Los técnicos también jugaron su partido en el Coloso. Vivieron casi todo el juego de pie, dando indicaciones permanentes, protestando cada fallo de Fernando Rapallini y arengando a sus muchachos a puro grito. El derby terminó igualado en un resultado que nunca se abrió, pero desde la táctica y la estrategia Diego Osella estuvo claramente un escalón por encima del Chacho Coudet. La clave: Newell’s fue compacto, sólido, solidario, consciente de sus limitaciones y generoso en ataque para armar las tres chances más claras que hubo en la tarde del Coloso. Mientras que Central lució siempre incómodo, a contramano de la geografía y la pelota, sin la intensidad arrolladora de encuentros anteriores y así prácticamente no arrimó peligro al arco de Luciano Pocrnjic. Tuvo apenas dos aproximaciones (Lo Celso y Cetto), pero la pelota ni siquiera fue al arco, muy pobre si se tiene en cuenta que debía quemar las naves para seguir prendido en la lucha de arriba. Así, en el pizarrón hubo un técnico que proyectó un encuentro que se acercó mucho más a lo que ocurrió en el verde césped y ese sin lugar a dudas fue Diego Osella.
Osella puso en cancha un equipo utilitario. Pragmático. Una línea de cuatro que nunca se complicó, que neutralizó a Marco Ruben a tal punto que el artillero auriazul no dispuso de ninguna chance clara de gol. Es más, el nueve canalla terminó el juego fastidioso, lejos de Pocrnjic y enredado entre Cáceres y Nehuén Paz. Los laterales Advíncula e Insúa fueron dos perros de presa y clausuraron su sector. Pero la clave de la supremacía leprosa estuvo en la mitad de la cancha.