“El fuerte de nuestros espectáculos no son las piruetas, sino que transmitan emoción, que a un personaje le está pasando algo”. Así definió Pichón Baldinu , director de la compañía Ojalá, a “Hombre vertiente”. Se trata de una obra que el también fundador de los grupos La Organización Negra y De la Guarda montó para la Exposición Internacional “Agua y Desarrollo Sostenible”, que se realizó en Zaragoza en 2008. En el show confluyen teatro aéreo a cargo de 13 actores que se desplazan por el espacio y en un escenario a la italiana especialmente diseñado, proyecciones, música y 30 mil litros de agua a disposición de la idea de un artista que intenta “sacar de su mente las ideas y llevarlas a cabo”, contó el director. “No es un espectáculo donde la excitación del show es mojarte”, sino “una especie de cuento de ciencia ficción”. “Hombre vertiente” se presentará el viernes próximo, a las 22, y el sábado, a las 21 y a las 23, en el estadio cubierto de Newell’s Old Boys del Parque Independencia.
—¿Qué concepto quisiste desarrollar con “Hombre vertiente”?
—”Hombre vertiente” tiene dos períodos. El primero de Zaragoza, que era llevar el mensaje de la Expo Zaragoza sobre el agua como recurso escaso y que planteaba la concientización internacional de la escasez del agua potable, con un mensaje que no fuese tan lineal, pero tampoco abstracto. Toda esa experimentación y ese desarrollo tecnológico que habíamos logrado lo quería seguir utilizando para un espectáculo más integral, que se saliera de la temática del agua. Es algo muy gráfico en la obra aunque está contado como una especie de cuento de ciencia ficción.
—¿Cómo articularon los dos períodos?
—El agua también tiene que ver con esa especie de savia creativa y se me ocurrió centrar la historia en el cuerpo y la mente del artista. Se trata de un tipo que no se concibe a sí mismo como tal, pero que tiene esa fuerte inclinación por necesitar sacar de su mente las ideas y llevarlas a cabo.
—En este tipo de espectáculos suele ser prioritario el impacto de la imagen sobre la historia. ¿Cómo es en este caso?
—El camino de “Hombre vertiente” fue tratar de construir una historia, en contraposición con todo el trabajo que había hecho en La Organización Negra que fue la primera compañía que fundé, y después con De la Guarda. En este caso es mucho más lineal o más literal, aunque tiene todo el trabajo de imagen que atrapa. Hay que poder balancear la historia con lo visual. Mi trabajo fue volver a generar otra historia que entra y sale de esa linealidad. El espectador se va a perder en la imagen y va a atar cabos en el final. Hay otros espectadores que al contrario están muy detrás de los mensajes, porque hay textos, voces que te van guiando, que no se imponen y que dejan que construyas ese ámbito.
—¿Qué distingue a Ojalá de otros grupos como La Fura, Fuerzabruta o el mismo De la Guarda?
—Creo que se pueden distinguir. Creo que en general el espectador acostumbrado a ver un tipo de teatro que sucede con convenciones muy similares unas con otras cuando ve este tipo de teatro también lo incluye en una especie de rubro teatral: el teatro físico, el aéreo. Cuando empecé con De la Guarda no existía el teatro aéreo. Ni siquiera existía la idea de que iba a hacer un tipo de teatro Creo que con De la Guarda empezamos a incorporar el aire y a generar en el aire un espacio de expresión poético muy poderoso. Que fue tomado porque, por un lado, da mucho placer, es muy vertiginoso, y por otro lado, es muy onírico. Pero me parece que es un elemento más.
—Ustedes trabajaron con tierra, fuego, aire y agua. ¿Cómo sigue?
—Las cosas están siempre ahí. Depende de vos podés ver cómo manipulás esos elementos. Hoy “Hombre vertiente” tiene unos personajes a los que les brota agua de una forma que vos decís “este tipo tiene una pérdida”. Además hay distintos tipos de teatro que no son solamente de cartapesta o ficcionado. En este caso hay muchas disciplinas. Están el lenguaje aéreo, los personajes que no viven como acróbatas en función de la pirueta que tiene que hacer. El fuerte de nuestros espectáculos no son las piruetas, sino que te transmitan la emoción de que a un personaje le está pasando algo. Es muy actoral, muy coreográfico. y Trabajamos sobre un escenario a la italiana con ciertas sorpresas. El agua, la salpicada es algo mínimo. No es un espectáculo donde la excitación del show es mojarte. Pasa por cómo está contada la historia, por lo poético
—¿Existe el riesgo de repetirse?
—Todo el tiempo. “Hombre vertiente” tiene una gran apuesta en ese sentido. Traté de no hacer lo mismo que había hecho con De la Guarda. Y con “Villa Villa” porque siento que nosotros logramos en ese momento un pico en el trabajo en ese lenguaje abstracto y físico que estuvo muy bien. “Hombre vertiente” me daba la oportunidad de experimentar y probar nuevas cosas. Es como si estuvieras viendo una película. No es un género pero termina siendo eso que tiene que ser entendible, que te tiene que guiar y al mismo no tiene que atosigarte. Están en un mundo muy veloz, que no tiene límites, que no tiene arriba, abajo, atrás y adelante. Y el espectador tiene que decodificarlo. Hay una combinación de elementos que generan un lenguaje en sí mismo.
—¿Cómo viviste el paso de la experimentación callejera de La Organización Negra hasta llegar a la colaboración con una multinacional como Disney para “Tarzán”?
—En cada etapa de tu vida tenés un espíritu diferente. Uno va cambiando. No es lo mismo cuando formé La Organización Negra que tenía 20 años. Era totalmente arternativo, quería ser marginal, me parecía que ahí estaban todos los secretos, ahí estaban todas las libertades. Era hablar desde un lenguaje que sólo yo podía imponer. Y que había que buscarlo. Mi influencia, siempre lo digo, fue La Fura dels Baus, que lo ví cuando tenía 19 años. Cuando aparece esa propuesta me dio un vértigo bárbaro porque primero nunca me gustaron los musicales. Desde Disney Teathrical siempre buscaron innovaciones. Pasó con “Rey León” y en “Tarzán” iba a tener el lenguaje aéreo y era un lugar que faltaba llenar. Cuando yo lo agarré ellos llevaban cuatro años buscando asociarse con alguien para desarrollar esa parte. Se ve que encajaron bien las propuestas artísticas. Fue un trabajo muy difícil para mi. Yo me tenía que medir en una corporación, con reglas de corporación, tenía que saber cómo funcionaban todas las reglas del juego, y encima en otro idioma. Todo el tiempo había que saber traducir cada idea. En Nueva York fue muy difícil. Estrenar en Broadway fue muy desgastante. Fueron seis meses de vivir allá, trabajando seis días a la semana. Con el rigor que tiene eso.
—Después de 25 años, ¿cómo hacés para sorprenderte cada vez y sorprender al público?
—La realidad es que las buenas ideas, te enterás que son buenas después. En el camino tenés impulsos que te excitan, que no te dejan dormir y a veces olvidándolos los dejás germinar. Me pasó de empezar a trabajar en otro proyecto y darme cuenta que me vuelve a aparecer aquella idea de hace años. Y “Hombre vertiente” tiene mucho de todo eso. Tiene personajes y elementos escénicos que los fui dibujando sin saber cuál sería el resultado final. Tiene que ver con la conexión con la intuición, con la fe, con tu confianza en el sentimiento de pensar “esto me gusta”. Este personaje de “Hombre vertiente” es un artista, una persona. El artista es como decir cualquiera de nosotros, todos, porque todos tenemos ese don. No quise hacer un show festivo. El festivo era “Villa Villa”, fue el pico de lo festivo, una excitación de locura. Este es un pico de excitación por la búsqueda, por encontrar y encontrarse con tus propios límites e invenciones. Y los límites están dentro de uno, no afuera. De alguna manera ese ser está encerrado en un laberinto y en esos espacios encontrará la solución. O no.