Varsovia. — El presidente de Polonia, Lech Kazcynski, murió junto con casi
todo su gobierno al estrellarse en Rusia el avión en el que viajaba. El accidente, cerca de la
ciudad rusa de Smolensk, le costó la vida a la totalidad de los 96 ocupantes del avión, un Tupolev
ruso. La conmoción en Polonia fue inmediata y enorme, y las plazas se llenaron de multitudes
dolientes que lloraban a su presidente, un católico conservador que fue protagonista de la lucha
contra la dictadura comunista en tiempos de la Guerra Fría. Las condolencias internacionales
llegaron a Varsovia desde los cuatro rincones del mundo, y el gobierno provisional anunció
elecciones anticipadas para antes del próximo 20 de junio.
El accidente ocurrió al estrellarse el avión en medio de una densa niebla, a 400
metros de la pista de aterrizaje y luego de que la torre de control sugiriera repetidamente al
avión no intentar el descenso. La numerosa delegación oficial polaca viajaba a Rusia para
participar en la conmemoración de la masacre de 22.000 oficiales e intelectuales polacos por parte
de la dictadura comunista de Stalin durante la II Guerra Mundial, en el siniestro episodio conocido
como las fosas de Katyn. Las relaciones entre Polonia y Rusia han sido históricamente difíciles, y
el episodio en el que murió el presidente polaco es una muestra más de ello, dado que el homenaje a
la masacre de Katyn se había convertido en motivo de tensiones bilaterales.
Entre los pasajeros se encontraba también la esposa de Kazcynski, María, y
funcionarios polacos de primer rango, incluyendo al jefe del Estado Mayor, general Franciszek
Gagor; el vicepresidente del Parlamento, Jerzy Szmajdzinski, y el viceministro de Exteriores,
Andrzej Kremer, así como otros parlamentarios y estrechos colaboradores de Kaczynski. El ex
presidente polaco Lech Walesa sostuvo que la tragedia mató a "la elite de la nación". Walesa
trabajó activamente con Kazcynski durante los años de lucha contra la dictadura comunista en el
sindicato católico Solidaridad.
La noticia generó una profunda conmoción en Polonia. El primer ministro, Donald
Tusk, rompió a llorar al recibir la noticia del “acontecimiento más trágico de la
posguerra” en Polonia, dijo, y convocó una sesión extraordinaria de su gabinete. Las plazas
de Varsovia y de las demás ciudades polacas se llenaron casi de inmediato de una cantidad imposible
de calcular de dolientes polacos, portando velas encendidas y fotos del presidente
desaparecido.
El titular del Parlamento polaco, Bronislaw Komorowski, decretó una semana de
duelo nacional. “Hoy no hay derecha ni izquierda, no hay diferencias”, aseguró
Komorowski, que, siguiendo la Constitución, asumió el papel de presidente interino del país. Agregó
en un discurso por televisión que consultará con todas las fracciones parlamentarias antes de fijar
una fecha definitiva para nuevas elecciones presidenciales, para lo cual tiene dos semanas. La
convocatoria electoral será antes del 20 de junio.
En Moscú se estableció un equipo de ayuda y asistencia para las familias de los
96 fallecidos. En conversaciones con el presidente ruso, Dmitri Medvedev, el premier Vladimir Putin
aseguró “toda la ayuda imaginable” a los allegados de las víctimas. Tanto Putin como
Medvedev se esforzaron por mostrar dolor y conmoción, tal vez para aventar sospechas polacas sobre
el origen del accidente. En un mensaje por cadena nacional, Medvedev prometió al pueblo polaco un
rápido esclarecimiento de las causas del accidente (ver pátina 23). El premier polaco, Tusk, se
unió a Putin en Smolensk, donde depositaron una ofrenda floral, cuando aún surgía humo del lugar
del tremendo accidente aéreo.