Londres. — A la reina Isabel II no le duró mucho la alegría de su 83er
cumpleaños celebrado el martes, porque un nuevo escándalo sacudió ayer al Palacio de Buckingham,
esta vez relacionado con el comportamiento de los guardias de seguridad destinados a protegerla. En
vez de permanecer alerta, los agentes de la policía se dedicaban a dormir la resaca en habitaciones
privadas del palacio, a manipular armas borrachos e incluso a hacer apuestas y vender pornografía y
esteroides, según trascendió durante un juicio a uno de ellos.
Supuestamente también permitieron el ingreso de personas no invitadas a fiestas
de palacio cuando estaban presentes miembros de la familia real y dejaron que sus conocidos
estacionaran sus coches en los palacios de Buckingham y St. James cuando venían a Londres.
Las acusaciones fueron hechas en el marco del juicio contra Paul Page, un ex
guardia de seguridad real que está acusado de fraude y de amenazas de muerte en el marco de un caso
de una compañía inmobiliaria falsa creada para tapar una operación de apuestas de tres millones de
libras (4,3 millones de dólares).
Los hechos se revelaron durante el interrogatorio a un testigo, el sargento Adam
McGregor, quien trabajó en palacio entre 2000 y 2005 y que al parecer perdió todo su dinero en el
presunto fraude.
El abogado de Page acusó a McGregor de haber posado en los tronos de la reina y
su consorte, el duque de Edimburgo, "con sus piernas en alto y con sus pulgares en una pose cómica
para tomarse una foto". McGregor dijo que era "posible" que lo hubiese hecho, y declaró no
acordarse. El abogado le preguntó si se había puesto una corona, a lo que el sargento dijo que
no.
Entrada gratis. Al parecer, en sus tratos con Page, McGregor permitió que los
inversores de su negocio entraran a recepciones reales pese a no estar invitados. Les daban además
el número de un celular de un agente para llamarlo si tenían algún problema con la ley.
McGregor negó haber tenido conocimiento de que se haya permitido a esos
inversores estacionar en el palacio o que los agentes manipularan armas en estado de ebriedad o
vendieran esteroides y pornografía entre ellos dentro de los recintos reales.
El sargento sí admitió haberse quedado dormido haciendo guardia una vez, pero el
abogado lo acusó de haber montado un "sistema" por el cual los agentes se dormían siempre y otro
les avisaba si venía un supervisor.
Page, el principal acusado, niega los cargos, al igual que su esposa Laura Page,
acusada de facilitar tratos con propiedad ilegal y amenazas.