.
Fuera de sí, Lalo volvió a su casa y se encontró en la puerta con su madre, Viviana Bearzotti, quien había salido a buscarlo. El joven la atacó: la mordió en el rostro y comenzó a comprimirle el cuello con sus manos para ahorcarla. Sólo la llegada de la policía logró salvarla de ser la tercer víctima fatal del brote psicótico de su hijo.