Dos años atrás Rosalía Benítez fue atacada brutalmente por su ex pareja, Mario "Cacho" Toledo, quien llegó hasta ella a pesar de tener una exclusión de hogar dictaminada por la Justicia por violencia doméstica. El hombre le disparó ocho veces y ella, a duras penas, logró sobrevivir. Ahora es testigo privilegiada del juicio oral y público en el cual el agresor, de 60 años, está sentado en el banquillo acusado de tentativa de homicidio doblemente agravado por premeditación y alevosía y por el uso de arma de fuego, amenazas coactivas y portación ilegal de arma de guerra. El martes próximo, a las 10 de la mañana, el tribunal conformado por Julio Kesuani (presidente), María Isabel Más Varela y Edgardo Fertita (vocales) darán su veredicto.
Tras escuchar los testimonios de unos 20 testigos ayer fue el tiempo de los alegatos. Los fiscales Carlos Covani y Cristina Herrera pidieron para Toledo una pena de 18 años de prisión. En tanto, la defensora oficial Mirtha Llonch solicitó que el caso fuera encuadrado dentro de la calificación de las lesiones graves con la atenuación de la emoción violenta. "Yo sé que me equivoqué. Fue el peor error que cometí en mi vida y por eso perdí todo", le dijo Toledo al tribunal cuando le cedieron la palabra. El acusado goza del beneficio de la prisión domiciliaria con salidas laborales.
Envuelta en el miedo. Mientras tanto, en las escalinatas de los Tribunales, Rosalía contaba su desgracia una vez más. "Cuando yo lo conocí, la gente me decía: «Ojo que ese es un loco». Pero nunca les creí. No sabía que podía haber alguien tan malo. Con él viví envuelta en el miedo", relató. La mujer no estaba sola. La acompañaban militantes de la ONG Amas de Casa del País de Villa Gobernador Gálvez.
"Yo estoy confiando en la Justicia, pero ya me defraudaron una vez y por eso casi me matan. Espero que ahora no me fallen otra vez", dijo Rosalía.
La experiencia que sufrió esta mujer tal vez sirva como botón de muestra para exponer el grado de normalización e indiferencia en la que se desarrollan este tipo de historias que sólo ganan espacios en los medios cuando el resultado es trágico.
Durante 17 años Rosalía y Cacho vivieron en pareja. Tuvieron dos hijos. Ella, además, tenía otro hijo de una pareja anterior. A mediados de 2012 la relación se deterioró y la mujer realizó una serie de denuncias por violencia doméstica. Y tras un largo peregrinar logró que la Justicia disponga la exclusión del hogar de su marido. Toledo se fue, pero amenazó con regresar. Y eso sucedió la noche del 21 de septiembre de hace dos años.
Noche de terror. La mujer estaba en su casa de Libertad al 200, en Villa Diego, junto a su hija de entonces 9 años. Cacho llegó portando dos armas: un revólver y un pistolón que quedó abandonado en el techo de la casa. Ingresó por el pasillo de un vecino, rompió el tejido del cerco de su antigua vivienda, subió al techo y cortó los cables del teléfono. Tras ello fue por Rosalía.
"Esa noche vino él a casa porque sabía que estaba sola con mi hija. Llegó hasta la vereda y le dije que iba a llamar a la policía. Me dijo que iba a cambiar, que lo perdonara. Pero él nunca se dió cuenta que yo desperté con la primera piña que me pegó", explicó Rosalía. Al rato la hija escuchó ruidos en el patio de la casa. "Me avisó la nena, me asomé por la ventana y cuando salgo al patio lo veo a Cacho bajando de las escaleras del techo y me asusté. Corrí hasta el comedor, él venía detrás mío con un revólver en la mano, una escopeta en la otra y un revolver en la cintura", rememoró. Rosalía recordó que Cacho la corrió por la casa mientras ella buscaba esconderse con su hija. "En el garaje Cacho me gritó: «Por tu culpa me convertí en un asesino»", recordó. Entonces la mujer recibió ocho balazos en el cuerpo, dos de ellos cubriendo a su hija que había quedado en medio del ataque.
Toledo huyo saltando tapiales. A Rosalía la trasladaron al Hospital de Emergencias en estado gravísimo. Estuvo 15 días en terapia intensiva y 25 días en una sala común. Después fue el tiempo de la rehabilitación en el Roque Sáenz Peña y con psicólogo particular.
Marcas imborrables. "Yo llevo las marcas en mi cuerpo de lo que pasó ese día. De todo lo que pasó me quedaron cicatrices. No puedo entender por qué lo hizo. El tenía una linda familia, pero es una persona malvada. Cada vez que yo le decía que me iba a ir, me amenazaba con sacarme a mis hijos", recordó la mujer. Y agregó: "En las audiencias miente todo el tiempo. No tiene un sólo gesto de arrepentimiento de lo que me hizo".
"A Cacho lo conocí en el peor momento de mi vida. Cuando mi marido falleció tras un accidente de tránsito. Yo siempre le decía: «Vos a mi me agarraste volando, porque si tenía los pies sobre la tierra no me agarrabas». Hubo mucha violencia psicológica, me alejó de todos mis afectos, me iba a esperar a la parada del colectivo para que no viera a nadie", recordó la mujer que pudo reinventarse y transformarse en una militante a pesar de su desgracia. "A mi hijo se le prendió la lamparita y fui a consultar a Romina, una amiga que también sufrió violencia doméstica. Ella me enseñó a pedir ayuda. Y por eso me junté con Amas de Casa del País de Villa Gobernador Gálvez (ver aparte). Para poder seguir ayudando a otras mujeres que estén pasando por lo mismo que me pasó a mí", relató.