A Jorge Julio López, el testigo que envió a la cárcel al temible torturador Etchecolaz, lo vieron
por todas partes, incluso en Rosario, y sin embargo hace más de un año que nadie lo encuentra, ni
vivo ni muerto.
Hace un año, cuando los medios difundieron un fotofit (parece una foto pero es
un dibujo, aunque ahora computado) de cómo sería hoy Bruno Gentiletti, el chico que se esfumó en el
balneario La Florida en marzo de 1997, una joven llamó a La Capital para decir que lo había visto
seis meses antes en Atlanta, Estados Unidos.
A Madeleine McCann (Maddie), la nena inglesa que desapareció en una playa de
Portugal en mayo de 2007, ya la vieron en Marruecos, Chile y otros lugares lejanos entre sí. Ahora
hay alguien que también dice haberla visto en La Rioja, pero la niña no aparece por ninguna parte.
No es difícil imaginar parecidos en la gente. Recuerdo una columna reciente de
Ricardo Luque en este diario en la que contaba cómo se había encontrado una y otra vez con Bob
Dylan en distintos lugares de la ciudad. El parecido entre el hombre al que vio y el músico debe
haber sido muy intenso porque uno leía y se convencía, y eso que en ese momento todavía no habían
anunciado la presencia del gran Dylan en Rosario.
¿Acaso no son idénticos Carlos Fraticelli e Iggy Pop, como se vio en TVR? Doy
fe: estuve cara a cara con el ex juez de Rufino y por un momento creí estar hablando nada menos que
con la Iguana del rock. ¿Y quién negaría que Fito Páez y Tim Burton pueden hacerse pasar el uno por
el otro? ¿Dady Brieva no podría ser acaso Horacio Elizondo, o viceversa?
Alguna vez me ocurrió que creí cruzarme en mi barrio con una antigua novia de la
que no sé nada desde hace años y a la que recuerdo con afecto. Y a alguien que conozco le gusta
jugar a hallar parecidos entre padres e hijos, o entre hermanos, o lo que sean. "Ese chico no puede
negar que es hijo del padre", suele decir mientras caminamos por la peatonal en medio de un mar de
gente. "Y aquellos son hermanos, fijate". A veces me parece que sí, y otras creo que sólo pueden
parecerse en su imaginación, que en ocasiones se me ocurre extraordinaria.
Una metida de pata habitual es que alguien vea parecidos entre un chico y su
padre o su madre cuando resulta que es adoptado. Nunca me pasó, pero fui testigo de una situación
así y en ese momento hubiera preferido mil veces estar en el Monumental un día que nos ganaran 5 a
0 con cinco goles del Mellizo, todos como aquel en el que Maradona dejó gateando al Pato Fillol con
una gambeta formidable en el campeonato de 1981.
Con todo, no debe ser lo mismo creer que la mujer que uno se acaba de cruzar en
la calle se parece a Sharon Stone o Scarlett Johansonn que confundir a alguien con gente que está
desaparecida en circunstancias misteriosas. ¿A quién no le gustaría ser el héroe que los
reconociera? De eso se trata, probablemente, de un deseo inconciente de ayudar a rescatar al
desaparecido o incluso de encarcelar a un prófugo, que eso también pasa.
Tengo que terminar acá. Acabo de ver por mi ventana a un tipo que se parece
mucho a un terrorista islámico cuya foto apareció el otro día en un periódico español entre los
buscados por un atentado fallido en Barcelona. Voy a seguirlo sigilosamente un par de cuadras y voy
a llamar a la policía.