Tras la derrota que le impide ir por una nueva reelección en Bolivia, el presidente Evo Morales se sacudió ayer el polvo y advirtió que seguirá con su proyecto político. "Hemos perdido la batalla, pero no la guerra", atajó Morales al evaluar los resultados que confirman un "No" a su deseo de ir por un cuarto período presidencial consecutivo. Debe dejar el poder en 2020, tras marcar un récord como el gobernante con mayor tiempo al frente de Bolivia.
En un agónico escrutinio oficial, al 99,72 por ciento de actas computadas, el "No" alcanzó un 51,30 por ciento frente a un 48,70 por ciento del "Sí", una situación irreversible. El voto rural y campesino cerró las brechas y por un momento hizo creer al gobierno que conseguirían el triunfo. "Respetamos los resultados del referendo. El pueblo no quiere una modificación a la Constitución, pero no es un voto contra el proceso de cambio. No ganó el neoliberalismo. No somos un gobierno más, somos una revolución y en esa revolución hemos perdido una pequeña batalla, pero no la guerra. No estamos derrotados. La lucha sigue con más fuerza'', dijo Morales ayer desde el palacio presidencial.
Morales, que aún mantiene incólume su poder con un dominio pleno del Congreso, que le permite seguir con sus reformas, deberá administrar su derrota, recontar daños y buscar, junto con su partido el Movimiento al Socialismo (MAS) un discurso que recupere la confianza y busque consensos, según analistas.
Cansancio. Los escándalos de corrupción, el cansancio del electorado y una crisis económica que ya deja sentir sus efectos debilitaron la credibilidad del primer presidente indígena del país, según analistas. Morales, sin embargo, reiteró que fue víctima de una "guerra sucia'' de los opositores en combinación con la "conspiración externa". "¿Corrupción? Por primera vez hay 27 dirigentes (de su partido) detenidos. En la historia de Bolivia, ¿cuántos corruptos han sido detenidos? En el pasado buscaban inmunidad legislativa para evitar investigaciones", respondió. El mandatario indígena dijo no sentirse derrotado y que el referendo mostró que tiene un "voto duro (leal)" de casi 50 por ciento del electorado frente a una "derecha racista", lo que lo alienta a mantenerse en la política al frente de los movimientos sindicales.
El resultado despertó festejos en algunas ciudades como La Paz, y en los bastiones opositores de Sucre, Potosí y Santa Cruz. Pese a la aparente polarización, hubo calma. "Hoy el país está dividido, pero es temporal. También dependerá del liderazgo de Morales, del partido de gobierno y de la oposición para que esta polarización solo sea coyuntural y el gobierno gobierne y la oposición lo deje gobernar", consideró el profesor de ciencias políticas, Carlos Cordero. El triunfo del "No" dejó "el principal mensaje de la unidad, es decir que el camino de la unidad es el que necesita Bolivia" para desalojar la propuesta de Morales, dijo el líder opositor centrista, Samuel Doria Medina, derrotado dos veces por el gobernante en presidenciales y consciente de que la oposición no ha mostrado la unidad suficiente para ser alternativa.
Morales, de 56 años, comenzó a gobernar en 2006 tras arrollar a la oposición en las urnas con el 54 por ciento de los votos, y revalidó el cargo dos veces consecutivas, por la misma vía electoral: en 2010, luego de obtener el 64 por ciento de apoyo, y en 2015 con el 61 por ciento de los sufragios. La Constitución aprobada en 2009, impulsada por el propio Morales, creó la figura de la reelección por una sola vez de manera continua, por gestiones de 5 años, es decir para los dos períodos siguientes: 2010-2015 y 2015-2020. Para una nueva postulación, necesitaba un nuevo cambio de la ley fundamental que, esta vez, no consiguió. Se trata de la primera gran derrota directa que sufre, con diez años en el poder y a quien aún le quedan tres años más al frente del gobierno.
Vulnerable pero aún fuerte. Para la consultora de riesgo político Eurasia Group, Morales sigue siendo relativamente popular y tiene el tiempo suficiente para ungir a un sucesor o intentar una nueva reforma constitucional para incluso tratar de presentarse a un cuarto mandato. Para ello deberá aglutinar a su partido el MAS y evitar una pugna por ver quién lo sucederá. Morales mantiene un respaldo cosechado en buena medida porque impulsó el crecimiento del país, tras nacionalizar los hidrocarburos en mayo de 2006, en manos de compañías extranjeras, y abultó los ingresos del fisco. "Con estos resultados no se cae el gobierno, pero Morales tendría que hacer una evaluación de los temas que necesitan atención, como los internacionales, como los contratos (de gas) con Brasil y la demanda marítima (contra Chile)", consideró el analista Cordero.
El gobierno se verá forzado a un rápido reordenamiento
La derrota de Evo Morales y su vicepresidente Alvaro García Linera en el referéndum sobre una modificación parcial del artículo 168 de la Constitución, en vigor desde 2009, obligará a un rápido reacomodo político en Bolivia. “Morales tiene que dedicarse a trabajar en serio, a reordenar su partido (Movimiento Al Socialismo) y la oposición a elaborar una propuesta seria en su pretensión de acceder al poder”, reflexionó el analista Alvaro Puente.
Para Evo Morales será difícil digerir su primera derrota política en un decenio. Su legítimo liderazgo se desfiguró porque terminó actuando como un caudillo latinoamericano de los siglos pasados. Además, se acostumbró en exceso al baño de multitudes para recibir elogios y nada de crítica.
Tres elementos pesaron, según diferentes analistas, para la derrota del presidente Morales en el referéndum del domingo pasado.
Primero: la desmedida corrupción, que salpicó a dirigentes de organizaciones campesinas e indígenas leales a Morales, que se beneficiaron con fondos económicos del Fondo Indígena. Nadie sabe cuánto dinero se perdió.
Segundo: una denuncia de un “affaire” del mandatario con una joven de 19 años, quien fue madre de su tercer hijo, que murió a poco de nacer en 2007. Luego, la ex pareja de Morales terminó en la gerencia comercial de la empresa china CAMC Engineering, que se adjudicó por invitación directa siete obras estatales.
Tercero: la toma, saqueo y quema del ayuntamiento de El Alto, ciudad vecina a La Paz, donde murieron seis personas por intoxicación, minó a su bastión electoral. Morales volvió a ganar en El Alto pero bajó el porcentaje a su favor respecto a otras elecciones.
Tampoco sospechó del poder de las redes sociales, por donde se filtró “obras y milagros” del régimen del MAS hasta provocar una onda viral imparable en los votantes de la clase media de nueve de las diez ciudades más importantes de Bolivia. “Evo Morales no tuvo cálculo político. No era necesario que ponga en riesgo su gobierno al forzar este referéndum para ser habilitado para un cuarto mandato (2020-2025)”, comentó el analista Iván Arias.
Nueva votación. La opción del “No” (51,30) aventajó por 2,6 puntos porcentuales al “sí” (48,70), según el cómputo oficial del Tribunal Supremo Electoral tras verificar 30.282 de 30.367 actas electorales, que representan un 99,72% de los votos. El acto electoral concluirá el 6 de marzo con nueva votación en 24 mesas de Santa Cruz y una en La Paz. De aquí a las elecciones de 2019 no existen rostros visibles ni en el oficialismo ni en la oposición, que está alejada del poder desde 2005.
Otro escenario que podrá surgir en los próximos meses sería el pedido de referendos de revocatoria de mandato de los gobernadores de los departamentos de Chuquisaca y Potosí, controlados por el partido gobernante. También Morales estará expuesto al pedido de revocatoria de su actual mandato cuando llegue a la mitad de su gestión (julio de 2017). Bolivia terminó dividida con el referéndum y el resultado debilitó a Morales en el área urbana en su frustrado afán de gobernar hasta 2025.
Mario Roque Cayoja / DPA