"Pensé que estaba alucinando", confesó Ben Affleck al recordar cómo la primera dama estadounidense, Michelle Obama, anunciaba en conexión vía satélite desde la Casa Blanca la victoria de "Argo", que se llevó en la madrugada de ayer el lauro más preciado en la noche de los Oscar, el de mejor película. "Oh, un elefante lila; oh, Michelle Obama", todo ha sido una locura, pero "muy cool".
Affleck, George Clooney y Grant Heslov, productores de la mejor película del año según los académicos, bromeaban sobre la velada entre bastidores mientras Jennifer Lawrence, ya con su Oscar como mejor actriz ("El lado luminoso de la vida"), intentaba relajarse tomándose una copa.
Y es que la joven de 22 años protagonizó una de las anécdotas de la noche al tropezarse subiendo la escalera para recoger su premio. Su deslumbrante vestido Dior "strapless" le jugó una mala pasada al dirigirse al escenario. La actriz de "Los juegos del hambre" dijo que, en ese momento, le habría encantado gritar "esa palabra que no debe decirse y empieza con f", en alusión a "fuck".
Lawrence, quien interpreta a una depresiva enamorada de un bipolar (interpretado por Bradley Cooper), aprovechó para cuestionar los prejuicios contra la enfermedad mental: "Si tienes asma, tomas medicina para el asma. Pero si tomas medicinas para tu mente, cargas con un estigma detrás", dijo luego a periodistas.
Daniel Day-Lewis, coronado como mejor actor ("Lincoln"), fue el primero en dejar en el suelo la dorada y pesada estatuilla, de cuatro kilos. Al fin y al cabo, es su tercer Oscar, así que no sorprende que no se aferre tanto a él como el resto de compañeros. Los otros actores nominados el domingo en esta categoría eran Bradley Cooper ("El lado luminoso de la vida"), Hugh Jackman ("Los Miserables"), Joaquin Phoenix ("The Master") y Denzel Washington ("El vuelo").
Steven Spielberg, uno de los cineastas más influyentes de la actualidad, volvió a irse de los Oscar con las manos vacías por segundo año consecutivo (el año pasado fue con "Caballo de guerra"), y eso que "Lincoln" era la película más nominada de la gala del cine.
Y si la de Day-Lewis era una victoria anunciada, todo lo contrario sucedió con Christoph Waltz: En un déjà vu de lo que había ocurrido en 2010, la Academia volvió a coronar al austríaco como mejor actor de reparto por un nuevo trabajo junto a Quentin Tarantino. Pero mientras que su Oscar por "Bastardos sin gloria" estaba cantado, el de "Django sin cadenas" lo dejó sin palabras.
Entre bambalinas, con la dorada estatuilla bajo el brazo, el austríaco contó que se encontraba en estado de shock. "Por eso mis respuestas casi no se entienden, pero me da igual", declaró.
Como estrella de Hollywood que es, Waltz se negó a responder en alemán ante la petición de un reportero, y no escatimó en halagos para el resto de nominados a mejor actor de reparto, hacia los que siente un "profundo respeto". "Robert De Niro y Alan Arkin son mis modelos a seguir desde que comencé en este oficio", confesó aún muy emocionado.
Pese a que el ministro de Cultura islámico dijo que "Argo" es "anti iraní y carece de cualquier aspecto artístico", Affleck brindó con champán en la noche de los Oscar. Y hasta superó el mal trago que le hizo la Academia al ignorarlo como mejor director. "Quiero agradecerles y decirles que me han enseñado que se debe trabajar tan duro como sea posible y no sentir resentimientos", añadió Affleck con una sonrisa.