Puesta en contexto, "El gran Gatsby" es como un canto del cisne de una época. La novela fue escrita en 1925, poco antes de la Gran Depresión, un tiempo que Europa también "era una fiesta", según Hemingway. Puesta en perspectiva, es una historia sobre nuevos ricos en un ambiente extraño y una crítica social. Francis Scott Fitzgerald -como lo mostró en la inacabada "El último magnate", "Tierna en la noche" o "Niño bien"- tuvo una relación de amor y de odio con el dinero. La forma en que la riqueza inacabable afecta a las personas, además de los derrapes que produce el amor, se refleja en su obra. Porque la novela narra, además, un desencuentro. Hay dos escenas clave en el libro en las que Jay Gatsby vuelve a ser James Gatz. Una en un hotel y otra en su mansión de Long Island donde el autor despoja de oropeles al personaje. Bajo sus modales, sus autos y su ostentanción, el rey sabe que está desnudo. Gertrude Stein dijo, tal vez temerariamente, que cuando todos los escritores estadounidenses fuesen olvidados se seguiría hablando de Fitzgerald. Y así es hoy. Lo demuestra esta quinta adaptación de la novela que es, ante todo, una cruel historia de amor.