Costó darle nombre a lo que ocurrió ayer en el supermercado ubicado en Ayacucho y Caupolicán, donde, a las 15, varias decenas de personas rodearon el comercio, un grupo forzó la persiana, ingresó y se llevó la caja registradora y "bastante mercadería", según dijo el encargado. ¿Intento de saqueo? ¿Robo? Mientras eso se debatía en las esferas de los gobiernos provincial y municipal, los vecinos de ese rincón de la ciudad ya hablaban sin vueltas de "saqueo". Y aseguraban que se trataba de un "adelanto" de lo que había ocurrido en diciembre de 2012 y que el móvil era la "delincuencia, no el hambre".
Lo que siguió durante el resto de la jornada, sólo allí en el sur, fueron fenómenos contagiosos, algo confusos, de temor, prevención y cautela. Muchos de los comercios mantuvieron las persianas bajas y los rumores de ataques por allá y acá superaban lo comprobable. Comenzaron a verse volquetes taponando las puertas de los súper y aparecieron soldadores improvisados para sellar las entradas a cal y canto. Pero no hubo desolación ni conmoción colectiva.
Mientras en la cuadra de Grandoli al 4700 doce comercios estaban cerrados, a pocas cuadras, en la frutería de Uriburu y Grandoli, dos jovencitos escuchaban radio y no se habían enterado de nada. No fueron los únicos. Una muchacha del barrio, en la esquina de Grandoli al 4100, le preguntó al empleado de una carnicería Sugarosa: "¿No abren hoy?". La respuesta salió de boca de una vecina: "No, están saqueando".
El primero. El de Ayacucho al 6300, frente al Centro de Salud Sur, fue el primer incidente y allí se detuvo a dos personas jóvenes.
Ocurrió como réplica y a pocas horas del ataque de varias decenas de personas a un supermercado chino de Villa Gobernador Gálvez en la noche del martes (ver página 4).
Un empleado dijo que quienes atacaron ese local llegaron en dos motos y con una barreta dieron paso a muchos de los que esperaban en la puerta. El comercio no tiene nombre a la vista pero está rodeado de pizarrones verdes con ofertas en todo su frente de ladrillos vistos.
Quienes ingresaron lo hicieron veloz y desordenadamente. Los rastros quedaron a la vista. Fueron "unos 50", según indicó el oficial auxiliar del Comando Radioeléctrico Maximiliano Fernández. Manotearon bebidas de todo tipo, budines, helados y pan dulce, como se enumeró en el inventario preliminar.
A dos horas de los disturbios, los vecinos seguían sensibilizados. En Ayacucho al 6200, Diego, el titular del súper Las Palmeras, colocaba dos volquetes en el frente de su local y adelantaba que se quedaría escoltando su negocio durante la noche.
"Es por precaución. ¿Sabés por qué pasa todo esto?, por la inflación", dijo el hombre, antes de advertirle a la fotógrafa de La Capital que no fuera caminando con la cámara a la vista. "Te va a durar muy poco", aseguró a pocos metros de la esquina del súper saqueado y cercado por seis móviles policiales.
Para ver la entrada del local hubo que agacharse y espiar. Sobre las góndolas quedaban despojos. En la entrada, botellas rotas y todo tipo de objetos desparramados que intentaba poner en orden un grupo de empleadas. El portón, averiado, se sostenía con un changuito. Y a metros del ingreso, siete empleados hacían un cordón, se pasaban mercadería mano a mano y llenaban dos camiones en plan de salvataje.
Otra vez. Los vecinos de Garay 70, barrio Tablada, dijeron que ayer la historia se repitió. Unas 50 personas intentaron ingresar al super chino "Adriana", que tiene diez años en la zona y ya fue "vaciado" en diciembre del año pasado. Con una barreta de hierro, un grupo de muchachos dejó abierto el portón como el borde de una lata. Pero no pasó de allí. Llegaron "inmediatamente" diez móviles policiales y los disuadieron, según relató el encargado del comercio. Algunas mujeres apedrearon la cámara de seguridad del local pero "se filmó todo", dijo uno de los titulares, Wang Zhong Yu, quien hizo soldar el portón celeste del local.
La barreta en cuestión estaba incautada en la seccional 16ª y el comisario Carlos Smith la mostró como prueba de los daños por los que quedaron demorados tres jóvenes, mayores de edad, que luego fueron trasladados a la sección Judiciales de Jefatura. La mamá y la hermana de uno de ellos, Alberto, de 21 años y con antecedentes, esperaba en la puerta.
"Tengo siete hijos. Este es el mayor, fue a buscar a un hermanito más chico al lugar y lo detuvieron", dijo la mujer, que vio pasar a su hijo esposado junto a otros dos jóvenes.
Mientras se daba esa escena, un agente de la comisaría decía por lo bajo sobre los disturbios: "Esto recién empieza".
Sin embargo, Smith, puso paños fríos. "Por ahora, la cosa está en calma. Les aconsejamos a los comerciantes que cierren. Hay mucha psicosis en el barrio, pero hay que calmarse", concluyó.