En 1888 se sancionaba en el país la primera ley de matrimonio civil. 20 años
antes, Santa Fe se adelantaba aprobando el matrimonio civil en su legislatura. El gobernador
Nicasio Oroño estimaba necesario contar con una legislación moderna que alentara el aporte
extranjero para la formación de las colonias agrícolas.
El espíritu laicista y el afán de Oroño de promover la inmigración de familias
de países donde imperaban los cultos protestantes lo llevaron a apoyar la sanción de la ley de
matrimonio civil, que al igual que como ocurre hoy con el debate por el acceso al matrimonio de
parejas conformadas por personas del mismo sexo, desencadenó la enérgica reacción de la jerarquía
eclesiástica.
Así, el entonces obispo del litoral protestó y ordenó la lectura en los templos
de un documento donde se calificaba a la ley de "anticristiana, anticatólica, antisocial y
corrupta".
El concepto de matrimonio es una elaboración humana y no puede pensarse hoy, en
2010, como se pensó en aquella ley elaborada a fines del siglo XIX. Era, por aquellos tiempos,
impensado otro matrimonio que el constituido por un varón y una mujer.
El acceso al matrimonio a parejas homosexuales significa una reforma de profundo
contenido social. Lo más trascendente no es el acceso a los derechos matrimoniales, de filiación,
hereditarios, previsionales que la ley consagra para las uniones heterosexuales. Ni siquiera lo es
el derecho a adoptar, que por otra parte tienen y ejercen como personas solteras sino, por sobre
todas las cosas, el reconocimiento social al que sí se accede teniendo los mismos derechos con los
mismos nombres.
Igual que a fines del siglo XIX, con el matrimonio civil, igual que en 1987, con
la ley de divorcio vincular, que permitió a miles de personas unidas de hecho contraer matrimonio
legal después de divorciarse, lo que se discute con esta reforma al Código Civil, es el derecho a
conformar una familia a lo cual nadie puede ni quiere renunciar. Todos los hombres, las mujeres,
los niños y niñas, de todas las condiciones, de cualquier orientación sexual, de todas las
creencias, deseamos y soñamos tener una familia. Una familia conformada de la forma en que la
elijamos, sin imponerles a otros cómo deben hacerlo y sin imponer que nuestra forma de familia sea
la única que puede existir.
(*) Diputada nacional