Aún avergonzado por la pésima cobertura espacial sobre el mundial que esta media página brindara
a sus lectores, el autor de esta columna decide dejarlo todo. Todo escrito en una nota. Una nota a
sus personajes, que lo defraudaron. “Muchachos —dice la esquela— me cansé de todo
y, sobre todo, de ustedes. Me cansé de la medianía del mundial, del berreta oportunismo
mediático-legislativo, de las efímeras dicotomías de moda como «el campo vs el gobierno», «el Diego
vs el periodismo monopolista», «los derechos progresistas gay friendly vs las tradiciones
preconciliares del hombre de cromagnon», etcétera. No quiero laburar más reflexionando sobre esta
vida insulsa, redundante y paralelográmica. ¿Cuál será el próximo debate que mantenga en vilo al
pueblo argentino? ¿Qué nuevo boca-river de cotillón inspirará otra canción de Copani y la próxima
denuncia apocalíptica de la gorda Carrió? ¿Carnívoros versus vegetarianos por la propiedad
intelectual de la milanesa de soja? ¿Agua con gas versus agua sin gas? ¿Tito versus Pelusa? Me voy,
los dejo con Pulpopol, un nuevo personaje. Sáquenle el jugo, o la tinta, cómanselo, no quiero saber
de ustedes. Iré al Monumento a declararle mi amor a Pampita. Slurp, digo adiós. Firmado: el señor
Abramovi”.
El Desubicado termina de leer en voz alta la carta dejada por el autor
de esta columna. Tras un breve silencio funerario, asoman los comentarios de los personajes.
“Por fin se fue este pesado, vó. No me bancaba más las cosas ridículas que me hacía vivir,
vó”, dice despechado Tito Never Sorvetto, uruguayo comentarista border del campo de juego,
diseccionando atentamente una vuvuzela que trajo de Sudáfrica.
“Mejor que se va, chicos”, musita Filoso Fofó, payaso y
analista político de este circo, atentamente ensimismado en la rítmica actitud de un simpático
osito Wini-Pú que toca el tambor, recientemente comprado a un vendedor ambulante que huía de la
GUM. “Pero sí: que se las tome”, replica el doctor Luis Güis Kelly retirando la tapa de
papel metalizado que recubre el envase de un yogur descremado: “Estoy podrido de vivir en
pedo o falopeado y que todos se rían de mí... Hic... me cach’en dié, todavía me tengo que
desintoxipuaj... qué feo este yo(berp)gurp... hic... yobur”.
Indignado, El Desubicado interrumpe: “Infames: ¡qué ingratos que
son con nuestro creador! ¿Ignoran acaso qué él tenía un Plan para nosotros?”.
“Qué plan —devuelve Fofó cambiándole la pila al
Wini-Pú— ni qué ocho cuarto. Abramovi es improvisado e incoherente, ¿para qué lo queremos? No
necesito órdenes de ningún creador. Si él nos creó, que se haga cargo. Pero si se borra...”.
“El nos creó y nos dejó a nuestro libre albedrío”, defiende
El Desubicado. “El albedrío siempre es libre —retruca Tito con malicia—. Pero
Abramovi se fue a babear con Pampita y dejó un pulpo mugriento que ni vamos a poder vender como
rabas en la feria de colectividades. A todo esto... ¿dónde está Pulpopol?”.
“Duerme en un placard — dice Güis Kelly con los labios
blancos de yogur—, extraña el acuario pero no puede volver hasta que Alemania se normalice,
los jugadores de la selección vuelvan a ser rubios y los inmigrantes vuelvan a ser culpables de
todo”.
“Hagan como quieran, pero yo extraño al señor Abramovi”,
confiesa resignado El Desubicado. “Me tildarán de retrógrado, pero no puedo vivir sin él. A
algunos les pasa con Maradona, a otros con Dalai Lama y a mí con Abramovi. Doctor Güis Kelly, ¿le
parece mal lo que me pasa?”.
“No soy más doctor. Voy a hacer el casting para casarme con
Ricardo Felfor. Seré el señor Güis Kelly de Felfor y heredaré su fortuna”, responde Luis
abriendo un potecito de laxante con gusto a arándano. “Ahora se le fue la mano con el yogur,
vó. Este es adicto a lo que sea. Cuáááááá”, evalúa Tito haciendo sonar la vuvuzela.
“Vaya al casting Güis Kelly, pero no creo que Felfor se case sin acuerdo prenupcial. Una cosa
es la igualdad ante la ley y otra cosa es la igualdad...”, advierte Fofó .
Un portazo abrupto corta abruptamente la charla. El señor Abramovi ha
vuelto.
—¿Qué pasó, jefe? ¿Pampita no le dio bola? —lo sobra Tito.
—Brrrr... ni llegué al Monumento, muchachos, brrrr... hace
muchísimo frío. No me da el cuero para afrontar el hastío, deberé resignar la libertad a favor de
la comodidad al menos hasta que pase el invierrrrno. ¿Y por acá?
Los personajes se miran entre sí y luego señalan la carta que su creador
había dejado pegada en la heladera. “Ah, leyeron la carta. Supongo que no la habrán tomado en
serio, ¿no? Brrr, qué ofri”, dice Abramovi. Se saca la bufanda y propone: “¿No quieren
que hablemos de Pampita?