"La verdad es que estamos cansados, impotentes, desahuciados", afirmó ayer el secretario general del Sindicato de Peones de Taxis (SPT), Horacio Boix, al contabilizar que durante el fin de semana largo se registraron en Rosario "entre 16 y 17 robos" a bordo de autos de alquiler, con el saldo de dos choferes heridos. El nuevo caso fue el de Pablo Pedrozo, de 37 años, quien resistió un asalto en Superí y Molina y terminó con la cabeza literalmente partida de un ladrillazo. "¿Te digo la verdad? Ni sé cómo reaccioné, pero cuando me rodearon el auto pensé «las pelotas, que me van a robar», porque tenía la plata para pagar la cuota de la escuela de mi hija y no la iba a soltar así nomás", contó el conductor. Su enojo se hizo extensivo al Hospital Alberdi, adonde llegó "chorreando sangre y mareado por el golpe", pero después de esperar dos horas —dijo— no logró ser atendido.
El ataque que sufrió Pedrozo en el distrito norte se produjo pocas horas después del que tuvo como blanco a otro taxista en zona sur, herido esa vez con un arma blanca por un delincuente que se hizo llevar como pasajero.
En el caso que se conoció ayer, quien paró el taxi fue una chica de unos 16 años. "Todo ocurrió el lunes pasado, tipo seis menos cuarto de la madrugada", rememoró el chofer, que se puso a conversar con la adolescente para averiguar adónde quería ser transportada y así poder decidir si tomaría o no el viaje.
"La piba se acercó a la puerta del acompañante y me dijo que quería que la llevara a Baigorria, pero cuando le pregunté a qué barrio aparecieron otros cuatro chicos corriendo, que se ve que se habían escondido", contó.
Dos de esos jóvenes ("creo que todos menores de 18 años", calculó el chofer) se ubicaron junto a la chica y los otros le bloquearon su propia puerta. "Flaco, quedate quieto porque ya estás robado", le dijeron.
Pero Pedrozo, que es de contextura más bien grande y ya sufrió varios intentos de robo, reaccionó rápido. Manoteó la billetera, abrió la puerta de un tirón y les dijo: "Las pelotas, que me van a robar ustedes".
Fue en ese momento cuando uno de los pibes que habían quedado detrás suyo le partió el ladrillo en la cabeza, mientras otro se metía adentro del auto para revisar la guantera y le "manoteaba" un bolso con sus pertenencias. La plata, en cambio, no se la lograron arrebatar.
"Yo acababa de salir, así que tenía todo en la billetera", recordó, incluido el dinero reservado para pagar hoy la escuela de una de sus hijas. "Salvar eso fue lo único que me importó", sostuvo, en un intento por justificar la reacción que podría haberle costado todavía mucho más en caso de que los jóvenes ladrones hubieran estado armados.
Y así fue como, mientras los pibes se iban nuevamente corriendo, Pedrozo manejó el Siena chapa 0537 del que es chofer para alejarse del lugar. A una cuadra vio a un móvil policial, que intentó perseguir a los precoces ladrones.
Espera vana. "Chorreando sangre" y "mareado por semejante golpe", el taxista se dirigió por sus propios medios al Hospital Alberdi. Allí, contó, después de esperar dos horas en la guardia, recibió la segunda mala noticia del día: no había médico para atenderlo.
"Así que me volví y mi hermana, que es enfermera, me recetó antibióticos y me advirtió que si empeoraba tendría que ir sí o sí a un hospital", dijo.
Aunque Pedrozo dijo que por la tarde acudiría a la comisaría 30ª a radicar la denuncia, hasta ayer no lo había hecho. Algo que es cada vez más común entre los taxistas asaltados.
"Es que estamos cansados, impotentes, desahuciados", explicó el titular del gremio de los peones, antes de recordar que sólo durante el último fin de semana los ataques e intentos de robo a taxis rondaron "unos 16 ó 17". De ellos, al menos dos terminaron con trabajadores heridos.
"Esto no cambia sino que viene cada vez más grave: Rosario se ha transformado en tierra de nadie y, sobre todo, para los taxistas", insistió Boix, con tono cansado. Y recordó que "cada vez más gente desiste" de ese empleo. "Por eso, justamente por eso, es que faltan choferes", afirmó.