El nuevo presidente iraní, Hassan Rohani, regresó triunfalmente a Teherán tras una intensa semana diplomática en Nueva York, marcada por el histórico diálogo telefónico con su colega estadounidense Barack Obama, y lo recibieron grupos de seguidores y detractores, a raíz de su cambio de rumbo en la política hacia Occidente que dividió a la población de su país. Los dos grupos se enfrentaron, hecho que generó que en algunos momentos la policía tuviera que intervenir para evitar que se produjeran mayores incidentes. Mientras los seguidores del nuevo mandatario moderado gritaban "Rohani, te damos las gracias por sacar al país del aislamiento", sus opositores, apenas un centenar, coreaban "Muerte a Estados Unidos", palabras repetidas en las marchas radicales en Irán desde la revolución islámica de 1979, y "ningún compromiso ni renuncia a nuestros intereses nacionales".
Testigos informaron a través de Twitter que los manifestantes lanzaron huevos y piedras contra el vehículo de Rohani, enfadados por su contacto directo con Obama, el primero entre un presidente estadounidense y un iraní en 34 años. Un hombre intentó, incluso, lanzar un zapato contra el presidente, mientras tiraban huevos contra la caravana que lo transportaba. Rohani intentó tranquilizar los ánimos al expresar que "en la política exterior debe tenerse una cierta flexibilidad racional sin olvidar los principios y la dignidad nacional".
La agencia de noticias semioficial Mehr difundió fotografías de manifestantes golpeando los lados del auto del mandatario cuando intentaba alejarse del aeropuerto de Teherán.
La controversia nuclear. Durante sus discursos en Nueva York, Rohani condenó los crímenes contra los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, aunque no habló explícitamente del Holocausto, suavizando la posición negacionista de su predecesor Mahmud Ahmadineyad. Además, se mostró esperanzado de cara a una solución a la controversia con Occidente por el programa nuclear iraní y prometió cumplir sus compromisos, al tiempo que mantuvo, luego de más de treinta años, la primera conversación telefónica con un presidente de Estados Unidos.
Ahora Rohani tiene la difícil misión de intentar unir al país para que respalde su iniciativa de disminuir la tensión en el alejamiento de tres décadas de Estados Unidos y avanzar hacia un posible acuerdo que permita el retiro de las sanciones impuestas a Teherán por su programa nuclear. El esfuerzo de Rohani parece tener el respaldo crucial del líder supremo del país, el ayatolá Alí Jamenei, quien le exigió al mandatario iraní antes de su viaje a Nueva York una "flexibilidad heroica".
Pero incluso el apoyo del personaje más poderoso de Irán es insuficiente para acallar las críticas de los políticos de línea dura y antioccidentales, especialmente entre los poderosos estamentos clericales y de seguridad. Alaeddin Borujerdi, que encabeza el comité de política exterior y seguridad nacional del Parlamento, dijo que la conversación de 15 minutos con Obama el viernes mostró el "poderío" de Irán, según lo citaron medios de comunicación de Teherán. Y el cibersitio noticioso radical rajanews.com señaló que nada justifica que Rohani hable con el "Gran Satán" —el término que usa para referirse a Estados Unidos—, y que la conversación fue un paso "extraño e inútil".
Riesgos políticos. En una tribuna en el diario Etemad, Mohamad Ali Basiri, profesor en relaciones internacionales, advirtió sin embargo sobre los "extremistas" opuestos al contacto entre ambas naciones. "Además de los extremistas (dentro del país) hostiles a la mejora de las relaciones entre Irán y Estados Unidos, también hay opositores en la región. Muchos países, incluido el régimen sionista, sienten que sus intereses están en peligro con una normalización de las relaciones entre Irán y Estados Unidos y tratan de evitar esto", explicó
Rohani ha seguido una política de moderación y de disminución de las tensiones con el mundo exterior, en un marcado contraste con el estilo ampuloso del ex presidente Mahmud Ahmadineyad. Rohani dijo que Irán está listo para proporcionar garantías de que su programa nuclear no se empleará en la producción de armas, y para ello ofrece mayor transparencia y cooperación. A cambio ha exigido la cancelación de las sanciones.
Occidente dice que el programa atómico de Teherán tiene como fin desarrollar tecnología armamentista, mientras que el gobierno iraní argumenta que está encaminado a fines pacíficos.